VALÈNCIA. Punto y final, ahora sí que sí, a la historia de Rosa Torres y las más de 300 obras plagiadas que, sin una persona declarada culpable, al menos han vuelto a sus manos. Tras 12 años, no ha querido conservarlas ni hacer nada que no sea su destrucción inmediata. Eso sí, lo ha querido hacer por todo lo alto. Si por ella hubiese sido, dicen varias fuentes cercanas a la artista, habría hecho una hoguera. Sin embargo, ha sido la sala Refectori del Centre del Carme el escenario indicado para un acto de protesta y demostración.
Torres convocó a prensa y compañeros de profesión y de la Asociación de Artistas Visuales de València, Alicante y Castellón a mediodía de ayer para utilizar su caso de la manera más pedagógica posible. Su caso es especialmente llamativo porque ha tardado doce años en resolverse, diez de ellos judicializados. Para ello, ha contado con su abogado, Alexandre García, y agentes la unidad de Protección del Patrimonio. Varios jueces rehuyeron resolver el caso, a pesar de que la acusación era que el dueño de una franquicia de clínicas depilatorias con decenas de sedes en todo el país había plagiado más de 300 obras de una sola artista.
Finalmente, el juez le dio la razón hace unas semanas, tal y como adelantó este diario. Eso sí, lo hizo parcialmente: si la acusación pedía una indemnización peritada en 1.050.400 euros, finalmente la justicia ha resuelto que las obras tienen que ser entregadas para su destrucción a la artista, pero sin haberse demostrado que el autor del delito fuera el dueño de las clínicas.