VALÈNCIA. Dice José Muñoz, secretario de Organización del PSPV, que manejan datos que les hacen ser optimistas del triunfo de su partido el 28M. Entendemos que han encargado encuestas que vislumbran esa victoria que, por su entregado optimismo, les daría para rozar una mayoría en la que Compromís sería necesario, pero sin el mismo poder para negociar el futuro reparto de carteras.
No parece plausible; más bien suena a querer insuflar un mensaje para que los suyos se movilicen o bien, para aquellos votantes centrados, que ven en Ximo Puig la figura de un presidente prudente al que votarían muchos tradicionales votantes de derechas «si no fuera porque va de la mano de Compromís y Podem». Un clásico. Y por ahí andan, transmitiendo o pretendiendo lanzar ese mensaje de centralidad. El que lanza Puig no solo a través de sus discursos, sino por sus hechos. En público no se ha salido del tiesto. Ha sabido compensar, mantener un equilibrio, al menos en público, guiñando ojos tanto a la cúpula empresarial —repito, cúpula— como a la clase media trabajadora, que es así como los socialistas llaman ahora a los curritos que más sufren los avatares de la gestión política.