Comenzaba el año 2022 y se alzaba como una oportunidad para la recuperación económica de la Ciudad después de los problemas generados por la pandemia; Europa y el Gobierno de España prometían inversión y dejaron al descubierto el talón de Aquiles de nuestro sistema.
Creíamos ser el ombligo del mundo, el paradigma del bienestar occidental y vivir en una sociedad sin aparentes problemas graves (o por lo menos solucionables) y la Covid-19 vino para poner de manifiesto la falta de capacidad de nuestros dirigentes: incapacidad para dialogar y llegar a acuerdos lejos de ideologías, incapacidad para proponer, incapacidad para captar, incapacidad en cualquier caso para administrar y gestionar. Políticos pusilánimes al servicio de sus propios intereses; a diestra y a siniestra, sin distinción, nuestros dirigentes procuran con nuestro dinero granjearse su éxito personal ajenos a la prosperidad de quienes representan.
Este es el modelo y ese es el nivel.
Y esa es también la realidad terca, la que se repite ejercicio tras ejercicio, la que los ilicitanos tratamos de digerir como sociedad cuando un proyecto parece tapar a otro y pocos se culminan, cuando un despropósito oculta otro, y así sucesivamente. La que, en definitiva, el Instituto ICIE percibe en su desinteresado quehacer diario.