COMUNITAT VALENCIANA

Alvise recala en Alicante y promete curar a los desvalidos del sistema

Más de 500 personas siguen el acto del líder de Se Acabó La Fiesta en el auditorio del Colegio de Médicos

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ALICANTE.- Se acabó la fiesta, pero que no pare la música. Como si de un gran espectáculo deportivo se tratara, los mayores éxitos suenan de fondo aguardando al que, para algunos, es el dique de contención de lo que unos descontentos consideran el deporte nacional de ciertos políticos: la corrupción. Preside el acto una silueta de José Luis Ábalos ataviado con uniforme presidiario. La cárcel es en lo que, para algunos se ha convertido el sistema que les oprime y les deja fuera; huérfanos de lo establecido que han gestado a líderes mediáticos como Alvise Pérez.

Scrutinia para vigilar los escrutinios

​Dirige el acto el director territorial de SALF a nivel nacional. No han querido caer en la nomenclatura de los partidos tradicionales, que llamaban a sus homólogos «secretarios de organización»; al igual que los hoteles no tienen una habitación número 13, ellos intentan huir de los viejos fantasmas. Anuncia y presenta a uno de los fichajes estrella de la formación: Adrián Yacar, un policía reconvertido en empresario y experto en Inteligencia Artificial que, en su intervención, ha realizado la primera prueba piloto del programa Scrutinia, una IA diseñada para destapar el supuesto fraude electoral.

 

Perseverancia, fuerza y fe

​Le sigue Luis de las Heras, secretario general de SALF, con el que se deshace en elogios el presentador al destacar que es «el primero de su generación», como si conociéramos a todos los de su quinta. Por mucho que quieran, y a pesar de que intenten marcar distancias, no dejan de ser también un partido político, y todos sabemos lo mucho que les gustan a los miembros de esas organizaciones las hipérboles hiperventiladas. Hablando de exageraciones, De las Heras pone la puntilla de las figuras literarias en el relato recurriendo a un vídeo de un imberbe Alvise Pérez para asegurar que el sistema le persigue desde hace años; un sistema en el que participa presentándose a las elecciones. Repite al terminar su intervención lo mismo que han dicho sus colegas: perseverancia, fuerza y fe.

 

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La fe quiere que les salve

​Al aparecer Alvise Pérez, los descreídos del sistema se levantan, aplauden y vitorean su nombre mientras sus ojos, llorosos por culpa del establishment, se dilatan con ilusión ante una nueva esperanza, un caballero blanco que romperá con todo. El lleno en el Colegio de Médicos de Alicante demuestra que son más de los que parece los que quieren que el sistema sane y que Alvise sea el médico que haga que muchos desvalidos vuelvan a caminar. Por mucho que algunos miren a otro lado, hay quienes sienten que tienen las piernas rotas y que en este país no pueden avanzar; en esos espíritus errantes es donde cala el discurso rupturista de Pérez. Si hay algo que une a los presentes no es el idealismo movido por una idea o ideología que promulgue el líder de esta formación, sino la tónica general de estar hasta las narices de una estructura que sienten corrupta. Entre recuerdos de su heroísmo al desenmascarar presuntamente a José Luis Ábalos, una mujer le interrumpe con un grito que le bendice como su última esperanza. No puedo evitar sentir pena, e incluso se me encoge el corazón mientras escribo estas líneas, al pensar en qué han hecho mal los partidos tradicionales para que mucha gente haya llegado a ese nivel de desesperación.

 

​El líder de la formación mete el dedo en la llaga de Vox y hace sangre con sus inicios, no tan lustrosos como los de SALF, al mencionar que él ha conseguido más afiliados en menos tiempo que Santiago Abascal, su alter ego con el que no se habla y al que acusa de juego sucio con «soldados cibernéticos» en las redes sociales; la guerra de Ucrania se gana con drones, la batalla política se gana con bots.

 

​Habla de los problemas del país, esos que han sido el caldo de cultivo para que su partido nazca y él diera el salto de la trinchera infinita de las redes al escaño de eurodiputado en Bruselas. Utiliza el recurso clásico de crear figuras literarias, quién sabe si verídicas o inventadas, para generar empatía en las crisis individuales de cada uno. Un sacerdote amigo mío siempre dice que, si todos contáramos nuestros problemas, darían ganas de llorar. Alvise quiere enjugar esas lágrimas, unas que son tinta dialéctica para que el público, mientras habla, se desahogue de su catarsis interior con insultos a la clase política.

No necesitan médico los sanos, sino los enfermos, no necesitan padre los que tienen pedigrí, sino los huérfanos. Alvise quiere ser el médico que les cure y el padre que les acoja en una casa sistémica del que se sienten repudiados.

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