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Alba Flores: “Con ‘Flores para Antonio’ puedo abrazar a la niña enfadada que fui”

  • Isaki Lacuesta y Elena Molina junto a Alba Flores
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VALÈNCIA. Nada más nacer, Alba González Villa -bautizada artísticamente como Alba Flores porque “no le quedaba otra”- tuvo una canción de su padre, Antonio Flores, quien le dedicó Alba, un poema musicalizado en el que describe a su hija como “la flor que siempre quise en mi jardín”, y que la define como una niña “tan bonita, tan morena y tan gitana como era”. El tema estuvo varios meses escrito, pero hasta que Antonio no encontró la manera de hacerlo un poco “rockero” y a su estilo no se atrevió a lanzarlo al mundo. Esta anécdota tierna y familiar se cuenta en Flores para Antonio, una espectacular película documental dirigida por Isaki Lacuesta y Elena Molina que cuenta con Alba Flores como productora y que sirve para que la actriz y creadora se enfrente de adulta a la muerte de su padre.

Entre collages de su padre, fotografías de archivo -tomadas en su gran mayoría por su amiga Marianne Nielsen- y muchas canciones Lacuesta y Molina consiguen que Alba viaje al pasado para comprender la vida y muerte de su padre, abrazada por un equipo “muy amoroso y amable” que consigue capturar el primer momento en el que la hija pregunta a sus tías -Rosario Flores y Lolita- por la muerte de su hermano. Este relato, intimista, emocional y único, llega de las manos de Alba Flores el próximo lunes 15 de diciembre a los Cines Lys, donde la productora, actriz y protagonista de este relato tendrá un coloquio con el público valenciano después de cada presentación. Un momento que le hace especial ilusión porque “en los coloquios es donde más se aprende” y porque está emocionada de presentar esta historia al mundo, con la que busca y consigue que el cine sirva para celebrar la vida. 

 

 

-Trabajas con Isaki Lacuesta y Elena Molina en un relato que, lejos de caer en la pornografía emocional, logra desenredar las capas de los Flores y hablar del duelo desde un punto personalísimo, ¿qué supone para ti vivir este proceso junto a ambos directores?

 

-A nivel personal ha sido una lección de cine increíble. Isaki y Elena tienen una responsabilidad poética enorme sobre la historia y una mirada libre de prejuicios sobre nuestra historia. Trabajan desde un lugar muy organizado y que está a servicio de lo que vivimos y averiguamos conforme avanzamos en el relato. Son directores muy amables y se nota que saben tratar al equipo como una familia.

 

-¿Dirías que este ambiente “familiar” facilita que tengan lugar las conversaciones difíciles que se pueden ver en la película?

 

-Es un espacio muy propicio para que pase todo lo que tenía que pasar. Ambos han tomado decisiones muy acertadas sobre como colocar las cámaras y las luces, y han investigado cómo acercarse. En montaje, Mamen Díaz y el resto del equipo también han conseguido tomar las decisiones acertadas para hacer que el cine sea un lugar que va más allá.

 

-La película habla de la familia de los Flores, pero también del duelo, ¿por cuál de los dos relatos crees que llega el espectador a las salas?

 

-Esta historia es un relato personal, pero que describe a la familia. Lo primero que queríamos con Flores para Antonio es que se correspondiera con nosotros como familia, que hablara de cómo nos percibimos. Cuando mis tías y mi madre vieron el primer corte de la película casi sin editar, dijeron que veían a mi padre tal y como era, con su energía y con los valores que le transmitía a su familia. Creo que esta película tiene la honestidad en el núcleo y creo que es lo que está llegando a las salas. 

 

Lo primero que queríamos con Flores para Antonio es que se correspondiera con nosotros como familia, que hablara de cómo nos percibimos

 

  • Isaki Lacuesta y Elena Molina junto a Alba Flores -

 

-Volviendo al duelo, en los créditos finales de la película, agradeces a todos los terapeutas que te han acompañado durante el proceso y escribes en los créditos que “sin ellos habría sido imposible contar esta historia”.

 

-Necesitaba agradecer esta película a los terapeutas que llevan acompañándome más de 19 años. No siempre he trabajado directamente sobre el duelo de mi padre, he hablado sobre parejas y sobre otras cuestiones, pero como toda hija de vecino me he sentado en consulta y he empezado a tirar del hilo hasta llegar al trauma fundacional. En mi caso es la muerte de mi padre, irrevocablemente me llevó a este punto y la película me ayuda a validar esa parte del relato.

 

-En la película dices también que cuando falleció tu padre -él tenía 33 años y ella 8- tú te sentías enfadada con él, y le recordabas como alguien frío y distante, ¿consideras que se te ha pasado ese “enfado” que mencionas en el film?

 

-Siento que con esta película soy una persona adulta que puede abrazar y consolar a la niña enfadada que fui. Esa niña tiene todo el derecho del mundo a estar enfadada, pero con la película puedo aportar un nuevo punto de vista sobre la historia. Considero que es importante validar todas las emociones y sentimientos que tengo en mí, y creo que eso es el gran aporte de la película y de las terapias que he hecho. No se trata de luchar contra lo que te ha pasado, se trata de abrazarlo y entender de dónde viene.

 

-Las conversaciones más emocionales sobre la muerte de tu padre tienen lugar en la cabaña en la que pasó sus últimos días, y que se construyó para estar cerca de su madre -Lola Flores- cuando se enteró de que tenía cáncer de mama, ¿cómo fue para ti volver a este espacio para la película?

 

-He vuelto a la cabaña de mi padre varias veces en mi vida, pero nunca lo había hecho para reunirme con mi familia y hablar de todo lo que pasó. Para mí hay algo muy fuerte de la cabaña que no se puede transmitir en el cine y es que tiene mucha vida. Al estar hecha de madera tiene un olor muy característico, que yo percibo igual desde que era pequeña y que para mí es el olor de mi padre. Las conversaciones que tienen lugar en este espacio surgen de forma muy natural, el equipo accedió al espacio de forma muy discreta y cariñosa y eso se percibe en cómo hablamos.

 

He vuelto a la cabaña de mi padre varias veces en mi vida, pero nunca lo había hecho para reunirme con mi familia y hablar de todo lo que pasó

 

  • Rosario, Lolita y Alba en la cabaña de Antonio Flores

 

-Hacia el final de la película, en la cabaña, preguntas a tus tías sobre la muerte de tu padre. Ellas agradecen que lo hagas -"pregunta lo que no has preguntado en tu vida"- y explican que estaban esperando a que lo hicieras, ¿cómo sientes esa respuesta?

 

-Es uno de los grandes regalos de Flores para Antonio, ver que mis tías tenían mucha necesidad de hablar sobre el tema. Ni en nuestros mejores sueños pensábamos que esa conversación con Rosario y Lolita fuera a tener lugar. Ese momento fue como seguirle la vida al rollo y al momento, fue mágico. Otra de las claves de la película es que se rodó en su gran mayoría en verano, por lo que esta entrevista no se siente como parte de un trabajo. Mis tías vinieron a rodar y luego siguieron de vacaciones, hacerlo en verano nos ayudó a que todo se sintiera de manera más natural y tranquila.

 

-¿Consideras que Flores para Antonio puede ayudar a que otras familias hablen sobre la pérdida?

 

-Cada familia lleva sus tiempos, y creo que nosotros como familia hemos podido tener esta conversación ahora, aunque no tuviéramos todas las herramientas. Estas conversaciones nacen desde una base de cariño y amor, y me siento afortunada de que se refleje en la película y espero que pueda servir como ejemplo.

 

  • -

 

-Durante la película tus tías, y casi todos los amigos de tu padre, insisten mucho en que Alba Flores cante, pero tú te muestras reacia. Sin embargo, en el concierto homenaje de Antonio Flores -que tuvo lugar en Madrid en el año 2023- te lanzas a cantar unos temas con tu familia, algo que sirve como cierre de la historia musical de los Flores de alguna manera, ¿cómo te sientes al ver esa parte de tu historia en el corte final del relato?

 

-Me parece interesante porque es de alguna forma una de las subtramas de la película, me piden que cante porque cantaba con mi padre y quieren que lo haga con la familia. De hecho seleccionamos la canción que hago junto a Rosario, que no es la que mejor suena, pero sí que es la más representativa. Creo que esta parte me sirve para aprender que hay que cantar con la herida acompañándote, y que no puedes pasarla por encima. Yo soy actriz y estoy acostumbrada a ponerle una máscara a la herida, pero no tanto a dejarla ver con amor. Me gusta ofrecer esta parte de la historia al público, a mi familia y a mí misma. La película habla sobre celebrar la vida, y la vida también tiene dolor y se puede cantar con el dolor. 

 

-La catarsis real de Flores para Antonio llega con la lectura de la autopsia de tu padre, que se hace de una forma casi poética y que responde a muchas de las preguntas que se plantean hacia el final del film, ¿cómo llegáis a este final?, ¿fue el que se planteó desde el principio?

 

-Leer la autopsia de mi padre responde a una pregunta que tenía yo como adulta, pero no era nuestra primera opción de cierre de la historia. Recuerdo el primer día que abrimos las cajas de mi padre junto a Elena Molina y que comentáramos que no haría falta pedir la autopsia de mi padre, que era una línea roja y que “ahí no íbamos a entrar”. Pero cuando estábamos cerrando el montaje vimos que teníamos que pedirla, que no había otra manera de terminar la historia, porque al ordenar los testimonios no encontrábamos nada que reflejara fielmente lo que le había pasado esa noche en la cabaña. 

 

Los datos empíricos sobre una muerte no cuentan las verdades internas que se quedan fuera del documento. En la autopsia de mi padre se ve lo que había en su sangre, pero no se ve la pena que vivió los días anteriores

 

Mi primera idea fue que la leyera mi madre, pero ella se negó porque dijo que no lo había hecho en treinta años por la lealtad que le tenía a mi padre, y me dijo: “Es algo que solo puedes contar tú”. La primera idea que tuve fue leerla yo tal cual, pero se lo envié a mi tía Rosario y me dijo: “Esto es horroroso, nosotros no contamos las cosas así, las contamos de otra manera”. Me retó a que lo contara con arte, y yo quise convertir la autopsia en una especie de canción recitada, pensé en cómo darle poesía.

 

Los datos empíricos sobre una muerte no cuentan las verdades internas que se quedan fuera del documento. En la autopsia de mi padre se ve lo que había en su sangre, pero no se ve la pena que vivió los días anteriores. No se habla de su relación con su madre ni de su relación previa con las drogas, y tampoco se habla de cómo se iba a dormir cada noche prometiéndose que al día siguiente estaría mejor. Creo que este cierre es un reto para contar su vida de forma poética. 

 

  • Alba Flores con su padre, Antonio Flores -

 

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