VALÈNCIA. Desde hace semanas, un terror silencioso invade a los seguidores de Succession cada lunes por la mañana. Un pavor que también azotó a los fans de The White Lotus durante meses. El pánico a entrar en Twitter o compartir una charla banal de café en la oficina y que te salga al paso un spoiler del tamaño de un camión sobre ese capítulo que aún no te ha dado tiempo a ver. De hecho, algunas de las pancartas empuñadas en la huelga de guionistas que está teniendo lugar en Estados Unidos amenazan con destripar el final de la familia Roy si no mejoran sus condiciones laborales.
La frustración de ser spoileado, el deseo de desvelar en redes el giro de guión que te ha perturbado o la naturaleza misma de estos destripes argumentales forman parte esencial de nuestra experiencia de consumo cultural conjugado en colectivo.
Para indagar en el fenómeno del spoiler en el siglo XXI, conviene trazar una definición del mismo. Aquí algunas propuestas. Para Jorge Salas, periodista y escritor, se engloba en este morral “cualquier información que me arruine la experiencia con la historia. Esto incluye cuando alguien altera tu predisposición natural con respecto a un título: se habla poco del spoiler de expectativas, del ‘esto te va a flipar’ o ‘el último capítulo es increíble’. Es una forma retorcida de spoiler porque arruina por completo tu agencia y desvirtúa tu derecho a emocionarte o no con algo de forma natural”. Un extremo que no convence a Pablo Plaza y Lluís Campello, del podcast Cinestèsia: “ha habido momentos en que parecía que todo era un spoiler. La gente no podía prácticamente hablar de sus sensaciones respecto a un capítulo, decir si le había dejado hecho polvo, si era muy triste…”. Y tiran aquí de argumento de autoridad: “Nacho Vigalondo siempre quita hierro a los spoilers porque dice que disfruta mucho de la construcción de las escenas. Es importante desdramatizar y también tener tiempo para revisitar ciertos films, volver a viajar a ellos conociendo su final, ahí está el auténtico antispoiler. Por la mercantilización brutal de las plataformas, renunciamos a ver las cosas por segunda vez, estamos siempre buscando nuevos estímulos”.
Clara Gorria y Álvaro G. Devís, responsables del podcast Última Fila cargan el peso del destripe en el receptor y no en el emisor: “el spoiler realmente no lo genera lo que desveles, sino lo la importancia que la otra persona le dé a lo desvelado. Supone arruinar una sorpresa a la otra persona, privarle de la emoción de sentir el plot twist. También tiene que ver con los géneros: no hay spoiler posible en las comedias españolas porque todas son iguales, no le puedes arruinar la sorpresa a nadie porque no hay capacidad de sorpresa”.
Esbozadas las coordenadas del destripe, toca diseccionar las posibles tácticas para acercarse a él. Hay quienes lo evitan a toda cosa, se aíslan de redes antes de ver un capítulo, por si acaso, o silencian palabras clave. Hay quienes se entregan al caos y lo aceptan con mayor o menor resignación. “Nosotras tenemos posturas bastante diferentes en este tema. Yo tengo una tolerancia amplia a los spoilers, mientras que Adriana no ve casi ni tráilers para no condicionarse”, señala Alexia Guillot, impulsora junto a Adriana Cabeza del proyecto de prescripción audiovisual Las Entendidas . En esta última opción se mueve también Gorria: “solo quiero conocer el cartel y poco más. Disfruto mucho de quedarme con la boca abierta ante lo desconocido, así que cualquier información extra ya me desvela demasiado”.
Y si existe la pulsión de muerte, existe también la pulsión del autospoiler, es decir, es impulso autodestructivo por buscar información sobre una creación aun sabiendo el riesgo que corres de encontrarte detalles de la trama desparramados por el camino. ¿Autosabotaje quizás? “Hay algo de necesidad de control y certidumbre en eso. No sabemos cuándo será la siguiente crisis del capitalismo, cuándo estallará la siguiente movida que trate de matarnos… Cuando una serie me gusta mucho, busco información de la directora, de canciones que hayan sonado, referencias… Y ahí se cruza una miniatura de YouTube que se convierte en obsesión hasta que veo el siguiente capítulo y se confirma todo”, sostiene Salas. Momento para una declaración de Guillot: “me encantaba spoilearme Juego de Tronos. Mi madre se estaba leyendo los libros y le preguntaba qué cosas iban a pasar o me metía en Wikipedia para ver quién se liaba con quién. Me podía más la espectacularidad de la serie que la sorpresa”. Desde Cinestèsia reconocen que existe “cierto morbo por estar al borde del spoiler”.
Hemos hablado de los destripados… toca hablar de los destripadores. ¿A qué responde ese afán por comentar a grito pelado desde tus redes sociales la muerte de ese protagonista nada más acabar el capítulo? “Detecto, en las personas que hacen spoiler cierta necesidad de sentirse más inteligentes que el resto o que la propia obra. No hay experiencia más estresante que ver una peli junto a alguien que se pasa las dos horas tratando de adivinar lo que va a ocurrir”, critica Joan Daròs, actor y autor de libros como A mordiscos la orquídea y La herencia. En la misma línea, una declaración de guerra por parte de Cabeza: “me da mucha rabia la gente que suelta spoilers en Twitter solo por demostrar un ‘yo lo vi primero’”.
Si hablamos del spoiler desde el punto de vista profesional, hay disparidad de criterios: “Clara no es nada amiga de hacer spoilers en Última Fila,pero yo sí: cuando haces crítica y análisis cinematográfico es inevitable desgranar ciertos aspectos de una obra”, señala Devís.
En el saco de las ficciones destripadas se entremezclan piezas audiovisuales y títulos literarios, sin embargo, ¿funcionan igual los spoilers de la palabra escrita que los referentes al fotograma? “El spoiler se trabaja mucho menos en literatura pero, al mismo tiempo, diría que es mucho más traumático porque con un libro suele ser todo más intenso e íntimo. Me jodes el final de un libro, un giro de la trama o cualquier mínimo hito literario que debería descubrir por mi cuenta y me ganas como enemigo para siempre”, señala Salas, autor de Estoy tan cansado que las ovejas me cuentan a mí. Para Campello la clave está en que una película la concebimos “para verla de inicio a fin, sin cortes. En cambio, en un libro dependes más de tu ritmo lector. Un spoiler en un libro me genera más curiosidad por ver cómo se llega hasta allí. En cambio, con una obra audiovisual pierde sentido la experiencia”. Un apunte musical cortesía de Cabeza: “conozco fans de bandas míticas que ahora están haciendo sus últimas giras y no ven las fotos de las actuaciones para no spoilearse el concierto”.
Y llegamos a uno de los grandes debates cuando de destripar ficciones se trata: la fecha de caducidad. ¿Cuándo se abre la veda para diseccionar libremente un argumento? Abre fuego Daròs: “en el caso de las series, depende de su patrón de emisión. Si una plataforma cuelga una temporada entera, alguien la ve en un día y a las 36 horas comenta el final o los giros de guión en redes, estamos hablando de cierta psicopatía social. En el caso de HBO, que publica los capítulos semanalmente (como debe ser), tres o cuatro días desde la publicación es lo realista. Yo lo estiraría más, pero hay medios que casi cada semana salen con una columna sobre el último capítulo, y hay que convivir con eso”. Respecto a novelas, películas o series ya finalizadas, considera que “es fácil hablar de ellas sin hacer spoiler, y quien lo hace saber perfectamente que podría haberlo evitado. A mí me spoilearon EL TEMA de Mantícora y nunca sabré cómo hubiera sido verla sin saberlo. Otra cosa es si en un programa, un podcast, un artículo o una charla se avisa de que se va a hacer un análisis en profundidad de tal obra. En ese caso, sabes a lo que vas”.
Desde Cinestèsia admiten que todavía les da miedo hablar en redes “de ciertos temas respecto a películas como El Sexto Sentido, porque nos sabe mal que alguna persona no la haya visto y se la fastidiemos, que ya no pueda gozar de la trama igual. Se da por hecho que todo el mundo lleva las series al día, pero no tiene por qué ser así…”. Para Guillot, actualmente, la caducidad del spoiler es “inmediata: el spoiler va unido a la conversación y la conversación está en redes”. En este sentido, Cabeza señala que “la tiranía del spoiler condiciona nuestro ritmo de visionado: consumimos contenido de inmediato por no comernos ninguno. A ver quién se atreve a dejarse para el viernes un capítulo de Succession”.
El temor al spoiler no nació hace media hora, de hecho, Daròs recuerda la campaña de anuncios y carteles que Hitchcock encargó “para pedir a los espectadores que salían de ver Psicosis que, por favor, no desvelaran los giros de guión a las personas que esperaban para entrar en la sala”. Sin embargo, las redes sociales han multiplicado tanto el fenómeno de los destripes generalizados como el pánico ante su aparición.
Así lo cuentan desde Última Fila: “la preocupación por los spoilers que existe en la actualidad tiene que ver con nuestro modelo de consumo. La mezcla de binge watching y redes sociales supone una fórmula fatal. Se genera una conversación social masiva, que es la manera más divertida y satisfactoria de ver un producto audiovisual. Como ya no hay cineclubs, esa charla se da en las redes y ahí, o te fastidias y dejas que los spoilers te pasen por encima, o participas en ese binge watching para estar al día”. Hay series que cobran una dimensión más exuberante gracias precisamente a esa tertulia pública, como The White Lotus, “que cada semana íbamos comentando qué pensábamos que iba a suceder”. Pero, en en otras ocasiones, la ubicuidad de referencias puede incluso quitarte las ganas de acercarte a una ficción: “si no has visto Fleabag, casi no vale la pena verla ya, porque la tienes entera a base de imágenes en Twitter, y eso es una pena”, expone Gorria. De hecho, Daròs afirma poder hablar con detalle de Juego de Tronos sin haber visto ni un solo capítulo gracias a (o por culpa de) toda la información al respecto vertida en redes.
En este tramo del camino, desde Cinestèsia recogen una reflexión de Áurea Ortiz: “las plataformas de streaming han provocado en nuestro tiempo de ocio un consumo desmesurado, casi neoliberal, por el que no disfrutamos de la conversación y la reflexión sobre las obras porque hemos visto productos diferentes o vamos a distintos ritmos. Cuesta encontrarnos entre tanta fragmentación”.
A continuación, estimada lectora de Culturplaza, te adentras en la galería de los horrores de nuestros entrevistados en lo que a contenido destripado se refiere. Un repaso por los giros de guión de los que se enteraron antes de tiempo y que se quedaron clavados para siempre en su corazoncito. Spoilers traumáticos, puñaladas verbales de seres queridos… Y todo lo contrario, de aquellas situaciones en las que ellos voluntaria o involuntariamente fueron los malvados que desvelaron el misterio.
Para Salas, el peor spoiler fue el final de Twin Peaks, “pero habían pasado tantos años que ni siquiera puedo quejarme. Y además fue culpa mía”. Por su parte, Daròs aquí recurre a un clásico: “soy de los que no han tenido la experiencia completa con El Sexto Sentido”. La de Gorría es una historia de venganza, traición y mentiras en toda regla: “una amiga con la que estaba enfadada me dijo que Jesse moría en el último capítulo de Breaking Bad. Luego vi la serie y comprobé que era mentira: ella tampoco la había visto y solo me lo dijo para fastidiarme. Fue una experiencia interesante: todo el rato esperando esa muerte que finalmente no sucedió”.
La espina de Campello: “mis compañeros de piso me spoilearon a propósito El club de la lucha. Era una película con la que tenía muchos prejuicios y ya sabiendo el giro de guion, la vi predispuesto a que no me gustara… y así fue”. Guillot introduce otra derivada: “si hablamos de contenido histórico no puede considerarse spoiler, porque son hechos que han sucedido, pero alguna amiga me ha reprochado que le contara que Pablo Escobar muere en Narcos…¡es algo que ocurrió y, además, no hace tanto!”. La frustración de Cabeza tiene un par de años: “por culpa de un comentario de Twitter me enteré del final de Petite Maman y me pareció de muy mal gusto: la habían estrenado recientemente y contar eso era fastidiarle la película a cualquier persona”.
Cerramos esta enciclopedia del spoiler con Devís, quien se cala su gorra de villano y lanza una confesión: “he contado a varias personas el final de Perdidos, pero ya había pasado muchísimo desde que se acabó, así que era válido. Hubo gente que me dijo que, al saber cómo acababa, no iba a seguir viendo la serie porque se le estaba haciendo larga. Me parece un error: había un sentido en ese final al que tenías que llegar”.
El creador de Brassic vio cómo su padre, que trabajaba en una fundición a la que tenía que acudir en bicicleta, fue despedido en los 80, lo que acabó en divorcio y en una familia desestructurada. Él era disléxico, no tenía acceso a tratamientos de salud mental y acabó siendo un adolescente hinchado de antidepresivos que se puso a mover marihuana. Basada en esa experiencia real, surge esta serie, con dos primeras temporadas bestiales, en la que refleja una clase trabajadora adorable que lo respeta todo menos la propiedad privada