BENIDORM. Rosana Pastor encarna el dolor de La Desbandá en La hora escrita, el nuevo cortometraje de Coke Arijo que se rueda estos días en Benidorm. La ficción recrea por primera vez uno de los episodios más atroces de la Guerra Civil española y plantea una hipótesis provocadora: ¿y si fue esa masacre, y no la de Guernica, la verdadera inspiración de Picasso?
En mitad del caos, cuando la historia aprieta el paso y los cuerpos se convierten en blanco, hay imágenes que no necesitan color para doler. Una mujer huye por la carretera con su hijo. La carretera, entre Málaga y Almería, se convierte en un corredor de muerte. Las bombas llueven. El ruido no es de pájaros, es de aviones. La mujer no grita, pero en sus ojos caben todos los gritos del siglo XX. Su nombre es Mónica y su historia —real, simbólica, necesaria— es la de La hora escrita, el nuevo cortometraje del director malagueño, que estos días cobra vida en Benidorm.
Por primera vez, el cine se atreve a mirar de frente a La Desbandá, la matanza silenciada de miles de civiles que intentaban escapar del avance franquista en febrero de 1937. Más de 150 kilómetros de asfalto, miedo, hambre y metralla. Más de 5.000 muertos. Cuerpos rotos por los bombardeos. Historias arrasadas sin llegar a ser escritas.
“Esta película habla del dolor físico, del que se siente en un cuerpo en medio del caos”, dice Arijo, sin artificios. La historia está ambientada en la Guerra Civil, pero late al ritmo de un presente que sigue sangrando por las mismas heridas. “Millones de personas viven hoy desplazamientos forzados; esta historia representa ese instante en el que solo seguir caminando te puede salvar la vida”, describe el director.

En ese cruce entre la memoria y el presente se sitúa La hora escrita, que propone un gesto tan poético como incendiario: ¿y si el Guernica de Picasso, ese mural universal del horror, hubiera nacido en realidad de La Desbandá? ¿Y si el pintor, que veraneó en la costa malagueña durante años, hubiera encontrado allí el germen de su obra más desgarradora?
El cortometraje no da respuestas, pero tampoco las necesita. Prefiere sugerir y lo hace a través del rostro de Pastor, que encarna a Mónica desde una fragilidad feroz, sin aspavientos ni discursos. “Ella no necesita hablar; su cuerpo habla por ella”, apunta Arijo. Y no es casual que sea Pastor quien encarne este papel, ya que la actriz valenciana, ganadora de un Goya por Tierra y libertad, ha consagrado su carrera a personajes atravesados por la historia y la dignidad. Ahora, en La hora escrita, su presencia lo llena todo.
A su lado, el joven Marco Berbel, en el papel del niño Juan, completa el reparto principal y, detrás de la cámara, un equipo con músculo y sensibilidad: Celia Riera, Premio Berlanga a la mejor dirección de fotografía, construye con la luz una épica íntima y cruda; Amparo Carrió, también premiada, firma un maquillaje donde el barro y la sangre no son efecto, sino memoria.

Una herida que sigue abierta
Producido por Cristina Vivó (Little Frame) y el propio Arijo (Luz Naranja Films), el proyecto ha recibido el respaldo del Institut Valencià de Cultura (IVC), À Punt Mèdia y el Festival de Málaga. También ha sido reconocido como mejor proyecto en el Shortpitch del Skyline Benidorm Film Festival y ha contado con mentorías de cineastas como Estíbaliz Urresola, Jota Linares y Diego San José. Pero más allá de los apoyos y reconocimientos, lo que mueve a La hora escrita es algo menos cuantificable: el deseo de narrar lo innombrado. De poner voz, rostro y forma a una tragedia que nunca encontró su lugar en los libros de texto.
Arijo sabe lo que es construir desde la herida. Con más de quince años de trayectoria en cine y publicidad, su cortometraje Mi condición fue seleccionado en más de cincuenta festivales internacionales y premiado en más de treinta ocasiones. Ahora, alterna este rodaje con nuevos proyectos como Milímetros, Nakachian o el documental Cuándo coño se dice 'olé'. “Pero este corto es diferente”, confiesa el cineasta. “Es algo que debía hacerse, aunque doliera, o precisamente por eso”, sentencia.
A su lado, Cristina Vivó aporta experiencia y mirada crítica. Directora de producción en una quincena de títulos, cofundó Casi Fantasmas y ha sido responsable de proyectos como Almost ghosts, premiado en Arizona, además de producciones para TVE y À Punt galardonadas con Premios Berlanga. Hoy lidera su propia productora, Little Frame, desde donde impulsa también los largometrajes Los tres escalones, Nakachian, Las estrellas están en las aceras y el corto Acabo de ver un ovni, de Andrea Segarra.