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tribuna / OPINIÓN

Alacant... ¿existe?

21/11/2019 - 

El 10-N el pueblo volvió a hablar y no puede decirse que el resultado se alejara de lo previsible. Llegamos a las cuartas elecciones generales en cuatro años por la aversión del PSOE a asumir que el espacio de la llamada nueva política ha venido para quedarse, y que el problema territorial español no se resolverá por sí solo. Al contrario de lo que vaticinan cada pocos meses en los medios de Madrid, el bipartidismo no se ha recompuesto como para formar gobiernos en solitario. En paralelo, los escarceos con las soluciones autoritarias en materia territorial solo han dado alas a la ultraderecha local. Todo apunta a que hemos llegado, cuatro años después y a un alto precio, a una cierta homologación con Europa: ya asumimos como normales los gobiernos de coalición a todos los niveles y tenemos una ultraderecha como partido de masas y no escondida en el centroderecha. Enhorabuena a los que corresponda, los valencianos ya habíamos aprendido esa lección hace casi cinco años.

Aunque Vox es la punta del iceberg, el runrún mediático, político, académico y hasta judicial del que surge responde a algo más profundo. Enfrentadas a los retos de la globalización y los claroscuros de la integración en la Unión Europea, las clases dominantes españolas han optado por ceder competencias y soberanía sin rechistar, han jugado un papel más bien discreto en Europa y han apostado todos sus recursos en construir su propia megalópolis global, Madrid. Este Madrid que han creado, y pretenden seguir desarrollando, está  detrayendo recursos de otras administraciones públicas, las comunidades autónomas en general, pero también y sobretodo ayuntamientos con cada vez menos competencias o más controladas. Lo más vergonzoso de esta fotografía de la capital estatal –rango que permite a Madrid la atracción de inversiones como a ninguna otra ciudad de España- es la vocación por atraer residentes cualificados y empresas radicadas en otros territorios del Estado a través del dumping fiscal. La lista de desagravios también viaja en tren, con nuevos AVE’s radiales con origen y destino Madrid, destinando dinero del Corredor Mediterráneo al túnel ferroviario Atocha-Chamartí. Mientras el aeropuerto de Alacant-Elx se mantiene como el único centro europeo de su tamaño sin conexión ferroviaria, su superávit y el de otros aeropuertos se dirigen a reducir el abultado déficit de Adolfo Suárez-Barajas… Madrid se va. Y lo hace con nuestro dinero.

La emergencia de Teruel Existe y el auge de otros partidos de ámbito no estatal en España demuestra que hace falta poner otros temas en una agenda mediática y política absorbida por los problemas locales de Madrid y las élites que allí residen. Para eso, los partidos de cultura municipalista y arraigados al territorio hacemos falta. Porque en el primer preacuerdo de gobierno PSOE-Podemos la reforma del sistema de financiación autonómica -¡y lleva 5 años caducado!- ni aparece. En la Villa y Corte no es un problema. Tampoco aparece el problema de la financiación municipal, eterna reforma pendiente, y la cuestión de la regla de gasto para que los Ayuntamientos, las Administraciones más cercanas al ciudadano, puedan gastar sus recursos para prestar servicios. Ni hay atisbo de la racionalización de las inversiones: que en un territorio de dos millones de habitantes como Alacant y que recibe más de siete millones de turistas al año no exista ferrocarril de cercanías electrificado ni acceso en tren al aeropuerto tampoco está en el radar. De eso, para variar, solo hablaremos los que no tenemos como sueño hacer carrera en Madrid ni tenemos allí a los jefes de los que depende nuestra promoción.

En este año en el que se cumplen cuatro décadas de municipalismo democrático, Compromís publicó y presentó junto a sus alcaldes la Carta de Alacant, un documento que queremos que se extienda a todo el arco político, incluso más allá de esta entidad administrativa llamada provincia. La carta invita a la unión de todos los partidos para enfrentar la falta de inversión firecta en infraestructuras así como la imposición de cambios unilaterales por parte del Gobierno de Madrid que solo traban el trabajo de la primera línea de acción política y gestión ante la ciudadanía.

Hacer que Alacant exista es relativamente sencillo, y estamos a tiempo: cuando se vote la próxima investidura, cuando se negocien los próximos presupuestos, Joan Baldoví no tiene que estar solo exigiendo que se reforme la financiación. No puede ser el único diputado valenciano que pida acabar con la regla de gasto que ha acabado con la autonomía municipal no solo aquí sino en toda España y garantizar ingresos estables a los Ayuntamientos. Otros partidos deberían poner también entre sus demandas el Tren de la Costa, la conexión ferroviaria con el Aeropuerto, el Puerto, Elx o los campus universitarios. ¿Alguien más nos acompañará? ¿O se diluirá el poder alicantino y valenciano como le pasa siempre que respira el aire seco de la meseta castellana?

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