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Brian Epstein, el hombre que lanzó y mantuvo juntos a los Beatles

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VALÈNCIA. Los Beatles nunca hubieran sido lo que fueron sin Brian Epstein. Cuando los descubrió en el Cavern Club, aún eran un diamante sin pulir. Epstein vio en ellos una oportunidad, una visión que llevaría a declarar tiempo después: “Mi propia frustración se evaporó al descubrir a los Beatles porque supe que podía serles útil”. Pero en realidad se estaba ayudando a sí mismo. Hijo de Harry y Queenie, un matrimonio de raíces judías de clase acomodada, Brian Samuel Epstein, nació en Liverpool el 19 de septiembre de 1934. Su padre era el propietario de la cadena de tiendas North East Music Stores, dedicada inicialmente a los muebles hasta que acabó vendiendo instrumentos musicales y discos. Brian quiso estudiar interpretación en la London’s Royal Academy of Dramatic Art, y también intentó diseñar ropa, pero como no era un estudiante aplicado, fracasó en ambos intentos. Su padre lo puso al frente de la tienda de Liverpool, la misma en la que el padre de Paul McCartney había comprado un piano de segunda mano años atrás. Esta vez, el trabajo sí le gustó y se volcó en él, haciendo que las ventas del negocio familiar aumentaran.

Compaginaba su labor comercial con una columna sobre actualidad musical que aparecía en la revista Mersey Beat, y eso fue lo que le llevó a ver a los Beatles en noviembre de 1961. Unas semanas después de aquel encuentro firmaba con ellos un contrato que le convertía en mánager de la banda, un documento que apenas tenía validez legal porque solo dos de sus miembros habían cumplido los 21 años. Otros representantes intentaron disuadirle de su idea. Los Beatles tenían fama de ser difíciles de llevar y Espstein no tenía ninguna preparación a nivel legal o empresarial, pero su música, su presencia y su sentido del ritmo le impresionaron tanto que decidió trabajar para convertirlos en “el grupo más grande del mundo”. Les dijo que se olvidaran de los tejanos y las prendas de cuero, que dejaran de soltar tacos en las actuaciones y le ordenó que ni bebieran ni fumaran sobre el escenario. Los uniformó y les cortó el pelo. "Siempre estuvimos esperando a que apareciera el gran tipo con un puro en la boca”, dijo en una ocasión John Lennon, aludiendo a la llegada de ese mánager con el toque Midas con el que todo artista recién llegado al mundo del espectáculo espera cruzarse. Epstein no encajaba en ese estereotipo ni falta que hacía. En octubre de 1962, el cuarteto triunfaba con su primer sencillo, Love Me Do. Epstein les consiguió contrato con Parlophone después de que la discográfica Decca los rechazara aludiendo que “los grupos musicales ya estaban pasados”.

De la noche a la mañana, Epstein pasó de gestionar una tienda a organizar giras mundiales, supervisar contratos de derechos, estudiar proyectos cinematográficos y revisar licencias de merchandising. El abrumador éxito de la banda cogió a todos por sorpresa. ”Nunca pensé en una repercusión como la que han tenido, pero siempre supe que iban a llegar muy lejos”, declaró el mánager, que a su vez se enorgullecía de la manera en que les había llegado la fama: ”Los Beatles crecieron y triunfaron en base a su ímpetu natural, sin necesidad de beneficiarse de golpes de efecto o trucos baratos, y eso me gustaría que quedase muy claro”, declaró en una entrevista. A pesar de su olfato comercial, su inexperiencia hizo que en algún caso el grupo dejara de ganar mucho dinero, pero suplía la carencia de conocimientos técnicos con el instinto. Uno de sus grandes fallos fue permitir que los derechos editoriales del catálogo beatle fueran gestionados fuera del entorno empresarial del grupo. Pero entre sus grandes aciertos estuvo el sacarlos del circuito de salas y teatros y llevarlos a los estadios, algo que nadie había hecho hasta entonces. También fue mérito suyo el negociar con el presentador Ed Sullivan una actuación en su influyente programa de televisión, The Ed Sullivan Show, (que, dicho sea de paso, fue uno de los vehículos culturales que en los años cincuenta y sesenta luchó por dar visibilidad a los artistas negros) que llegaba a millones de hogares estadounidenses. Epstein rebajó el caché del grupo a cambio de que fueran los cabezas de cartel del programa. Cuando episodio fue emitido en febrero de 1964, la beatlemanía contagió a los americanos y se convirtió en un fenómeno global. Ya no había manera de detener aquello.

La fama del grupo también hizo que la figura del mánager estuviera sometida al escrutinio público. Epstein manejaba su vida privada con discreción por miedo a las consecuencias que pudiera acarrearle puesto que, en el Reino Unido, estuvo penada por la ley hasta su legalización en 1967. Uno de los muchos mitos que circulan acerca del grupo es la posibilidad de un fugaz encuentro sexual entre Lennon y Epstein durante un viaje a España, rumor que Lennon negó en varias ocasiones. En cualquier caso, y tal como se recoge en el libro The Velvet Mafia, de Daryl W. Bullock, el Swinging London estuvo dominado por mánagers que fueron terriblemente influyentes y decisivos en el negocio del pop, desde Robert Stigwood (Bee Gees) a Simon Napier-Bell (Yardbirds, Marc Bolan, nuestro Junior). Epstein, que también dirigió las carreras de Cilla Black y Gerry & The Peacemakers, conoció a Andy Warhol cuando este viajó a Londres y discutió con él la posibilidad de que Epstein representara al grupo en Europa y los llevara a actuar a Inglaterra.

Cuando los Beatles tomaron la decisión de dejar de actuar en directo, Epstein temió que tampoco quisieran renovar su contrato con él. La presión era enorme. La necesidad de mantener el ritmo de trabajo al máximo nivel había hecho de él un adicto a las anfetaminas. Ingresó en la Priory Clinic de Londres para curar su adicción, pero murió unas horas después de salir, el 28 de agosto de 1967, al mezclar alcohol con un poderoso sedante. Los Beatles, que se encontraban en la India con el Maharishi, volvieron de inmediato al saber de su muerte, pero la familia les pidió que no asistieran al entierro para evitar el circo informativo. Sí que acudieron a un servicio privado celebrado posteriormente. “Fue entonces cuando supe que teníamos un problema”, dijo Lennon años más tarde, aludiendo al efecto que tuvo la pérdida de su mánager, al que muchos consideraban el quinto miembro de la banda. Tras la muerte de Epstein, los Beatles optaron por representarse a sí mismos. Ahí fue donde comenzó el caos definitivo. Se comportaron como millonarios caprichosos, estrellas despreocupadas, mecenas inocentes. Perdieron a la persona que había cuidado de ellos desde antes de que fueran famosos, y también a la única persona capaz de ejercer como mediador entra los cuatro. Tres años después de su muerte, los Beatles, agotados por lo que habían vivido y conseguido en tan sólo ocho años, tiraron la toalla y se separaron.

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