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Alcoholismo, soledad y desarraigo: tres semanas en las urgencias de un hospital berlinés de los 80

Johann Feindt decidió explicar su ciudad pasando tres semanas en la planta de urgencias de uno de sus hospitales. El retrato de Berlín Oeste que obtuvo fue implacable. Ancianos solos, que llevaban varios días tirados en el suelo hasta que los descubren porque no dejan entrar a nadie a sus casas y llevan el dinero ahorrado cosido a la bata. Alcohólicos que han incrementado su adicción por el paro. Gente que intenta que la ingresen porque en la vida real se siente sola... y fuera una ciudad que incluso en los 80 estaba devastada 

VALÈNCIA. Ahora estamos con las pensiones, pero no pierdan de vista la Sanidad. Cada día son más frecuentes las noticias sobre la saturación de los hospitales, particularmente en urgencias. Un reciente titular de Nueva Tribuna resultaba muy revelador y alarmante: "Hay enfermeras que necesitan ingresar, como pacientes, en urgencias". En España tenemos una tasa de profesionales de enfermería por paciente menor de la que recomienda la OMS.  

Muchas veces los programas de televisión nocturnos se han metido en las urgencias de los hospitales o en ambulancias que hacen turno de noche, pero es difícil encontrarse un trabajo que se centre en el día a día de la planta de urgencias de un hospital como lo hizo Der versuch zu leben (El esfuerzo para vivir) de Johann Feindt en 1983.

Se trata de un hospital berlinés de Kreuzberg, en el Oeste de la ciudad. Seguramente Alemania haya cambiado mucho desde entonces, particularmente su capital, pero los problemas de los pacientes finales de los 70 y principios de los 80 podrían ser actuales.

Berlín multicultural y con exclusión social

Con unas escenas sobrecogedoras, más por el sonido que por las imágenes, un hombre entra con una herida en la pierna. Es de un botellazo. Y se lo ha producido en un enfrentamiento de 300 inmigrantes contra la policía. Otro, sentado en una camilla, clama para que le atiendan. Le grita a la enfermera: "Da igual si soy pakistaní o yugoslavo o como sea eso".

Hay varios ancianos alcoholizados. Una llora porque se murió su madre y su mejor amiga, está sola, y encima el alcohol le sienta mal a la tripa. Se considera víctima de una maldición. Está ahí porque se ha caído borracha.

Otro que llega cantando y con la cara llena de sangre chorreando dice: "Parezco un cagadero". Días después, es entrevistado como si fuese una estrella de cine. En su casa, explica que se ha quedado en paro y por eso, como ya no tiene que levantarse al día siguiente, se le está yendo la mano con el alcohol. Ahora le da miedo si vuelve a trabajar ser incapaz de controlarse por la noche y no llegar a la hora de entrada al día siguiente.

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