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ARQUEOLOGÍA MUSICAL ELECTRÓNICA  

Todo Todo: "En los ochenta éramos una anomalía del sistema"

VALÈNCIA. “Éramos demasiado jóvenes para darnos cuenta del valor de lo que estábamos haciendo”, confiesa Carmelo Hernández, miembro del trío alicantino de proto-techno y synth wave Todo Todo. Hablamos con este músico, pionero en España dentro de su campo, con motivo de la reciente aparición de un EP sobre el que seguro se ha abalanzado ya una buena cantidad de coleccionistas. El grupo se fundó en 1980 en una ciudad que vivía ajena al aire de cambio y modernidad que se respiraba en la capital; además, era un grupo “raro”, incluso para los parámetros de la época. Tenían inquietudes intelectuales más allá de la fiesta y el rímel, y cruzaban influencias insólitas: Varese y Berio; Debussy y Satie; Esplendor Geométrico y Aviador Dro; Gary Numan y Kraftwerk; rock sinfónico de los setenta… Todo eso se agitaba en su búnker; un estudio de grabación casero instalado en un ático residencial, al que bautizaron como The Hyde’s Lab.

El proyecto Todo Todo apenas se mantuvo en activo dos años; un periodo en el que, eso sí, trabajaron a destajo. Su legado discográfico apenas se sustenta en dos maquetas y dejaron en barbecho mucho material inédito que se ha ido exhumando por fases. En 2012, el sello catalán Domestica recuperó diez temas extraídos de la primera y la segunda maqueta de Todo Todo en la antología Tecnodelia – Tendencias (1980-1981), que también incluía cortes del catálogo de MUZAK, el proyecto fundado por Carmelo Hernández y Pedro Vidal (Pequi) tras separarse de Francisco García. A este necesario trabajo de arqueología musical se suma ahora un nuevo EP, que quiere servir de homenaje y relectura de algunas de sus producciones más representativas del grupo: “Digital Dancer” y “Autogás”. Es decir, se presentan las dos composiciones originales, y además dos edits de las mismas; la primera de Juanpablo, productor, dj y director de Frigio Records, y la segunda a cargo de Luis Costa (autor del libro “Bacalao”, para más señas).

El momento culminante de la carrera del grupo llegaría con su legendaria y última actuación la noche de fin de año de 1981 en el mítico Rock-Ola de Madrid, en un momento en el que ya se estaba disolviendo. De la grabación de ese concierto se ha recuperado precisamente aquí uno de los cortes de este disco, su versión en directo de “Autogás”.

Ambas composiciones se crearon en su día con las mismas máquinas e instrumentos analógicos: Roland MC-4, Roland TR 808, un pedal de Sequencial Circuits, tres sintetizadores Mono/Poly de Korg, dos sintetizadores monofónicos de Korg (Ms-10 y Ms-20), un vocoder ROLAND VP-330 y un sintetizador Minimoog.

“El grupo formado por Carmelo Hernández, Francisco García y Pedro Vidal debería haber sido desde siempre uno de los nombres recurrentes entre las influencias de esta onda en España, junto a bandas como El Aviador Dro, Esplendor Geométrico, Oviformia SCI o Diseño Corbusier -comenta Luis Costa en el texto que acompaña a este EP-. Sin embargo, por una serie de reveses del destino, no consiguieron plasmar en un primer álbum las maquetas de sus producciones. Un álbum que Discos Radiactivos Organizados (DRO) –el sello de Servando Caballar de El Aviador Dro– ofreció grabar al grupo, que no aceptó por divergencias internas entre sus componentes”.

Preguntamos sobre este y otros aspectos a Carmelo.

-Alicante, 1980 ¿Cómo recuerdas la escena musical en aquel entonces?
-Alicante empezó a tener personalidad musical y artística contemporánea propia a partir de 1978 aproximadamente. En términos generales, los años 80 en Alicante fueron un momento de efervescencia y de cambio. Las propuestas que iban surgiendo tenían diferentes brújulas con “un norte” diverso y, en ocasiones, errático, desde las propuestas sin etiqueta hasta las “copy carbon” de lo que sonaba en otras ciudades y países, o incluso los que, como TodoTodo y, tras su disolución, MUZAK, optamos por subirnos al tren de la tecnología, poniendo dirección hacia nuevos caminos, más allá de lo previsible. Éramos una “anomalía” del sistema, porque realmente lo que hacíamos no se parecía demasiado a nada producido en aquel momento en nuestro entorno. Esa diferencia despertó una reacción positiva, pues, de forma unánime, se nos reconocía un valor, no exento de riesgos, en la modernización del mensaje musical y en la construcción de un nuevo modus operandi, que tendría en el futuro un balance diferente. Estamos inaugurando una generación de músicos que no respondían al patrón o estándar habitual de “lo que debía ser, hacer y parecer” un músico.

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