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‘La canción de NOF4’, la locura de escribir

VALÈNCIA. Ahora el acto de escribir se aprieta, se pulsa, se presiona suavemente sobre una superficie luminosa: comenzamos, que sepamos, sufriendo un poco más, esforzándonos como se esfuerza quien tiene delante, a tocar, un futuro prometedor, una sorprendente ventaja; hoy la tablilla es un foro desquiciado en el que vertemos palabras y palabras que puede que signifiquen algo o no, que creemos o no, que pensamos no siempre: el futuro iba a ser de la imagen y resulta que nos tiramos todo el día leyendo y escribiendo: el correo electrónico y la mensajería instantánea han arrasado el imperio del teléfono: parece que vuelve la voz, pero no en tiempo real: sobrevive la voz empaquetada y para disfrutar en pequeñas dosis cuando uno quiera o pueda. Íbamos a dejar de escribir pero es que Twitter y es que WhatsApp. En las nuevas tablillas se está escribiendo nuestra historia, que ni es fácil de digerir ni de procesar y mucho menos de entender. Se diría que es la época de la escritura compulsiva, de los teclados desgastados, de las pantallas táctiles cansadas de tanta notificación. Los correos electrónicos son ya los correos a secas: en Correos se mueve el dinero, la paquetería, alguna que otra postal y las cartas espeluznantes con remite de una agencia. Ser humano es igual a escritura: nos apasiona fijar ideas en cualquier tipo de soporte, decir eh estoy aquí y esto es lo que opino —generalmente lo que creo que creo—; el mundo es nuestro siempre que tengamos a mano una herramienta con la que componer palabras o un documento que decodificar para obtener una historia. El ser humano es un depredador insaciable de historias —todo es una historia, muchas—, y el cuerpo de las historias está compuesto de símbolos, igual que nuestro ADN se expresa en letras.

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