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La nave de los locos

Un autonomista pide perdón

  • Sesión de investidura de Ximo Puig como presidente. Foto: KIKE TABERNER

Camino de Damasco (o de Paiporta), uno tiene derecho a caerse del caballo y renegar de sus convicciones como Saulo. En mi lejana juventud creía en el Estado de las autonomías, el invento ideado por san Adolfo Suárez y la oposición de izquierdas para resolver el problema territorial de las Españas. Tal como me explicaba mi profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense, Juan Francisco Fuentes, hoy catedrático y excelente escritor, en el inicio del siglo XX España tenía cuatro problemas pendientes: el territorial, el eclesiástico, el militar y el social. Esta democracia resolvió el militar y el eclesiástico y pareció tener solucionado el social.

UNA mastodóntica ADMINISTRACIÓN SANGRA LA ECONOMÍA. DARÍAMOS POR BUENO ESTE DISPENDIO SI EL PROBLEMA TERRITORIAL SE HUBIERA RESUELTO

El Estado autonómico, a mitad de camino entre el centralismo jacobino y el federalismo, no ha resuelto las tensiones territoriales del país sino que las ha agravado. Allí donde había tres supuestas naciones históricas, asoman ahora ocho o nueve amenazantes, como mínimo. ¡Hasta mi querido Aragón quiere declararse sujeto político soberano!

Yo defendía, ingenuo, mi condición de autonomista convencido frente a algunos escépticos de mayor experiencia y colmillo retorcido. Llegué a pensar que el “café para todos”, la generalización del régimen autonómico, contribuiría a encauzar el problema territorial hasta dar con una solución satisfactoria para todos.

Pero no ha sido así. Lo que se ha creado es una Administración mastodóntica que sangra la economía de la nación. Hubiésemos dado por bueno este dispendio si el problema político se hubiera resuelto. ¿Qué ha fallado, entonces? Que no se supieron ver las verdaderas intenciones de los nacionalistas. PNV, CiU y BNG, más los partidos separatistas que han venido después, sólo han aprovechado las ventajas que el Estado les ofrece para debilitarlo, hasta llegar a un punto en que una España anémica permanece ingresada en la UCI de La Fe, dicho sea sin ningún dramatismo.

El Botànic II, un despilfarro pagado por todos

Lo vemos ahora con los pactos para formar gobiernos autonómicos, negociados a derecha e izquierda. Son acuerdos dictados por el interés de los partidos en menoscabo del general. El ejemplo palmario es el Botànic II, que ha alumbrado un gobierno de 12 consellerias y dos vicepresidencias para contentar a una organización comunista de capa caída. Un despilfarro que pagará el contribuyente. Lo mismo está sucediendo en otras regiones.

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