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el tintero

Volvemos a 1941

  • Tumba en el cementerio de València. Foto: KIKE TABERNER

El año 2000 que tanta curiosidad y noticias provocó en los últimos meses del siglo XX nos generó una imagen de cambio, de ruptura con el pasado, casi parecía que habría un abismo cuando sonaran las doce campanadas. Se habló de la adaptación tecnológica y del efecto 2000 que podía afectar a los sistemas informáticos. Finalmente, la transición de siglo fue con total normalidad y comenzamos este nuevo tiempo con la ilusión de ser cada vez más modernos, más avanzados tecnológicamente y más responsables a nivel medio ambiental.

Pero como no podía ser todo tan bonito, han ido pasando los años y en una clara involución social y política, hemos recuperado discursos que casi tienen un siglo de vida, enfrentamientos entre iguales, entre vecinos e incluso familiares por cuestiones ideológicas, sentimentales, emocionales, la inmensa mayoría ya superadas por la lógica del tiempo y por un sistema político y económico que nos ha garantizado seguridad física y jurídica y estabilidad política e institucional.

La supuesta modernidad que nos traía el siglo XXI y los tan cacareados avances en derechos, pero algunos datos nos han retrotraído en muchos aspectos a la década de los 40, justo la posguerra, ese período duro y áspero, de hambruna y miedo y con el que además compartimos un dato verdaderamente preocupante: la cifra de fallecimientos, en este 2018 han muerto 226.384 personas, en 1941 murieron 259.202 personas. La crudeza de los datos es total, es la cifra más alta después de ese lejano 1941, aunque las condiciones sean muy distintas, especialmente en esperanza de vida y calidad de la misma.

Somos conscientes de que hay una población envejecida, lo cual creo que es muy bueno porque vivimos más tiempo y en mejores condiciones, esto debería aprovecharse para trabajar más años y aportar el conocimiento y la experiencia especialmente en la vida pública. Este debate que no se ha llegado abrir, me parece esencial y lo mantuve hace unos días con un parlamentario valenciano de un partido de izquierdas. La efebocracia (o poder de los más jóvenes) reinante es letal para lograr un debate político reflexivo, sosegado, experimentado y maduro. De hecho, las estructuras de los partidos se resienten ante el ímpetu y las prisas de los nuevos líderes, que conciben la política como algo más de gestos que de gestión.

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