VALÈNCIA. Cuando uno hace un viaje hay varios básicos que no pueden faltar en la maleta. Ropa interior extra, espacio de sobra para algunos souvenirs coquetos, bolsa de aseo bien completa y una buena cámara para capturarlo todo. Aunque ocupe más de la cuenta y pese un poco, este último objeto es el ideal para generar recuerdos únicos de un viaje, y quienes lo llevan deciden qué lugar es merecedor -dentro de la ruta- de cargarlo a cuestas o no, una decisión que con el móvil ha dejado de tenerse en cuenta. 

La artista y fotógrafa Laura Soriano, que trabaja dentro del mundo de la fotografía con su alias artístico Anne Marie Éluard, no sale a ningún viaje sin su cámara analógica. ¿Su peculiaridad? Es una cámara de medio formato, por lo que solo cuenta con un carrete de doce disparos. Bajo esa presión -agradable para ella- de las fotos finitas ha creado su fotolibro Fragmentos de vida, en el que viaja entre Los Ángeles y el desierto de Mojave a lo largo del mes de octubre de 2024 y que funciona bajo la filosofía de que “menos es siempre más”.

El próximo jueves 27 de marzo este viaje se traslada al estudio de Sebastian Nicolau, donde Laura Soriano se vestirá de Anne Marie Éluard para exponer su obra que toma forma de fotolibro. Entre las páginas de Fragmentos de vida la artista y creadora -y hasta el pasado mes de julio guardiana de Sebastian Melmoth- concibe un viaje en el que fotografía a sus compañeras Amanda Frances, Katie Malia y James Mountford entre las arenas del desierto y dentro de un road trip que ahora se lee en analógico: “Me gusta trabajar con gente que conozco y en sitios que me inspiran, la fotografía de este libro nace de una mezcla de este viaje y de nuestra inquietud artística que ahora forma parte del paisaje”. 

Basándose sobre un fondo “hueco”, el del desierto, lo habita con cuerpos que posan desnudos y que se mimetizan con el entorno bajo la luz del sol y del flash de Anne Marie. “Quiero capturar a las personas que aparecen en medio de la naturaleza, que forman parte del paisaje de una forma muy libre. Fotografiar desnudos en este espacio me recuerda mucho a los inicios de la fotografía en los que las fotos se hacían en estudios y eran muy sencillos, tan solo contaban con la persona con pocos aderezos y que parecen más bien atemporales”. Jugando con el autorretrato, el filtro de blanco y negro y espacios interiores y exteriores, Anne Marie busca también formar parte de la serie más allá de crear la imagen porque quiere “ser un personaje de la historia que está creando”.

Entre un centenar de fotografías de este viaje, la artista juega a ordenar y recolocar las imágenes para generar una historia que se cuenta sola, la de su viaje: “La historia aparece ante mis ojos cuando ordeno las fotografías. Volví a la ciudad y soñaba con volver al desierto otra vez y es de ahí de donde nace este libro, de esa idea de irte, volver al lugar en el que quieres estar. En el fotolibro expreso mi historia vivida en este viaje, mis sentimientos y lo que me ha marcado dentro del desierto”, explica. Jugando con la limitación de las doce fotografías por carrete, a Anne Marie le gusta ir en contra del formato de fotografías infinitas del móvil y pensar en la fotografía como un proceso para captar su vida y su movimiento. Lo hace con un fotolibro autoeditado que surge de esa necesidad de llevar, siempre en la maleta, una cámara que le ayude a encapsular el desierto a través de su lente y que, por mucho que pese, siempre será su acompañante más preciada sobre la carretera.