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LA LIBRERÍA

‘Acerca del robo de historias y otros relatos’ de Gueorgui Gospodínov

VALÈNCIA. Cada historia que contamos puede ser la última, pero las historias, como los genes, prosperan en el tiempo, siendo como son mucho más longevas que sus portadores. Sus genes se llaman memes, unidades de información cultural que se propagan de persona a persona en dirección al futuro, o al menos así lo imaginó el biólogo Richard Dawkins en otra historia, precisamente, El gen egoísta, de la que ahora estamos haciendo uso tomándola prestada, aunque quizás en otras ocasiones lo hagamos con menos miramientos hacia su origen, de tal manera que quien nos escucha o lee, sin querer, nos la atribuirá al menos inconscientemente, y así el préstamo se habrá convertido en otra cosa, un hurto sin malicia —en este caso—, y a ese nivel, sin consecuencias desagradables para Dawkins: lo bueno y malo de las historias es que pueden obtenerse sin demasiadas dificultades y sin que desaparezcan de su ubicación original, la mente de quien la pensó, pero sobre todo, el soporte en que la plasmó y le dio su primera forma completa. 

Las historias se replican como los archivos digitales, solo que en su réplica, se transforman. Un ejemplo es el juego de campamento del teléfono loco, que no es otra cuestión que una metáfora de la rumorología. Otra, clave en la construcción de nuestra identidad, son las historias que nos contamos: cualquier recuerdo pertenece al género de la autoficción. Cuando recordamos, traemos de vuelta la codificación neuronal de unos hechos, no los hechos en sí, claro. Y cada vez que ese material memorístico es abierto de nuevo, es reescrito: algunas partes se pierden y son reconstruidas. La historia cambia sutilmente en el mejor de los casos. Llegamos a recordar lo que nunca ha sucedido. A asociar en situaciones a personas que nunca coincidieron. A enorgullecernos de comportamientos que no tuvimos, a destacar citas de familiares con palabras que nunca dijeron. Los recuerdos funcionan en lo esencial, pero no son objetos matemáticos, sino literarios. 

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