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MODA Y FUTURO

¿Tu armario está lleno de trabajo esclavo? Estas diseñadoras pueden ayudarte

  • Colección 'Cicatrices', de AnMás. 

VALÈNCIA. “Ufff, por fin, vaya descanso”. Si una parte de tu exhausto cerebro ha emitido ese pensamiento al constatar que ya están llegado a su extinción los cuatrocientos millones de promociones que han inundado el mercado por el Black Friday, este texto es para ti. Y si te has pasado la última semana fundiéndote el dinero que no tienes en cacharros diversos con descuento, también. Tras unos días en los que las compras masivas, salvajes y poco reflexivas han sido emperatrices absolutas de tiendas, web y anuncios, quizás sea un buen momento para para plantearse si otras formas de consumo son posibles. Y, teniendo en cuenta que la industria de la moda es una de las que más parné genera al año y la segunda más contaminante del mundo, no parece muy descabellado plantearse hacia dónde camina, qué visiones de futuro tiene y qué alternativas plantea a la fast-fashion que domina nuestros armarios. Para averiguar cómo vivir sin depender de los suéteres a 12,99 fabricados a base de manos explotadas, en Culturplaza contamos con unas cuantas diseñadoras que buscan abrir caminos más sostenibles y respetuosos con el entorno y las condiciones de trabajo, pero que también aspiran a una moda inclusiva y que apueste por otros modelos de belleza. Allá vamos.

Abre fuego Elena Cuadrado, diseñadora, docente en la Escola d'Art i Superior de Disseny (EASD) de Alcoi i corresponsable de Azul verdoso, un estudio de experimentación, investigación y desarrollo que trabaja “por la incorporación de nuevos materiales, conceptos y procesos de diseño más sostenibles”. Desde esa perspectiva, considera que en la actualidad existen “muchas formas de consumir moda responsable. Por ejemplo, con la reutilización de prendas mediante la técnica del upcycling, que se basa en crear nuevos diseños y productos a partir de elementos que ya han sido empleados con anterioridad”. Y es precisamente en ese campo en el que se mueve Mayte Oliver, creadora de la marca Trashy Queen. Oliver estudió Bellas Artes y comenzó en el mundo de la moda de forma más o menos casual: “comencé comprando ropa de segunda mano en mercadillos y aprendí a coser a través de vídeos de Youtube. Poco a poco empecé a actualizar esas prendas para que pudieran venderse y ofrecer una alternativa a la fast-fashion. A mí me encanta la ropa, pero no encontraba una forma de comprar que no fuera apoyando esa industria masiva. Por eso decidí lanzar mi proyecto de upclycling”.

 “Necesitamos un cambio de mentalidad radical que otorgue mucha más importancia a la producción a pequeña escala y sobre todo a la artesanal, ya que por desgracia está aún muy infravalorada”, comenta Ana Pérez. Diseñadora novel y responsable de la marca Anmás, defiende la necesidad de concienciar “sobre la importancia de apostar por nuevas formas de consumo que pongan en el centro factores como la calidad y la durabilidad. La sostenibilidad es una inversión de futuro”.

“A la hora de crear, lo más importante para mí es poder emplear prendas que ya han sido usadas, restos de stock que las tiendas han desechado y, en definitiva, materiales que ya han tenido un recorrido. La industria de la moda genera muchos residuos y creo que es importante cogerlos ‘de la basura’ y poder crear algo nuevo a partir de ahí. Este proceso implica un trabajo de investigación y búsqueda muy importante lo cual también provoca un encarecimiento de los precios de mis productos, es inevitable”, explica Oliver. En su caso, considera esencial “hacer un trabajo pedagógico para informar a la ciudadanía de todo lo que hay detrás de la fast-fashion y que permite que tú puedas comprar ropa tan barata: desde las cuestiones medioambientales hasta el trabajo esclavo. Si estuviéramos más concienciados, no existiría esa compra compulsiva de cosas que no necesitamos”. 

¿La sostenibilidad es solo cosa de bolsillos pudientes?

Y con todos ustedes, el gran escollo que surge cuando de moda y sostenibilidad se trata: el precio. Es muy difícil competir con camisetas de 5,99 cosidas por menores de edad en deplorables condiciones laborales. Sin embargo, el mercado laboral tan precario en el que transita gran parte de la población española tampoco es el escenario más favorable para la inversión en prendas confeccionadas de manera ética ¿Es la moda sostenible una opción que solamente está al alcance de los bolsillos más pudientes? Nuestras diseñadoras responden. 

“Actualmente, el diseño responsable sigue siendo difícil de alcanzar para familias con recursos económicos limitados. Sin embargo, no creo que esté solo al alcance de ámbitos elitistas”, defiende Lucía Andújar, alma de Cíandujar. “Si comparamos el valor de la prenda (producción cercana, sostenible, ética...) el precio no suele ser desorbitado. Sin embargo, lo importante es generar un cambio de mentalidad, dando más importancia a cada prenda. Tal vez ya no puedas comprar cinco faldas, pero podrás comprar una que no esté dañando a todo el planeta”, añade.

Entra aquí en escena una nota discordante entonada por Mayte Oliver: “creo que muchas marcas de moda sostenible sí son elitistas, no son para todo el mundo. No estoy de acuerdo con esos precios tan altos y creo que es un motivo por el que personas que viven en una situación de precariedad no pueden acceder a ellas. Bastante tienen con poder llegar a fin de mes. De todas formas, creo que ir a un mercadillo de segunda mano también es una forma de consumir moda sostenible y, además, muy económica. El problema es que en España no es algo muy popularizado y todavía hay cierto tabú respecto a adquirir prendas en esos espacios”. “En mi opinión no se trata de una cuestión de dinero, sino de una escala de valores. Un ejemplo clarísimo son las colas que se forma cada vez que sale un nuevo iPhone, un producto que no es precisamente barato. La diferencia está en el interés del consumidor y el conocimiento de aquello que compra”, critica María José Arnau, impulsora de la marca miira.

Gran parte de la sociedad considera la moda un asunto frívolo y superficial. Un divertimento de fuegos artificiales y tejidos estampados. Postura que critica duramente Elena Cuadrado, formada en el Máster de codiseño de moda y sostenibilidad de la EASD de València. Y es que, para ella la moda constituye “una disciplina más dentro del diseño. El diseño se ve condicionado por el entorno y circunstancias actuales, busca resolver problemas y, por lo tanto, facilitar la vida de las personas”. De hecho, señala rotunda que pensar que el diseño de moda es frívolo “es no haber entendido nada acerca de la importancia del diseño dentro de una sociedad. Podríamos decir que esa afirmación denota desinterés, un desinterés que puede llegar a rozar la línea de la ignorancia”. A este respecto, para Arnau “el mundo textil debería ser percibido como un sector estratégico teniendo en cuenta el volumen económico y de negocio que mueve a nivel mundial. Además, es necesario asumir que el consumo es en sí mismo un acto político muy importante”.

Todas las tallas, todas las bellezas

Hablar de moda es también hablar de unos cánones estéticos muy rígidos, marcados a fuego en nuestras neuronas desde la infancia. Unas directrices sobre qué se considera bello y qué no, qué es deseable y aceptable, qué debe ser ocultado y esquivado. Así que, en este minuto y resultado por las nuevas rutas de la moda contemporánea, toca preguntarse qué papel deben jugar las diseñadoras a la hora de promover otros modelos de belleza y de dar visibilidad a otros cuerpos. Otras formas, otras tallas, otras pieles, otras vidas. 

Al habla, Ana Pérez. Cicatrices es la primera colección de su marca AnMás. Fruto de su paso por Estudios Superiores Diseño de Moda de Barreira, nace con el propósito de “reivindicar y dar visibilidad a las imperfecciones físicas, más concretamente, en las cicatrices físicas debido a una caída, una cirugía…Quería dejar a un lado el tabú y la mala imagen social que tienen y demostrar que son una característica distintiva que hace diferente a la persona que las posee. Porque, ¿qué hay más bello que aquello que te hace único? Debemos usar la moda para que la gente se empodere”.

Como reconoce Andújar, los cánones estéticos que aún tienen plena vigencia “son muy rígidos, sin embargo, muchas marcas emergentes van apostando por otros modelos de belleza, como, por ejemplo, Paloma Wool. También se van sumando a esto otras marcas ya consolidadas como Calvin Klein, Jacquemus, o Savage x Fenty de Rihanna, por ejemplo. Por supuesto, creo que un mayor compromiso de los diseñadores a la hora de promover un cambio en los cánones de belleza es totalmente necesario para dar visibilidad a otros cuerpos”. Llegados a este punto, Mayte Oliver introduce un matiz crítico: “tengo la sensación de que algunas marcas que están apostando por otros tipos de cuerpos y bellezas lo hacen como un lavado de cara, casi obligados para demostrar que están al día con las reivindicaciones de una parte de la sociedad, no de una forma sincera y comprometida. Y en las pasarelas sigue primando la delgadez. Los diseñadores somos los que debemos liderar esas reivindicaciones de diversidad, aunque suponga un esfuerzo creativo, y demostrar que la moda no es únicamente para una mujer joven, blanca y de talla 36”. 

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