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La nave de los locos

Fuster sin complejos

  • Retrato de Joan Fuster realizado por Manuel Boix (1984) .

Por el protagonista escogido para este artículo algunos pensaréis que me he pasado al lado oscuro de la fuerza. Tengo muchas para razones para hacerlo pero no esta, precisamente. Todavía no he renunciado a mis escasos y frágiles principios que, por lo demás, cambio cada semana.

Escribir sobre Joan Fuster es aún un campo minado. Casi treinta años después de su muerte, despierta tantas filias como fobias. Idealizado por sus partidarios (lo peor de Fuster son los fusterianos) y demonizado por sus enemigos, no hay manera de aproximarse al escritor de Sueca sin meterse en algún charco. O estás con él o estás contra él. Yo, sin embargo, prefiero permanecer en una zona templada al analizar su obra.

Conviene acercarse a la obra de Joan Fuster sin orejeras, reconociendo su valor literario como gran ensayista, por encima de las consideraciones políticas

Posiblemente no dedicaría estas líneas a Fuster —pues hay otros temas de mayor interés en la actualidad— si no hubiera visitado su casa museo recientemente. La componen dos viviendas situadas en la calle Sant Josep. En la planta baja de una de ellas vivió el autor, que nació el mismo año que mi padre. Allí escribió, fumó, bebió y sufrió un atentado en la transición. Le pusieron dos bombas y sobrevivió de milagro. Recomiendo visitar el museo porque nos revela muchos aspectos interesantes del ensayista valenciano.

Fuster fue un gran lector. Su biblioteca está formada por 25.000 libros. En vida escribió miles de cartas de las que se conservan copias. Su letra era menuda, como cagaditas de gorrión. En las vitrinas están expuestos manuscritos y documentos relacionados con su vida privada y profesional de periodista y escritor. También fue abogado. Pero nada se dice de su temprana militancia falangista, lo cual no debería escandalizar porque ha habido también grandes escritores en lengua catalana, como Llorenç Villalonga, que fueron admiradores de José Antonio. Además, el museo alberga obras que MiróTàpies y Alfaro le regalaron.

Sus tesis políticas, condenadas a envejecer

La visita a la casa museo de Fuster es breve. En ella pueden verse las primeras ediciones de todos sus libros. Hace años leí, por recomendación de una persona de cuyo nombre no quiero acordarme, Nosaltres els valencians. A mi entender, este libro pertenece a la parte de la obra que ha perdido importancia con los años. Está condenada a envejecer. Su idea, entre imperialista y autoritaria, de incluir a València en unos fantasmagóricos Països Catalans sólo puede calar en mentes soñadoras y dogmáticas. Por suerte, la inmensa mayoría de los valencianos ha dado la espalda al pancatalanismo de Fuster y sus herederos. Este Fuster nacionalista carece de interés para mí. El ideólogo se come al escritor. Los políticos nacionalistas, sin embargo, continúan utilizándolo en el proyecto de ingeniería social y cultural que emprendieron hace cuatro años y desean continuar tras las elecciones autonómicas.

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