Al poco de su toma de posesión como alcalde, Joan Ribó anunció su firme disposición a prohibir el bou embolat en todas las pedanías de València, "aunque me cueste el puesto de alcalde en las próximas elecciones", proclamó. Hablamos de 2015. Al final cumplió su palabra: se prohibieron en las partidas rurales del cap i casal esta práctica, también la del toro ensogado, y don Ribó volvió a ganar las elecciones de 2019. Escribo esto por la actitud timorata del resto de partidos políticos (a excepción de IU y Podemos), PSOE y PP, en abrir un debate sereno y contundente al mismo tiempo para poner freno al maltrato animal desaforado, salvaje y cruel.
Obvio citar al partido de las tres letras: ¿para qué? No hace fata ser un animalista exacerbado para llegar a la conclusión de que por encima de todas las cosas se encuentra el imperio de la lógica así como la evolución de las costumbres, afortunadamente. De lo contrario, aún seguiríamos en España con el Toro de la Vega, suprimido en marzo de 2019 tras largos años (demasiados) de controversia.