ALICANTE. El Museo de la Universidad de Alicante (MUA) vuelve a transformarse en un taller, en un laboratorio y en un refugio creativo. Desde este lunes, 8 de septiembre, cinco artistas conviven entre sus muros para desarrollar proyectos que, durante dos intensas semanas, materializarán en una exposición colectiva. Son los protagonistas de la XI edición de las Residencias de Creación e Investigación Artística: Lydia Plaza, Beatriz Freire, Laura Salvador Payá, Lucía Cassiraga y Andrés Rivas, quienes recalan en el museo no por azar, sino por un arduo proceso de selección. Y es que la convocatoria de 2025 desbordó las expectativas. Hasta 222 proyectos recibidos, de ámbito nacional e internacional, una cifra récord que confirma el lugar que este programa ocupa ya en el mapa de la creación visual contemporánea.
“Nos enorgullece ver cómo el MUA se ha convertido en un espacio de acogida para artistas que buscan investigar, experimentar y desarrollar proyectos con una clara conexión con el pensamiento crítico y el contexto actual”, afirma Bernabé Gómez, coordinador del programa. Para él, el alto nivel de participación y la diversidad de propuestas evidencian la consolidación de las residencias del MUA como plataforma de referencia, capaz de tender puentes entre universidad, arte y sociedad. Un programa iniciado hace más de una década que nació con la vocación de abrir el museo a la investigación y a la producción artística, más allá de la mera exhibición. Es por eso que se confirma como un motor de creación donde lo académico dialoga con lo experimental y lo local se enriquece con miradas globales.

Las memorias digitales de Lydia Plaza
La primera de las propuestas seleccionadas lleva por título Bind, palabra que significa “atar” o “enlazar”, y que conecta con el término binder, prenda utilizada para comprimir el pecho. A partir de ensamblajes y dibujos, Lydia Plaza construye un paisaje corporal y emocional: “Desde pequeña he estado expuesta a un torrente de imágenes digitales que han configurado mi memoria y mi forma de habitar el mundo. Este trabajo recoge algunas de esas imágenes ancladas en mi recuerdo, que necesito para entender cómo me compongo”, explica la artista. Así, en sus piezas se entrelazan ritmos frenéticos, símbolos juveniles y emociones intensas, configurando un territorio donde lo virtual se convierte en materia sensible.
El bordado como lenguaje: Beatriz Freire
En The construction of the word, Beatriz Freire traslada la reflexión sobre el lenguaje a un terreno textil. Su instalación se compone de siete telas suspendidas, unidas por un continuo bordado de la palabra word. La elección no es casual: fonéticamente cercana a world, evoca la idea de que cada palabra puede ser un mundo en sí misma. El trabajo propone entender el lenguaje como tejido colectivo, ambiguo y mutable, en tensión entre claridad y ruido, intención y deriva. Las costuras visibles revelan no solo la belleza del trazo, sino también sus fisuras, recordando que la palabra nunca es neutra, sino atravesada por contexto, ideología y subjetividad.
La experiencia del tránsito: Laura Salvador Payá
Las imágenes, como los espacios, no se dejan atrapar en definiciones fijas. Ese es el punto de partida de Imágenes que se mueven y traspasan y no pasan, proyecto de Laura Salvador Payá. La artista entiende la percepción como una experiencia situada: no hay dentro ni fuera, ausencia ni presencia, sino un juego continuo de tensiones y posibilidades. Su propuesta invita a detenerse en lo fragmentado y lo afectivo, desactivando la violencia del relato único. Se trata de un trabajo que pone en diálogo cuerpo, imagen y relato, abriendo grietas a través de las cuales imaginar otras realidades simbólicas.
Lucía Cassiraga cartografía el “eterno femenino”
Con El eterno femenino, la argentina Lucía Cassiraga levanta un atlas visual y conceptual que revisa críticamente la iconografía asociada a la feminidad a lo largo de la historia. Erotización, sacralización, domesticación: los cuerpos de las mujeres han sido moldeados culturalmente bajo estas lentes, convertidos en objeto de deseo, mito o control. La artista propone una lectura no lineal, expandida, de este archivo simbólico, en diálogo con la idea foucaultiana de utopía. “Las representaciones del eterno femenino han funcionado como ficciones proyectadas sobre los cuerpos de las mujeres, ideales construidos que han operado como formas de dominación”, señala. Su instalación convierte ese archivo en espacio de interrogación y desplazamiento.
Andrés Rivas y el engaño de la ortiga
La quinta propuesta seleccionada se titula Ad´dâd. El engaño de la ortiga, de Andrés Rivas, y toma como punto de partida un término árabe que designa a las palabras con significados opuestos: los llamados autoantónimos. “Jamás”, por ejemplo, puede significar nunca, siempre o alguna vez. Inspirado en este concepto, Rivas construye un proyecto pictórico e instalativo que se adentra en la ambivalencia como motor creativo, explorando tanto en el lenguaje como en las imágenes o la naturaleza (camuflajes, mimetismos) la riqueza de lo contradictorio. Su propuesta juega con el equívoco como forma de conocimiento.

Un museo como espacio de producción
Durante casi dos semanas, estos cinco artistas trabajarán en las salas del MUA, convertidas en talleres abiertos a la experimentación. El 19 de septiembre, sus procesos cristalizarán en una exposición colectiva que mostrará cómo la universidad no solo conserva y difunde cultura, sino que también la produce y la hace dialogar con el presente. La XI edición de las residencias reafirma al MUA como un actor clave en el impulso a la creación contemporánea, un museo que no se limita a mirar hacia atrás, sino que apuesta por el futuro, confiando en la capacidad del arte para interpelar, cuestionar y transformar.