ALICANTE. El Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA) ha inaugurado este miércoles, 8 de octubre, la muestra Juana Francés. La construcción de una artista moderna, 1945–1956, una exposición que revisa por primera vez la primera década de trabajo de la pintora alicantina, antes de lanzarse a la aventura del arte abstracto que la consagraría como una de las grandes creadoras españolas del siglo XX. La muestra, comisariada por Rosa Castells y Natalia Molinos, reúne 52 piezas (28 óleos y 24 dibujos), además de una selección de fondos documentales inéditos como catálogos, cartas, fotografías y recortes de prensa que trazan la cartografía íntima de una artista en construcción.
Juana Francés nació en Alicante en 1924, cuando la ciudad aún era una provincia periférica dentro de un país convulso. Creció entre dictaduras, guerras y reconstrucciones, y esa conciencia de tiempo roto marcaría su sensibilidad. En 1941 se trasladó a Madrid para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde tuvo como maestros a Daniel Vázquez Díaz y Juan Adsuara, figuras que la orientaron hacia la técnica mural y el dominio del claroscuro. Pero pronto comprendió que lo que buscaba no estaba en los manuales: quería pintar la materia misma del silencio, la densidad de la vida interior en una España que obligaba a callar.
Los años que revisa la exposición, entre 1945 y 1956, fueron de aprendizaje, viajes y revelaciones. Juana obtuvo becas para estudiar en Francia e Italia, donde descubrió el arte moderno, el Art Brut de Dubuffet, el expresionismo de Soulages y el tachismo de Wols y Hartung. De Italia se trajo la luz severa de los primitivos renacentistas, las arquitecturas imposibles de De Chirico y el equilibrio solemne de Piero della Francesca. Todo ese conocimiento cristaliza en esta etapa figurativa que el MACA rescata: un período de transición y búsqueda, en el que la artista empieza a tensar los límites de la forma hasta rozar la abstracción.
“Ver casi toda la obra conocida y localizada de este periodo no sólo es en sí mismo muy interesante, sino que ayuda a entender la trayectoria posterior de Juana Francés y algunos de los constantes de su obra”, explica Rosa Castells, conservadora del museo y comisaria de la muestra. Su compañera en la tarea organizativa, Natalia Molinos, añade que este proyecto “saca a la luz obras desconocidas que ayudan a comprender mejor su técnica, los temas que la obsesionaban y la evolución que la llevaría al informalismo”.

La materia y el misterio
Las paredes del MACA muestran ahora una Juana Francés diferente: más íntima, más terrenal. Los cuadros de esta primera etapa combinan una figuración contenida y un simbolismo de raíz metafísica, donde los cuerpos parecen tallados en piedra y los objetos respiran en silencio. Hay bodegones elementales, maternidades austeras, retratos de niños y mujeres que no sonríen. Los colores (ocres, amarillos cromos, grises azulados) se extienden con espátula, formando superficies rugosas, casi escultóricas.
“En estas pinturas hay una sensación de desasosiego, de tristeza profunda”, explican las comisarias. “Sus figuras, de fuerte frontalidad, recuerdan el hieratismo de los iconos o el misticismo silencioso de los frescos italianos”, destacan. En una de las piezas más inquietantes, una mujer se cubre la boca con la mano: se titula Silencio y parece condensar la experiencia de toda una generación obligada a callar durante el franquismo.
Esa carga simbólica y emocional convive con un espíritu de experimentación técnica. Francés trabajaba la encáustica, una mezcla de cera, resina y pigmento aplicada en capas que luego “hería” con un clavo para revelar texturas ocultas. Una técnica que, décadas después, transformaría en el lenguaje matérico que la haría célebre dentro del informalismo español. “Juana Francés fue pionera —recuerda Castells—; su pintura, incluso en estos años figurativos, ya es rotunda, densa, física. No hay complacencia ni artificio; hay una voluntad de construir desde la materia una verdad pictórica”, describe.

Una mujer contra su tiempo
Ser mujer artista en los años cincuenta en España era una forma de resistir. En un entorno dominado por las estrictas normas franquistas, Juana Francés decidió vivir de su pintura, viajar, exponer, firmar contratos y participar en los debates artísticos de su época. Lo hizo en los Congresos de Arte Abstracto de Santander o en las Bienales Hispanoamericanas, y más tarde se convirtió en la única mujer del grupo El Paso, junto a figuras como Saura, Millares o Feito. “Fue una mujer que desafió las convenciones de su tiempo”, apunta Castells. “Su obstinación profesional fue una forma de emancipación; supo moverse en un mundo masculino sin renunciar a su voz propia, atenta a las preocupaciones plásticas y a las heridas de su época”, añade.
"Esta exposición muestra los inicios de una Juana Francés inquieta, apasionada por el arte, que investiga y crea abriéndose camino en un mundo eminentemente masculino", afirma, Pilar Tébar, secretaria autonómica de Cultura. Una muestra que visibiliza también su red de relaciones y apoyos: las amistades con pintoras como Isabel Díaz o Nellina Pistolesi, los encargos de arquitectos del movimiento moderno, los premios provinciales que obtuvo en Alicante. En los fondos documentales se puede seguir el hilo de su vida cotidiana: cartas, fotografías, catálogos, noticias que hablan de una mujer que no solo pintaba, sino que pensaba el arte como forma de libertad.

El legado y las huellas
Las más de cincuenta obras expuestas proceden de un mosaico de instituciones que conservan el legado de Francés: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el IAACC Pablo Serrano de Zaragoza, el IVAM de Valencia y el propio MACA. A ellas se suman préstamos del Museo de Bellas Artes de Valencia, la Colección Studiolo de Candela A. Soldevilla, la Colección del Instituto de Turismo de España y diversas familias vinculadas a la artista, como los Francés Coloma, Izard Francés y la familia de Nellina Pistolesi.
“Sin su generosidad, esta exposición no habría sido posible”, agradece Nayma Beldjijali, edil de Cultura, quien subrayó durante la inauguración el “apoyo fundamental de la Generalitat Valenciana y la enorme generosidad de las instituciones, coleccionistas particulares y de la familia de la artista para que esta muestra sea una realidad”. Una realidad que, por primera vez, permite a Alicante mirar de frente los orígenes de una de sus creadoras más influyentes.
Con todo, además de las obras, el museo ha preparado un amplio programa de actividades paralelas para acercar la figura de Juana Francés a todos los públicos. Habrá proyecciones, conferencias, talleres y proyectos de mediación con escuelas, vecinos y colectivos artísticos. Entre las citas más destacadas figuran el estreno del documental Juana Francés, la fuerza oculta, dirigido por Maxi Velloso y Natalia Molinos; la conferencia de Isabel Tejeda, Del silencio a la palabra, y la presentación de proyectos educativos y escénicos inspirados en la vida y obra de la artista.
De la sombra a la luz
“Juana Francés fue olvidada durante mucho tiempo por la historiografía del arte”, recuerda Castells. “Pero su figura se ha reivindicado con fuerza en los últimos años, y esta exposición viene a completar el retrato: no sólo la artista consagrada del informalismo, sino la joven que aprendía a mirar, a trabajar, a rebelarse desde el arte”, sentencia. Ahora, caminar por la exposición será, en cierto modo, como acompañar a Juana Francés en ese proceso de aprendizaje.