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Pedro Vallín: "Gracias a Dios el cine no se ha emancipado nunca de esa naturaleza suya tan plebeya

  • Pedro Vallín © Irene Lingua
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Creer lo que no es es tan sencillo como no ver lo que no se quiere ver: el truco consiste en no pensar demasiado, en aceptar cualquier visión ajena de los hechos si va acompañada de una necia convicción a prueba de argumentos o de un rostro adusto de piel arrasada por la nicotina. En materia de cine la fórmula infalible trabaja por geolocalización: si viene de allende el océano es cine palomitero e imperialista, propaganda del Tío Gilito para la borregada, mercadotecnia del fascismo, entretenimiento tontorrón, bobo, o plano o diabólicamente retorcido en la frontera de lo subliminal. Si hay robots y explosiones a cámara lenta es de Michael Bay y por tanto puro pasatiempo ramplón, solo tecnología. La pureza no es tecnológica, eso son solo fuegos de artificio para zombies cinéfagos babeantes. Si te descuidas y ves varias de Gerard Butler protegiendo al presidente ya no podrás controlar tus esfínteres. Porque en Hollywood solo es sagrado el dios dinero y en sus cuevas solo habitan productores mezquinos, directores yonquis del dólar y guionistas goebbelianos empeñados en hacer del mundo un lugar mucho, mucho peor. Por suerte al otro lado del proceloso Atlántico la irreductible aldea europea resiste emitiendo desde su territorio obras maestras sin mácula, séptimo arte, nada de entertainment por el entertainment, el árbol de la vida de la fotografía en movimiento hunde sus raíces en el viejo continente y alimenta con su savia a los sabios y por tanto irremediablemente enfurruñados críticos centinelas del buen hacer. O algo así.

El caso es que el periodista Pedro Vallín, uno de los padres fundadores de los Premios Feroz y autor del despampanante libro ¡Me cago en Godard! Por qué deberías adorar el cine americano (y desconfiar del cine de autor) si eres culto y progre -no se le puede negar lo explícito de sus intenciones- no opina lo mismo. Él la historia se la cuenta -y nos la cuenta- desde otra perspectiva. La científica. La racional. Desde la primera página hasta la última asistiremos atónitos al espectáculo de la demolición de nuestros propios prejuicios, nos veremos forzados a hincar la rodilla ante la evidencia de que Hollywood siempre ha sido una reserva de izquierdosos, de putas -véase mujeres decidiendo por sí mismas- y de maricas en palabras de sus detractores, descubriremos con lágrimas epifánicas en los ojos que el bullying ya lo combatían allí en La historia interminable o en Kárate Kid, que los abusones siempre fueron los malos como nos recuerda la nostalgia ochentera, que cuando en una película un tipo vive en una mansión con toda probabilidad será o un corrupto o un criminal o ambas respuestas son correctas, que los héroes del western tenían que vérselas día polvoriento sí y día polvoriento también con potentados terratenientes sedientos de tierras de otros. Fue en Hollywood donde Chaplin gestó afiladas críticas como Tiempos modernos o El gran dictador. En la primera película de Superman el malo era un tipo que quería recalificar terrenos en California para enriquecerse. Todo esto lo desglosa con pericia de niño que grita el rey está desnudo Vallín en su libro editado por Arpa, por tanto será mejor aprovechar este espacio planteándole otras cuestiones que no aparecen en él y emplazar a quien esté leyendo esto a correr a su librería más cercana a por una buena dosis de desengrasante de mentes.

-¿Superará la crítica europea su animadversión al cine yanqui?

-Pedro Vallín: La condescendencia es difícil que la superemos, porque la condescendencia casi diría que es una condición natural del crítico cultural, no particularmente del de cine, sino en general. Es uno de los principales riesgos del oficio del periodista cultural y uno de los primeros vicios. Sí es verdad que por el cambio generacional, este libro, que sería impensable hace veinte años, por el feedback que estoy recibiendo de críticos culturales a excepción claro de lo que llamamos la crítica dura, está viviendo una recepción mucho más plácida de lo que yo esperaba. Así que supongo que tarde o temprano se superará ese vicio.

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