MADRID. El nuevo X2, la última apuesta de BMW para el segmento de los todocamino compactos, es actualmente el mejor ejemplo de lo que supone un crossover, ya que combina con maestría la conducción de un turismo con el espacio de un pequeño monovolumen.
El último integrante de la familia X (la de los SUV) de la marca BMW llega con todos los ingredientes para relegar a un segundo plano a sus competidores alemanes premium.
Antes de valorar si tiene el comportamiento dinámico característico de un BMW, vamos a centrarnos en lo espacioso que es por dentro, algo que ha sorprendido a las personas que se han interesado por el coche.
Con un conductor de 1,82 metros de alto, un pasajero de similar altura tiene el mismo espacio para las rodillas que si viajara en una berlina del segmento D, de las que la mayoría actualmente están en el entorno de los 4,70 metros de largo.
Lo mismo sucede con el espacio para la cabeza, a pesar de contar con una línea cupé, una persona de 1,82 metros no rozará el techo, aunque, como es el caso de la unidad probada, el vehículo equipe el techo panorámico y practicable.
BMW ha sabido aprovechar cada una de las cotas de este vehículo para dotarlo de la mayor amplitud posible. Ha jugado con algo de ventaja porque para su fabricación se emplea la misma plataforma que la del BMW X1, que mide siete centímetros más de largo y es 8 centímetros más alto.
Pues bien, siendo algo más pequeño y bajo que el X1, el X2 ofrece la misma habitabilidad que éste.
El puesto de conducción es muy cómodo y ergonómico, con una pantalla central flotante que facilita su manejo y visualización y un diseño del salpicadero ligeramente inclinado al conductor.
El asiento deportivo de la unidad probada recoge bien el cuerpo, lo que se agradece tanto en ciudad como en viajes largos. Esta característica es extensible a la butaca del copiloto.
Atrás la butaca está dividida en una proporción 40:20:20, con lo que el respaldo central se puede tumbar independientemente para colocar objetos largos como pueden ser unos esquíes.