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Alfaro, el otro vencedor en el PSPV

23/01/2022 - 

A estas alturas, quien sigue la actualidad política, ya sabe que Alejandro Soler es el nuevo secretario general del PSPV de Alicante. Que venció al alcalde de Alcoy, Toni Francés, por 145 votos de diferencia, y que lo hizo merced a una importante movilización de la militancia socialista (casi el 80% de los afiliados ejercieron su derecho a voto). Las primarias del PSPV dejan un mapa comarcal cambiado, con cuatro comarcal de mayoría solerista (Marina Baixa, Vega Baja, Baix y Alto Vinalopó) frente a tres ximistas (L'Alacantí, Marina Alta y La Muntanya). Además de esta nueva composición, dejan muchas más consecuencias, algunas de las cuales vienen ya dándose desde 2016 cuando irrumpió su No es no a la investidura de Mariano Rajoy. 

Primera conclusión, que también ha quedado demostrada en esta consulta. La institucionalidad no es garantía de nada. El poder y la influencia del Palau de la Generalitat y la del aparato del partido apenas ha servido para amortiguar, en un 52%-48%, el movimiento de un candidato, Alejandro Soler, que viene gestando su movimiento desde antes de la pandemia, que conocía el terreno y las sedes -y por tanto la militancia- y que además tejió unas alianzas estratégicas, que al final ha sido claves para su victoria. Francés fue un excelente rival, que ha competido bien, pero con un proyecto gestado en dos meses y con un equipo mejorable. Pese a ello, el ximismo hoy tiene una deuda con Francés por haber puesto su bagaje a disposición del president para salvar los muebles en la provincia de Alicante.

El poder de los alcaldes también ha quedado en entredicho. Ya no tienen la fuerza que tenían en una agrupación, lo cual pone en valor la madurez democrática del partido, y del militante, que sabe distinguir cada proceso y cada candidato. Ahí están los ejemplos de Elche y La Vila. Las candidaturas que respaldaron sus primeros ediles fueron vapuleadas en sus respectivas agrupaciones. Sólo en pocos casos -como Dénia o Pego, por citar dos ejemplos- lograron revertir lo que pasó en anteriores procesos; es decir, que la apuesta del alcalde fuera ratificada por sus propios militantes, a excepción Alcoy, Elda, L'Alfàs o Dolores, por razones obvias.

No se han discutido los liderazgos, pero sí el modelo de partido y la toma de decisiones apegadas al terreno. La gran conclusión de la consulta electoral es que nadie ha puesto en tela de juicio el liderazgo de Ximo Puig ni el de Pedro Sánchez. Pero sí que se ha cuestionado, hasta el propio Francés lo ha hecho, el modelo de partido que debe adoptar el PSPV si quiere competir con garantías en las próximas citas electorales. Más allá del aparato, y del poder institucional, los socialistas no se pueden permitir no implicar a su militancia, y desde ya, en la defensa de la gestión de sus propios gobiernos o de sus propios ideales. Como decía el propio Alejandro Soler en una entrevista, el PSPV tiene enfrente al competidor tradicional, al PP, pero también a la extrema derecha, que puede echar por tierra todos los logros conseguidos por los Gobiernos de Sánchez y del Botànic.  La amenaza que tiene el PSPV es que quien venga a sustituirle (si hay alternancia), va a corregir radicalmente todo lo hecho en los últimos 7 años. Y por ello, al militante no vale, en este contexto, sólo contar con él en los 15 días de la campaña electoral de turno para que llene los mítines, aplauda sin ganas, o reparta propaganda. Esa es y debe ser la principal reflexión que haga el equipo de Ximo Puig (lo que ha pasado en las comarcas de Alicante no deja de ser un toque de atención), y que debe aplicar -como ha prometido- el propio Soler. Los militantes y los cargos, implicados, si se quiere ganar ante el reagrupamiento de la derecha, y una revisión de las estrategias, pues algunos modelos tradicionales (y perfiles) ya no valen. Tampoco los candidatos de usar y tirar ni apoyarlos sin creer en ellos. Las nuevas generaciones se mueven en otros códigos. 

Esa misma comunión que se reclama en el proyecto -de partido y gestores públicos- debería producirse ahora en la dirección del PSPV. Está claro que Soler no es, no era, santo de devoción del ximismo -hicieron lo posible para buscar vías alternativas, sin éxito- pero están condenados a entenderse. A Soler no le conocen, de momento, más aspiraciones políticas, más allá que seguir como diputado nacional. Veo difícil que se implique en una lista local -pudo hacerlo en 2019, cuando el viento soplaba más a favor- para aspiraciones mayores, aunque, en política, nunca puedes decir de este agua no beberé. Los que llevan algún que otro año en esto saben que Soler ha sido aparato y conoce el patio, incluso cuando vienen mal dadas (como ocurrió en 2011). 

Pero dentro de su acuerdo de alianzas que confeccionó el hoy líder socialista, sí que hay que tener en cuenta lo que ha hecho con Rubén Alfaro. El alcalde de Elda y presidente de la FVMP fue el gran perdedor de 2017. Su alianza con Ángel Franco le dejó fuera de todo en el anterior proceso. Puig, entonces, optó por el alcalde de Xàbia, José Chulvi, para comandar el partido. Ahora, cuatro años después, Alfaro ha preferido ir en segunda fila a sabiendas de dos cosas: el camino de la provincia de Alicante lo tiene despejado pues las aspiraciones de Soler no chocan con las de él -de ahí su alianza- y ese status le mantiene abierta y en buenas condiciones la conexión con Ferraz, por lo que pudiera pasar. El Palau sabía que Alfaro era la pieza clave, codiciada, y a convencer. Y lo intentó. Pero la política ha cambiado, y Alfaro, esta vez, no se dejó embaucar. No es el secretario general, pero tiene un horizonte despejado y sin hipotecas para lo que pueda venir.

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