Es conveniente, antes de irnos de vacaciones, comprobar si nuestra situación financiera nos permite disfrutar de unos (merecidos) días de asueto sin demasiados sobresaltos. Creo que hablo en nombre de la mayoría si digo que este año son especialmente necesarias las vacaciones para desconectarnos de la extraña dinámica de no-pacto (con algunas excepciones) que ha resultado del período electoral que vivimos entre abril y mayo pasados. Cada uno, como decía, habrá hecho sus cuentas, pero he observado, no sin cierto estupor, que las idas y venidas de nuestros representantes políticos me han desorientado, de tal manera que hacía bastantes semanas que no me entretenía en revisar la situación de las finanzas públicas.
Otro factor que, sin duda, ha contribuido a la citada desorientación es que hace años que no contamos con un Presupuesto del Estado en condiciones, aprobado a final de año y sobre el cual, a estas alturas, estarían ya trabajando tanto la Administración Central como las Comunidades Autónomas, siguiendo las recomendaciones que la Unión Europea nos da cada año al finalizar el llamado “Semestre Europeo”. Menos mal que la AIReF, o Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, ha continuado realizando su análisis de las cuentas públicas, tal y como exige la normativa europea. Así, el pasado abril, publicó el último informe del Observatorio de Deuda. En él se analiza la situación actual de la deuda de las diferentes administraciones públicas y su sostenibilidad, haciendo previsiones sobre la evolución esperada en los próximos años.