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publica un thirller ambientado en la posguerra

Pere Cervantes: "No soporto esa tendencia que hay por endulzar la realidad

CASTELLÓ. Cuando el escritor catalán Pere Cervantes se instaló en Benicàssim en el año 2004 ya ni siquiera quedaban en Castellón cines de barrio como los que llenaban la provincia apenas unos años antes. Pudo ir a los Rafalafena, pero al igual que sucedió en su ciudad natal, Barcelona, el sector se fundió a negro poco a poco hasta dejar a sus vecinos sin aquellas míticas salas que tantas historias almacenaban. Vivencias que, durante los años de plomo de la posguerra, tuvieron más importancia que nunca. 

Así lo relata el mismo autor en su nueva novela, El chico de las bobinas, un thriller ambientado en la Cataluña de 1945 y en donde su protagonista, un niño de 13 años llamado Nil, reparte bobinas de una sala a otra. Además, acompañado de Bernardo Mas -otro de los protagonistas de la trama- se sumerge en los sótanos de un círculo de cinéfilos republicanos que mantienen viva la llama del cine gracias a sus proyecciones clandestinas. 

La novela se desarrolla sobre este punto, pero también como buen thriller será crucial un asesinato que el mismo joven presenciará en el portal de su casa. Además, la obra que no trata de hacer otra cosa que rendir homenaje al séptimo arte, también se toma su tiempo para conmemorar a la mujer, las "mayores víctimas de la guerra" y quienes, pese a todo, "enseñaron al mundo cómo sobrevivir". En este caso, la reivindicación se plasma a través de la figura de Soledad, la madre del joven, que ha perdido a su hija pequeña y a su marido, quien tras la entrada de los Nacionales en Barcelona se ha convertido en maqui. 

-Hay muchas novelas que hablan de la posguerra española, pero son no tantas las que se centran en el cine durante esta época. ¿Por qué lo haces tú? ¿Y por qué hacerlo ahora?
-En la literatura no es tanto lo que cuentas sino dónde pones la mirada y mi intención no era hacer una novela de posguerra más. Me sentía triste cada vez que una sala cerraba en mi barrio de Barcelona. Le debemos mucho al cine. Por eso, pensando en las veces que más nos ha dado durante toda la historia, me di cuenta de que fue en la posguerra. En un tiempo cruel y hostil, las salas fueron un refugio para muchas familias. Es lo mismo que hacemos ahora en el sofá de nuestras casas viendo Netflix, pero no se puede equiparar con los efectos que tenía entonces, cuando tanta gente pasaba hambre e incluso iban a ellos para no pasar frío. 

-Se le debe mucho al cine de esta época, pero también fue un cine coartado y censurado por el régimen. 
-Claro, por eso hago mención a las salas clandestinas. Los años de posguerra fueron de una censura dura, que estaba patente tanto en la literatura como en cualquier cultura. Era solo en estos cines donde se podía proyectar lo que se quisiese. El resto tuvimos que esperar hasta 40 años para ver obras como la de El gran dictador de Charles Chaplin. 

-¿Por qué a pesar de esto se recuerdan esos años con tanto cariño?
-Eran años en los que ir al cine era una aventura compartida. Las familias iban juntas hasta con su fiambrera. Si lo ves con perspectiva en esa época la gente estaba más unida, ahora somos más independientes. Puedes ver la serie o la película que quieras y seguramente no lo harás en compañía. Somos animales independientes y autónomos a la hora de consumir la cultura. Por eso se recuerdan aquellos años con nostalgia. Pese a todo, las películas eran memoria colectiva, ahora eso no ocurre.

-Has llegado a afirmar que las plataformas de streaming no son cine, en cuanto a que el cine se concibe como un "ritual". ¿Ha cambiado tu opinión durante la cuarentena?

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