ALICANTE. Necesitaban calor (uno más que otro), y se lo dieron. La Diputación de Alicante y el PP que la gobierna necesitaban exteriorizar las "despóticas" fórmulas del presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, y que mejor manera que hacerlo con la visita de la vicepresidenta, Mónica Oltra, de Compromís, con la que César Sánchez exhibió su sintonía y voluntad de acuerdo. Todo un mensaje a Puig, al que los populares afean que lleve dos años sin visitar el Palacio Provincial y, además, les haga comulgar con sus decretos de coordinación turística o el programa XarxaLlibres sin dejarles tocar bola en las decisiones cruciales.
Pues Oltra ha entrado este lunes al Palacio Provincial con la bandera blanca y ha salido casi a vítores y abrazos. "Me he sentido como si estuviera en mi casa, no en casa", no tardó en expresar. Y Sánchez le correspondió con un mensaje muy alejado del que predicaba en los últimos días, en los que se mostraba dispuesto a hacer de la frontera provincial un hito inexpugnable. "Hay que evitar la confrontación institucional para reconducir el diálogo y las relaciones", ha reivindicado el presidente del denominado Gobierno provincial. Justo lo que no ha acaecido en los últimos meses entre Alicante y el Gobierno valenciano.
Sobre la mesa, había un eje: pactar la política social, pero surgieron muchos más y, casi de forma improvista, la sintonía y la buena voluntad inundó la sala de prensa que compartieron como de si una cumbre bilateral de dos gobiernos se tratase. Sánchez pidió respaldo para la zona franca, tuvo comprensión; y Oltra reclamó apoyo para el fondo de cooperación municipal, y casi que lo logró y dio por hecho que en 2018 la Diputación de Alicante sería una más en el barco. Meses de bloqueo, resueltos en cuestión de 50 minutos. Los escalones impuestos por Puig, igualados en un santiamén y con toda la solemnidad de una cita esperada. Lo que buscaba Sánchez, resuelto: bilateralidad.