XÀBIA. Se suele mirar a los ojos para tratar de interceptar la mentira, pero el objetivo puede dirigirse también a los pies. Y es que los zapatos tampoco no mienten. Guardan la forma de quien los habita, la huella del polvo, la marca de la lluvia o el desgaste de los días. Algunos conservan el brillo de la fiesta; otros, la suciedad del barro y la sangre. Pueden ser zapatos de salón o botas militares; zapatillas deshechas o tacones de vértigo: todos estos calzados son testigos de distintas vidas. Son memoria y también arte cuando alguien, detrás de una cámara, decide que valen más que un rostro.
Bajo el título El eco de los pasos, la Casa del Cable de Xàbia, en Duanes de la Mar, instalará próximamente una exposición que muestra esos ecos que vienen de lejos y que se proyectan hacia adelante. Una exposición colectiva comisariada por Sean Mackaoui que reúne 57 fotografías de otros tantos artistas en un recorrido plural que abarca más de setenta años de imágenes en las que el zapato —ese objeto cotidiano y en apariencia insignificante— se convierte en metáfora de poder, erotismo, vulnerabilidad y lucha. Una muestra que pudo verse inicialmente en el programa OFF 2025 de PHotoEspaña y ahora se inaugurará en Xàbia el 12 de septiembre, donde podrá visitarse hasta el 12 de octubre. Proyecto que llega ampliado con la incorporación de nuevos nombres, entre ellos el de la fotógrafa alicantina Xusa Bou, y que despliega un paisaje coral de miradas que transforman un simple objeto en un relato de la condición humana.

- Dogs Legs. Nueva York, 1974 -
- FOTO: Elliot Erwitt
El gesto de calzarse
“Imaginemos el gesto primero, hace miles de años”, escribe Yolanda González en el texto curatorial de la exposición. “Un grupo de hombres y mujeres con los pies desnudos frente a una tierra hostil. Tienen que atravesar la jungla, el bosque, la sabana, el desierto o la montaña. Entonces, inventan: envuelven sus pies en corteza de árbol, hojas secas, pieles de animales. El acto de calzarse nace como una estrategia de supervivencia. Escuchemos los ecos de los pasos de aquellos primeros humanos que, con sus pezuñas postizas, se separaban de su naturaleza salvaje”.
El zapato, sugiere González, fue primero defensa. Luego signo. Y, después, arma. Dejó de ser mera protección para convertirse en símbolo de jerarquía: los nobles con zapatos-joya, los siervos descalzos. Más tarde, fue objeto de emancipación y rebelión, capaz de recorrer los pasillos de palacios y de sonar con estruendo en calles de revoluciones. El tacón, el cuero, el desgaste: todo habla de quiénes fuimos y de quiénes somos. Es por eso que el comisario de la muestra, Sean Mackaoui, conocido por su mirada lúdica y crítica sobre los objetos, ha reunido un mapa visual en el que cada obra funciona como una huella singular, pero que al mismo tiempo dialoga con las demás para formar un eco común. El visitante recorre la sala como quien escucha un rumor de pasos pasados que se superpone al suyo.
Entre el fetichismo y la memoria de guerra
En las sesenta imágenes que componen la exposición (cincuenta y siete autores, algunos con más de una obra), el zapato se muestra en toda su polisemia. Aparece como objeto de erotización y fetichismo: el tacón femenino que eleva, seduce y, a la vez, somete. Pero también surge como símbolo de vidas gastadas: zapatillas viejas que son casi una autobiografía de tela y goma. Hay zapatos que se confunden con animales: caballos y monos atados a ellos, recordándonos nuestro exilio animal, la fragilidad de esa frontera entre lo humano y lo bestial. Otros remiten a la tecnología y la prótesis, al cuerpo híbrido que se reinventa como cíborg. Y están, por supuesto, los ecos trágicos de la guerra: botas lustradas que parecen prepararse para volver al barro, botas vacías que delatan al soldado caído, ese soldado invisible que es todos y ninguno. Cada fotografía funciona como un espejo. El zapato no es ya un accesorio, sino un relato en sí mismo que obliga a pensar en los pasos que ha dado la sociedad, y en los que quedan.
Una constelación de artistas
El valor de la muestra reside también en la diversidad de miradas. Desde nombres consagrados de la fotografía internacional hasta voces emergentes, todos convocados por Mackaoui en torno a un mismo eje: el zapato como dispositivo narrativo. Una gran nómina de artistas que convierte la exposición en un verdadero mosaico de estilos, técnicas y sensibilidades. Entre ellos, destacan figuras históricas como Irving Penn, Horst P. Horst o Deborah Turbeville, maestros del retrato y de la moda que transformaron el calzado en ícono estético, junto a autores españoles de referencia como Chema Madoz, con su universo de metáforas visuales, o Alberto García-Alix, con su crudeza biográfica. Una lista que se completa con artistas que aportan miradas más recientes, como Lúa Ribeira, que trabaja sobre los márgenes sociales, o María Moldes, con su fotografía irónica y crítica. Y, entre todos ellos, la presencia de la alicantina Xusa Bou, que suma un acento local a una exposición de alcance global.

- Imagen del cartel de la exposición 'El eco de los pasos'
De Madrid a Xàbia: un viaje con escalas
El eco de los pasos nació en Madrid, dentro del circuito OFF de PHotoEspaña 2025, como una propuesta arriesgada y singular. En un festival marcado por la multiplicidad de discursos, Mackaoui eligió centrarlo todo en un objeto único, pero infinitamente interpretable, y el resultado fue un éxito de público y crítica. Ahora, la muestra aterriza en la Casa del Cable, un edificio histórico construido en 1860 como estación telegráfica que conectaba la península con Ibiza mediante un cable submarino. Remodelada como sala de exposiciones, la Casa del Cable conserva en su fachada las columnas de tosca que la convierten en un lugar tan simbólico como acogedor. Allí, frente al Mediterráneo y en pleno puerto de Xàbia, los ecos de los pasos resuenan con una fuerza especial. No es casual que este proyecto se presente en un enclave marinero, lugar de tránsito y de huellas, donde la arena y el agua borran y reescriben los rastros.
El visitante que recorra la sala no solo observará fotografías: también se escuchará a sí mismo. Sus pasos sobre el suelo del edificio se mezclarán con los pasos capturados en las imágenes. Como escribe Yolanda González, “descalzar a unos para calzarse todos y generar una nueva música: el eco de los pasos libres e iguales”. Esa música es la que late en esta exposició, con la convicción de que cada zapato es un relato y de que cada paso acerca, aunque sea a tientas, a la libertad.

- Mono con zapato, 1993 -
- FOTO: Alberto García Alix