Sostienen los cronistas barceloneses que al discreto Alberto se le puso cara de presidente en su reciente encuentro con la putrefacta burguesía catalana. Los no muy versados en la materia desconocemos cuáles son los rasgos propios del rostro de un presidente, y nos gustaría, si hubiera ocasión, que nos los explicaran.
Nada hay nuevo en el proceder de los líderes conservadores. Es costumbre inveterada que rindan pleitesía a las grandes empresas del Principado. Necesitan su bendición en el camino hacia el poder. Lo hizo el adusto Aznar, lo repitió el ladino de Mariano y lo ha hecho el discreto Alberto.
El líder de la derechina quiso congraciarse con los prebostes del Cercle d’Economia con guiños al catalanismo. No habla catalán en la intimidad, como Aznar, pero podría estar en ello. Quien estudia inglés a toda prisa puede reservar un hueco con su profesor particular para chapurrear la lengua de Joan Maragall.