VALÈNCIA. El PSPV-PSOE liderado por Diana Morant a través un momento especialmente complicado en las últimas semanas. Tal y como informó este periódico días atrás, los socialistas valencianos se enfrentaban a un punto de inflexión con la sustitución de Carlos Mazón por Juanfran Pérez Llorca en la Presidencia de la Generalitat, dado que el discurso hasta ahora empleado, muy centrado en la gestión de la Dana, apuntaba a perder eficacia ante un nuevo jefe del Consell que, pese a su cercanía con su predecesor, no estuvo involucrado en lo acaecido en la trágica jornada.
Ahora bien, el problema sobre la estrategia discursiva ha quedado empequeñecido ante el azote que está sufriendo a nivel nacional la marca socialista. Los presuntos casos de corrupción y los escándalos por acoso sexual, están dañando las siglas en todos los ámbitos territoriales. De hecho, distintas fuentes del partido creen que las próximas elecciones autonómicas en Extremadura, que tendrán lugar el domingo que viene, probarán la mala situación del PSOE en líneas generales.
Peor incluso resulta que la federación valenciana sufra distintas implicaciones directas en varios de estos sucesos. Entre los nombres propios relacionados con el PSPV que vienen ocupando portadas en todos los medios de España en relación a presunta corrupción está el del exministro José Luis Ábalos, otrora poderoso dirigente en la provincia de Valencia y también en la Comunitat cuando llegó al cargo de secretario de Organización federal. Esta misma semana se conocía, que uno de sus principales afines en la capital del Turia, José Vicente Berlanga, pasaba a estar investigado en relación con la trama a su paso como presidente de Enusa, un puesto al que habría llegado gracias a la influencia de Ábalos. El PSPV decidía suspenderlo cautelarmente de militancia.
Uno de los problemas del socialismo valenciano es que esa etapa de podería 'abalista' dejó también un rastro orgánico. El propio Berlanga fue uno de los aliados del alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, en su pelea por reeditar su liderazgo provincial en este caso frente al alcalde de Riba-roja, Robert Raga, apoyado por el entorno de Diana Morant. Ganó el primero por un puñado de votos, apoyándose en otros dirigentes que se habían recogido el testigo orgánico del 'abalismo', como es el caso del alcalde de Almussafes, Toni González, quien lidia ahora con una denuncia por acoso sexual y laboral que se hizo pública este viernes y que él niega tajantemente, incluso atribuyéndola a una campaña de "acoso y derribo" auspiciada por "rivales políticos externos e internos".
Con este escenario, el problema para la líder del PSPV, Diana Morant, no es que tuviera buena afinidad con Santos Cerdán o con el propio Ábalos, algo que es incierto pese a las vinculaciones que muchos pretendan establecer. El hecho crítico es que estos dirigentes sí mantuvieron una relación estrecha y de confianza -ambos fueron secretarios de Organización- con Pedro Sánchez, al que ella viene defendiendo a capa y escapada junto a su cúpula del PSPV. Una cárcel de difícil fuga que amenaza con lastrar las posibilidades, no sólo de la dirigente valenciana, sino también de otros aspirantes del PSOE en los envites autonómicos que se ciernen en el calendario.

- Morant, junto a Sánchez en el Congreso. -
- Foto: EP/EDUARDO PARRA
Más aún cuando otras de las referentes valencianas, como son la secretaria de Organización del PSOE, Rebeca Torró, y la responsable de Igualdad del partido y delegada del Gobierno de la Comunitat, Pilar Bernabé, también se están viendo salpicadas por los problemas relacionados con los episodios de acoso en la formación socialista a raíz del denominado 'caso Salazar', donde la gestión con las víctimas no ha estado a la altura de las circunstancias, tal y como han reconocido públicamente las propias dirigentes.
Así pues, el PSPV se enfrenta a tres problemas complejos de solución poco obvia. El primero, el más político referente al discurso a adoptar frente al nuevo presidente de la Generalitat, Juanfran Pérez Llorca, quien se ha puesto manos a la obra para separarse del legado de Mazón, no tanto en los nombramientos como en los gestos, con una operación de mano tendida a la oposición y a las víctimas de la Dana, regada con visitas a la zona cero de la catástrofe y con un cambio de formas notorio respecto a su predecesor. Una reconstrucción política que el PSPV tacha de "blanqueo" que, no obstante, probablemente requerirá de posiciones más audaces y novedosas para visibilzarse como altenativa.
El segundo hándicap es, sin duda, el ya mencionado del desgaste de las siglas. Con las principales referentes del partido volcadas con Sánchez y Ferraz, la única esperanza parece ser que el inquilino de la Moncloa remonte el vuelo, dado que no existe ningún atisbo de que en la federación valenciana se vaya a producir o proponer un cambio de paso que signifique separar el destino del PSPV y de Morant al del máximo líder.
En tercer lugar, el problema orgánico derivado de las distintas situaciones citadas. El partido, especialmente en la provincia de Valencia, aparece partido en dos mitades y, en líneas generales, no son pocos los que ya parecen jugar en mayor o menos medida al postsanchismo. El liderazgo interno de Morant no es, ni mucho menos, sólido; pero tampoco están para tirar cohetes los que se muestran críticos con la secretaria general. Con este ambiente, no resulta extraño que en las filas socialistas se pregunte cada vez más a menudo por el expresidente Ximo Puig, y no ya sólo en relación a la federación valenciana, sino también como referencia en el ámbito nacional.