Cultura

Pedro Simón: "Vivimos en la era en la que más nos comunicamos y menos nos decimos"

  • Pedro Simón

ALICANTE. El periodista y escritor Pedro Simón relata habitualmente esas duras historias que a veces te llevan de sopetón a la realidad como si te dieran un tortazo. Un periodismo social con un prisma muy particular que le ha llevado a conocer de primera mano testimonios dramáticos que ha ido acumulando y atesorando y que han servido de materia prima para su último libro, Peligro de derrumbe, que acaba de lanzar con la editorial Planeta. En esta novela reúne nueve casos que tienen su punto de partida en esos reportajes, pero que ha friccionado imaginando cómo acabarían esas historias. Personas que aguardan en una sala de espera con la intención de lograr un trabajo basura en el contexto de la crisis económica de la burbuja inmobiliaria. Vidas enmarañadas y rotas que se debaten entre la culpa y la vergüenza, pero también entre la dignidad y la esperanza. Un libro que presentará este viernes, 9 de mayo, en las Veladas literarias del restaurante Maestral.

— Tenías materia prima con tus reportajes y cada tema era ya en sí una bomba emocional que tú has experimentado al recoger el testimonio ¿Unirlo no ha sido para ti como una fusión de núcleos atómicos? ¿Cómo te ha afectado esa energía nuclear?

— Como dices, de todas mis novelas, esta es la más deudora del periodismo. Hablamos de esa época en que España era como la película más mala, y ya se nos ha olvidado, pero era hace tan solo diez años. En el primer trimestre de 2009, hubo casi 800.000 parados más que en el trimestre anterior. En 2013, el paro llegó casi al 28% de la población activa. Había quinientos desahucios al día. Todo eso, para un periodista, es materia una prima y una plastilina fabulosa.

Con muchas de las historias que conocí en aquel paisaje desolador está armado este libro. Son nueve personas en una sala de espera en la que están aguardando para una entrevista de trabajo y moviéndose entre la culpa (porque cuando uno no tiene empleo encima se siente culpable porque cree que algo ha hecho mal) y la vergüenza de uno mismo, pero también entre la dignidad y la esperanza.

Entonces, cuando escribes una novela, te evisceras tú y, cuando escribes un reportaje o haces una entrevista, estás eviscerando a otro, pero es cierto que en esos procesos siempre te dejas algo de piel. No sin dolor y no sin calambre, he escrito muchas de estas historias que son con personajes de ficción, pero que están inspiradas en historias que conozco, y eso te remueve y te afecta, claro. De hecho, hay cosas ahí que tienen que ver con mi familia.

— Has conseguido empatizar sin caer en el terreno peligroso de la distorsión…

— La empatía es un artefacto peligroso, porque hace que tu mirada se pueda distorsionar, pero también es imprescindible tener algo de empatía casi para cualquier cosa. Para ser taxista, para ser panadero, para ser escritor, para ser cirujano plástico, para cualquier cosa. Para escribir novelas, por supuesto, también. Si no eres alguien empático, es imposible que transmitas absolutamente nada.

— Los protagonistas reales de esas historias que has terminado ficcionando, que te conocen y quizá siguen tu trabajo, ¿pueden verse reflejados?

— Seguramente, claro. Segurísimamente, incluso familiares, diría yo, e incluso gente cotidiana. De hecho, creo que todos podemos ser protagonistas una novela. El caso es que tú me cuentes la parte de tu vida que da para una novela. Tú ahora mismo estarás pensando, "uy, si yo te contara". Todos tenemos algo, ¿verdad? Y esto es lo que te dicen los nueve candidatos al puesto de trabajo en la novela, que a lo mejor tienen una pinta aparentemente anodina, pero que debajo de ellos hay historias con electricidad, y la gente que lo lea se va a ver ahí.

— ¿Prefieres que esas personas lean el libro o más bien que pase desapercibido para ellos?

— Bueno, me da un poco igual. Lo que me gustaría es que el libro llegara a la gente corriente. Que fuera lo más transversal posible. Que interesase a muchos. Yo creo que los libros que hablan de muchos son los libros importantes.

Todos estamos ahora mismo a una llamada de teléfono de quedarnos sin trabajo o de tener una malísima noticia. Por eso todos los que salen en el libro los vemos en nosotros mismos.

  • Pedro Simón -

— Esa literatura social, ¿tiene un objetivo catártico general? A pesar del coste emocional que tenga para ti…

— Lo único que pretendo es contar historias en las que la gente se pare a mirar. Que se pongan los zapatos de otro, porque escribir es como ponerse los zapatos de otro, pero leer también. Siempre que veo a alguien leyendo un libro o con un libro en la mano digo, "mira, ahí va una persona dispuesta a escuchar".

Con el libro busco es que los lectores se pongan en pieles que aprietan. Eso que decía un personaje de La madre, de Máximo Gorki: "Métete en mi piel, maldito sabio; muévete dentro y veremos lo que tú serías". Pues eso pasa con muchas historias que desconocemos o prejuzgamos.

— A lo largo de todos estos años recogiendo esos testimonios, ¿observas algún síntoma de mejora en la sociedad o más bien lo contrario? ¿Vas descubriendo nuevos límites?

— Rafael Chirves decía que la vida humana es el mayor despilfarro de la naturaleza. Porque una vez que alguien, debido a sus años y su experiencia, está en disposición de aportar algo absolutamente lúcido y válido para la sociedad, entonces se muere y hay que empezar desde cero.

Las crisis son cíclicas y yo veo que estamos en tiempos de incertidumbres, de grandes incertidumbres: climática, energética, geopolítica, etcétera. Incertidumbre en la forma de relacionarnos, por la tecnología, y te diría que incertidumbre laboral, por todo lo que tiene que ver con la inteligencia artificial. Entonces, es incertidumbre sobre incertidumbre sobre incertidumbre. Y la incertidumbre se lleva mal con el dinero.

— ¿Has seleccionado las historias más dolorosas o esas sigues reservándolas para otra novela?

— Un periodista siempre tiene carne en la nevera, porque la sociedad va cambiando y siempre entra género fresco. Entonces, esto es fruto de una circunstancia periodística excepcional en esos años. Es un retrato de aquella época y no sé lo que vendrá.

Fíjate, si escribiese una novela sobre los días de hoy, escribiría sobre la incomunicación, porque vivimos en la era de la incomunicación. En la era en la que más nos comunicamos y menos nos decimos. Esto es un esto es un signo de nuestros tiempos.

En la era de las grandes tecnologías, tienes a tu hijo sentado a dos metros en el sofá, pero está a dos mil kilómetros de distancia de ti. En la era de las grandes tecnologías, le preguntas a una persona cercana y te contesta con un monosílabo. En la era de las nuevas tecnologías, llegas al salón de casa y nadie habla. Todo el mundo está en ese acto masturbatorio de la pantalla líquida y de estar con uno mismo. Es un bucle.

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