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VILLANCICOS NO, GRACIAS

Cómo escapar de la Navidad: la guía definitiva para sobrevivir a la dictadura del espumillón

  • Plácido
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VALÈNCIA. Sí, ya está aquí. Ya despliega sus garras sin piedad. Ya reclama las calles y los días. Ya impone su ley sobre el calendario. No importa cuánto intentes resistirte. No importa cuánto reniegues de ella. No hay marcha atrás. Ha llegado la Navidad. Al fin y al cabo, ella llega cuando quiere (de hecho, cada año decide llegar antes). Y lo hace con su habitual estruendo de felicidad obligatoria, consumismo descontrolado y excesos decorativos. Con su mochila de melancolías y ausencias. Con una lista interminable de obligaciones sociales, adornos luminosos y tareas pendientes.

Ahora que las pezuñas de los renos se preparan para surcar el firmamento y las orejas de los elfos asoman por cada esquina, se hace urgente ensamblar un inventario de recomendaciones antinavideñas. Un puñado de propuestas con las que huir de la dictadura del villancico y el terror del espumillón. Ya sea desde el hedonismo o la subversión; desde la introspección o desde el ejercicio de un pensamiento crítico sepultado bajo toneladas de turrón. 

Mundos apocalípticos. Meriendas campestres. Playas y crímenes varios. Familias disfuncionales que no son la tuya. Viajes a otros siglos. Evasión. Si tu deseo navideño es escapar de la Navidad, aquí van algunas ideas para organizar el plan de fuga.

  • Bad Santa -

Óscar Brox, librero en Ramon Llull y editor en Détour

“Empiezo con una recomendación libresca: La cosecha de hielo, de Scott Phillips (Sajalín). Un noir ambientado en vísperas de Navidad que funciona con la precisión de un reloj suizo para explicar la odisea, un tanto tragicómica, de un abogado de la mafia empeñado en llevar a cabo un golpe sencillo. La época del año y el espíritu benefactor que le asociamos hacen un poco más mezquino el plan y más rabiosa la lectura de una América de ilusiones rotas y optimismo vacuo. Esa misma que no se da cuenta de que la están desplumando mientras se queda embobada frente al árbol de Navidad más exageradamente decorado.

Mención especial: Skippy muere, de Paul Murray (Pálido Fuego). La historia de ese internado católico irlandés es como levantar el tapete del espíritu dickensiano (y, por extensión, de la pretendida bonhomía con la que cargamos al espíritu navideño) y mostrar, con carcajadas y tristeza, las miserias acumuladas debajo. 

En cine, hay varias películas que merecerían entrar en la categoría, ya sea por su despliegue testosterónico entre villancicos o por el humor corrosivo con el que cortocircuitan la tradicional bondad de esas fechas. Bad Santa podría ser una y Los fantasmas atacan al jefe(que en mi cabeza es algo así como El acorazado Potemkin del capitalismo navideño), otra. Que sus protagonistas sean emblemas del humor más agrio como Billy Bob Thornton Bill Murray no es casualidad.

Por último, todos los años suelo ver, por alguna extraña mitomanía, una actuación en la que Bing Crosby y David Bowie cantan villancicos. Me pregunto si en algún momento a Nina Hagen le dio por grabar uno. ¿Habría algo más punki o antinavideño que eso?”.

Áurea Ortiz, crítica audiovisual y técnica de La Filmoteca

“Para mí, la obra más antinavideña que existe es Plácido (1961), de Berlanga, que es una obra maestra del cine. Ahí está todo: lo duras y difíciles que son las fiestas cuando no tienes nada o estás solo por obligación, la hipocresía social, la falsedad de los buenos sentimientos y la perversión del mensaje original de la Navidad. Una denuncia demoledora en forma de comedia trepidante, con un ritmo infernal: todo pasa constantemente, con diálogos vivísimos, realismo, humor negrísimo y burla de los símbolos religiosos y navideños. El villancico final es demoledor: “-Madre, en la puerta hay un niño / más hermoso que el sol bello / tiritando está de frío / porque viene casi en cueros. / -Pues dile que entre y se calentará / porque en esta tierra“…ya no hay caridad / ni nunca la ha habido / ni nunca la habrá”. Extraordinaria.

  • Plácido -

El cuento de O. Henry, El regalo de los Reyes Magos, se recuerda siempre en Navidad por celebrar el triunfo del amor sobre todas las cosas y, aunque es precioso, a mí siempre me ha parecido tristísimo y muy amargo. Me pesa mucho más la pobreza extrema de los protagonistas que lo del “verdadero significado de dar”. Son pobres de solemnidad, auténticos parias, están muy jodidos y a nadie le importa un bledo si se mueren de hambre. Todo mal. Añadiría también la belleza de la película Dublineses, de John Huston, y el cuento de James Joyce que adapta. Aunque es una celebración, expresa muy bien la melancolía y la mezcla de sentimientos que provoca la Navidad, esa conciencia de las pérdidas y de lo que pudo haber sido y no fue”.

Fiona Songel, escritora, gestora cultural y responsable del club de lectura Hogar

“La canción River, de Joni Mitchell, viene perfecta porque empieza con una melodía típica navideña, pero se transforma en una canción tristísima sobre la necesidad de huir y la pérdida de un amor. Cuenta cómo sus sentimientos contrastan con el ambiente festivo de las calles.

 

También recomendaría cualquier libro de Amélie Nothomb, que escribe como nadie sobre relaciones familiares tóxicas, haciendo que las dinámicas de cualquier familia forzada a reunirse en Navidad parezcan inofensivas. Si tengo que elegir dos novelas recientes en las que aparecen relaciones materno/paterno-filiales especialmente crueles, diría Golpéate el corazón o Los aerostatos.

Bonus track: saltarse la cena de empresa y ponerse El resplandor. Invierno, una familia confinada por la nieve y demasiado alcohol”.

  • -

David Silvestre, poeta, periodista y gestor cultural

“Aunque a mí me encanta la Navidad, a menudo funciona como un mecanismo con el que se corre un tupido velo sobre los problemas que están ocurriendo. Durante unas semanas nos refugiamos en la decoración, en los juegos de luces, en todo ese ambiente festivo que actúa de distracción. Tomamos un respiro para no mirar de frente los conflictos cotidianos, tanto los propios como los del mundo. Así que, prefiero no adoptar la postura del Grinch, sino plantear propuestas que se alejen de esas distracciones y nos obliguen a mirarnos un poco en el espejo, aunque pueda resultar algo crudo.

La primera es Sílithus (La oveja roja), un poemario de Enrique Falcón. La considero una obra magna de la poesía actual. El libro nace de un encargo: se le pidió al autor que imaginara cómo sería el Apocalipsis. Falcón propone un mundo ya colapsado y va describiendo sus capas sociales, cómo se reorganizan y sobreviven. Es un texto durísimo, muy seco, pero capaz de despertarnos y hacernos tomar conciencia de hacia dónde podríamos encaminarnos.

  • El Resplandor -

También recomendaría Los santos inocentes, tanto la novela como la película. En plena Navidad, observar a esa familia de trabajadores, casi siervos, sometidos por una familia de señoritos en la Extremadura rural, resulta profundamente antinavideño. La forma en que son tratados (como si no fueran personas) es un recordatorio brutal de quiénes hemos sido los españolitos y las españolitas, de nuestros orígenes y de esas clases populares que han convivido siempre con las desigualdades. Si tuviera que quedarme con un personaje, sería Régula, la madre: sin protagonismo explícito, es quizá quien mejor encarna la gravedad de toda la situación.

Mi última propuesta es el videojuego Project Zomboid, desarrollado por Piston de Indias. Es un juego de rol de mundo abierto en el que creas un personaje que intenta sobrevivir en un apocalipsis zombi. No hay nada menos navideño que una crisis de este tipo. Aunque la temática pueda parecer ya un poco gastada, el juego está muy bien resuelto y tiene una particularidad clara: vas a morir. El juego te lo anuncia desde el principio; la cuestión es cuánto tiempo logras aguantar en ese mundo sin luz, sin esperanza y, desde luego, sin ningún destello navideño”.

Gudrun Palomino, traductora, poeta e investigadora

“Para huir de la Navidad, recomiendo empezar con música: Snow on the Beach (More Lana del Rey), de Taylor Swift. Aunque su último disco nos haya defraudado, siempre podemos volver a canciones anteriores. La pieza retrata una relación excepcional, rara, como un día en el que nieva en la playa. No es la canción más profunda de Swift, pero sí una de las más reconfortantes del disco Midnights.

 

En cine, El rayo verde, de Éric Rohmer, permite huir a una historia de verano. Antes de las vacaciones, Delphine, una joven francesa, se da cuenta de que está sola y nadie la puede acompañar en sus viajes. La película es un susurro que indaga en la soledad, pero también en la esperanza y la pulsión de búsqueda de posibilidades futuras.

 

En literatura, destaco el poemario El siglo, de Juan de Salas (Ultramarinos): un canto gamberro a la historia de España, al amor como corriente de agua que explora asfalto, cuerpos y excursiones al campo. Si no gana los próximos premios más relevantes de poesía joven española (El Ojo Crítico, el Nacional…), me enrabietaré muchísimo”.

Andrea Torres, creadora escénica, periodista y gestora cultural

“Frecuentamente, la Navidad intenta arrastrarte o bien a un pozo de melancolía, o bien a un torbellino de consumismo descontrolado. Para evitar ambos peligros, opto por la evasión.

Una buena opción es visitar la exposición La Ruta, en Bombas Gens. El trabajo instalativo, a cargo de Vitamina Studio, está realizado con mucho cuidado. Es una experiencia fascinante, no solo para quien se interese por la Ruta, sino para cualquiera que necesite desconectar de su presente durante un rato. Está muy bien documentada, combina una parte lúdico-festiva con otra histórica (al fin y al cabo, es también nuestra historia, la de València y sus industrias culturales) y permite entender la dimensión artística que tuvo la Ruta en sus inicios, más allá de los prejuicios. Además, resulta muy recomendable para todas las edades.

  • Andrea Canepa. Entre lo profundo y lo distante -

Otro plan es la recién inaugurada Andrea Canepa. Entre lo profundo y lo distante, en el IVAM. No conozco a esta creadora y eso es justamente lo que me atrae: sumergirme en algo nuevo. Acercarse a una artista o a un proyecto del que sabes poco es una manera perfecta de evadirse. Es una exposición muy colorista, con múltiples texturas y referencias a diversas comunidades indígenas.

En el terreno literario, recomiendo Literatura infantil, de Alejandro Zambra. Es un viaje a la infancia, un homenaje a los vínculos familiares (en este caso, entre padre e hijo). Reúne pequeñas escenas muy humanas y es una lectura tierna y muy sensible. En unas fechas en las que la familia adquiere tanto protagonismo, puede ser una forma de volver a nuestro niño interior y recordar qué es realmente importante.

Y si hablamos de tradiciones, cada Año Nuevo vuelvo a ver Sonrisas y lágrimas. Viajar a las colinas de Salzburgo, cantar canciones entrañables y sumergirse en un ambiente bucólico y pastoril es otra forma de huir de todo lo que rodea a estas festividades. Y permite hacerlo, además, desde la alegría. Añado otra opción que quizás suene un poco extraña: un maratón de Los Bridgerton. ¿Por qué no pasar las tardes navideñas con una taza de té, recreándote en mansiones, peinados imposibles, joyas, chismes y colores exuberantes? De nuevo, evasión pura.

Por último, para quienes tengan criaturas en casa, recomiendo Colors, de la compañía L’Autèntica, que se presenta el 21 de diciembre en L’Horta Teatre. Es una instalación audiovisual para público de 1 a 5 años. La infancia participa de la escena, rodeada de texturas, colores y sonidos en un entorno plenamente inmersivo. Me parece una propuesta excelente para que los más pequeños no reciban únicamente los estímulos navideños habituales (Papá Noel, renos, elfos, belenes…) y puedan experimentar algo distinto”. 

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