VALÈNCIA. El lema del título de la serie colombiana Sin tetas no hay paraíso se podría aplicar perfectamente al mundo editorial de la segunda mitad de los setenta en España. Ese fue el origen de Lorna, el mítico personaje de Alfonso Azpiri. Nació de la obsesión por los desnudos y el erotismo y la fiebre de Star Wars desencadenada con el estreno de la primera película de la saga.
Azpiri inició sus pasos en la revista Trinca con historietas de aventuras, pero esta cerró prematuramente y obligó al dibujante a marcharse y emigrar a otro país para poder desarrollar su carrera. El destino elegido fue Italia, donde estuvo seis años perfeccionando la técnica de dibujar mujeres y género erótico. El destape en España fue el momento idóneo para su regreso. Empezó a colaborar en Playboy con historietas sobre sexo de guiones impensables en la actualidad, como El ascensor.
A finales de la década, con la locura desatada por La guerra de las galaxias y la ciencia ficción, la revista Mastia, una especie de Interviu pero decididamente sensacionalista en la mayoría de sus informaciones le encargó un personaje que encarnase ambas cualidades, sexo y espacio exterior. Así nació Lorna, su personaje más icónico, el que marcó su carrera. La saga llegó a tener un videojuego en 8 bits, formato en el que Azpiri destacó como el ilustrador estrella de las portadas de los juegos de empresas nacionales, como Erbe, Dinamic, Topo y Opera Soft.
La evolución de Lorna a través de los años fue realmente curiosa. Inicialmente, eran historietas de cuatro páginas en las que ella y su robot Matías, idéntico al C-3PO de George Lucas, corrían aventuras viajando de planeta en planeta y encontrándose con alienígenas de todo pelaje. Armado con una pila nuclear, el robot tenía como principal utilidad dar placer sin límite a la astronauta. La gracia era que si el personaje de cine era un asistente cultural, Matías era un asistente sexual. La idea seguía la línea marcada por Little Annie Fanny de Harvey Kurtzman, que siempre acababa desnuda hiciera lo que hiciera. O Wanda la perversa, de Penthouse.
En estas primeras entregas, recopiladas luego bajo el título Lorna y su robot, no había una gran elaboración de los guiones, que corrían a cargo del escritor Carlos Saiz Cidoncha. El formato de cuatro páginas y el espíritu solo daban para gamberradas. Así en la primera historieta se presenta a Matías como un robot que Lorna tiene que ocultar de sus amigas porque todas quieren tener sexo con él.
En otra, en el planeta AlfaPollae, una guarida al estilo de la de Jabba the Hutt, de nuevo consigue escapar gracias a lashabilidades sexuales de Matías. Una historieta en la que hace un cameo unXenomorfo, el bicho de Alien,con tetas.