VALÈNCIA. ¿Qué cicatrices ha ido dejando la urbanización masiva de las coordenadas turísticas valencianas en las últimas décadas? ¿Y en las trayectorias vitales de quienes habitan esos enclaves condenados a ejercer de eternos resorts estivales? ¿Qué promesas alternativas de futuro se pueden articular en un territorio saturado de edificios vacacionales, sombrillas y arroz con cosas? Estos interrogantes vertebran el proyecto con el que el fotógrafo Markel Redondo (Bilbao, 1978) ha ganado la IV Beca Fragments otorgada por la Unió de Periodistes Valencians.
A base de recopilar imágenes bañadas en salitre y cemento, Redondo aspira a dejar constancia de “cómo ha cambiado el paisaje mediterráneo en las últimas décadas, cómo ha evolucionado nuestra sociedad en relación con él y qué es lo que le pedimos, puesto que se trata del escenario en el que vivimos”. Un minuto y resultado de nosotros mismos que cristalizará en una exposición y un fotolibro.
Y es que, no podemos entender nuestro ahora sin explorar nuestro papel como destino de asueto. Como explica el fotoperiodista, el turismo ha sido “uno de los motores económicos del litoral español durante muchos años y ha impulsado la puesta en marcha de proyectos inmobiliarios basados en urbanizaciones con piscinas y campos de golf, a menudo dirigidos a visitantes extranjeros”. Este anhelo por conquistar al veraneante a base toallas en primera línea de playa ha llevado en ocasiones “a vender a toda costa el espacio natural, tanto el litoral como la montaña, incluso espacios protegidos en los que no había permisos para construir hoteles o complejos residenciales”.
Cuando el cemento languidece
Con un itinerario todavía en definición, Redondo sí tiene claras algunas de las paradas en su periplo documental. Por ejemplo, una visita obligada será La Caracola, único vestigio del Parque de la Relajación de Torrevieja ideado por arquitecto japonés Toyo Ito en 2000 y que ahora languidece desahuciado de la vida pública, sin un propósito en el horizonte. Este balneario promovido por el Ayuntamiento debía constar de tres edificios de los que finalmente solo se erigió uno. Situado junto a una zona protegida, el parque de las Lagunas de Torrevieja y la Mata, la ejecución de este balneario fue paralizada por la Dirección General de Costas al invadir el dominio público marítimo-terrestre. La construcción de forma helicoidal diseñada por Ito cayó en desgracia y se fue hundiendo en la amnesia institucional. “Todo el proyecto requirió ya de entrada una inversión enorme y se quedó a medio hacer, quiero saber cómo se encuentra ahora ese entorno”, destaca.
Más allá de estas sesiones ya decididas, el bilbaíno afronta la singladura “con la mente abierta. Estoy seguro de que va a haber muchos rincones que me sorprendan. Tengo todavía mucho que leer y debo documentarme más para poder realizar un trabajo completo”. No en vano, muchos de los reinos de cemento que espera apresar este creador llevan casi una década deshabitados “algunos se han visto conquistados por la naturaleza y no se sabe qué va a suceder con ellos”. En otoño realizará una primera incursión de un mes para trazar una cartografía visual del territorio valenciano cuyas coordenadas irá completando en otras prospecciones.
Para Markel Redondo, el fotoperiodismo sirve aquí como vehículo mediante el que “enseñar realidades que quizás no sean tan obvias y que merecen ser atendidas y observadas detenidamente”. Y es que, uno de los aspectos fundamentales en el trabajo de Redondo es el escudriñar en escenarios que quizás no se puedan percibir a primera vista: “a menudo fotografío lugares que están algo escondidos, que tienes que ir a buscarlos para poder verlos- explica-, así que es una forma de recordarlos de tomar conciencia de lo que hemos hecho con el paisaje y de plantearnos qué queremos hacer en el futuro”.