Las noticias tan trágicamente impactantes que nos llegan de Afganistán, nos obligan a abrir los ojos más allá de este mundo tan estrecho que con la excusa de la pandemia nos hemos construido, justamente cuando era más necesario ensanchar la mirada de la cooperación para afrontar sus retos. Nadie se puede sentir ajeno ante la situación que se vive en Afganistán. Aunque en no pocas ocasiones he manifestado por escrito la necesidad de afrontar los temas de la paz y la cooperación como un elemento esencial de la vida política, debo confesar que al tratar sobre Afganistán siento un cierto pudor, pues ni de lejos me considero si quiera un aficionado para tratar el tema, pero ante la incompetencia que están demostrando los responsables de esta situación, ante la falta de la más mínima previsión a la hora de la evacuación con todo el caos que se está produciendo, la verdad es que me anima a hacerlo.
Los temas de la paz nos importan a todos, no pueden ser patrimonio exclusivo de quienes detentan el poder. El preámbulo de la Constitución Española proclama su “voluntad de colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacificas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la tierra”. El cumplimiento de estos principios debe estar bajo el control de la nación. No vale pensar que de ello se deben ocupar solo “algunas mentes privilegiadas”. En ello, como en tantas cosas de la vida política, el sentido común acierta más que el de ciertos gurús. La guerra de Irak, con las multitudinarias manifestaciones de la población en contra, fue un ejemplo claro de ello. Son muchas las cuestiones que nos debemos plantear ante la trágica situación creada. No podemos obviar la quiebra de confianza en los EEUU que fue quien fraguó aquella invasión de Afganistán, así como con los países de la coalición. Pérdida de confianza que afecta al conjunto de las relaciones internacionales y que se hace especialmente dramática en gran parte de la población de Afganistán que se siente abandonada ante un régimen totalitario. Esperemos que en la política de acogida a los refugiados, no se repitan por parte de los países europeos y de los EEUU los errores cometidos ante los refugiados de otros conflictos.
Entiendo que en España, no nos podemos eludir del debate; hemos participado en las operaciones de aquel país y también en la ayuda al desarrollo del mismo y todo ello merece que se debata. No estaría de más plantearnos el porqué de nuestra presencia en Afganistán, qué razones nos llevaron a ello. Es necesario conocer la actividad desarrollada por España a lo largo de estos años en ese país y no lo digo partiendo de una posición negativa respecto al trabajo allí realizado, pero es bueno que se conozcan las actuaciones que han llevado a cabo las tropas allí destacadas, así como las actuaciones encaminadas a promover el desarrollo en los lugares asignados a España. Recientemente se recogían en el periódico El País unas breves declaraciones de Soraya Rodríguez, la que fuera Secretaria de Estado de cooperación en el gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero, en las que aludía al trabajo realizado en la construcción de obra pública, como en la puesta en funcionamiento de un hospital y diversos centros de salud así como de enseñanza.
Conviene que lo bueno realizado se ponga en valor, pues si todo ello se desconoce, se pierde el sentido del porqué de esta misión que coincidió con la retirada de la misión humanitaria en Haití; podría parecer que la presencia de España en Afganistán no tuvo otra finalidad que contentar a la administración norteamericana por el enfado ante la retirada de Irak, lo que sería un regalo un tanto caro; y a la vez entiendo que España tiene que apostar a tener su propia personalidad y sabiendo que hemos de cooperar con otros países en defensa de la paz y el respeto a los derechos humanos, no debemos tener solamente una actitud seguidista respecto a las conveniencias de otras potencias. Es mucho lo que España aporta y puede aportar en el mundo de la cooperación internacional. Reconocer entre nosotros lo bueno que se lleva a cabo es fundamental para que los demás nos respeten y nos valoren.
Es curioso el poco espacio que en la vida política del país se dedica a la acción exterior; en pocos debates, tanto en el Parlamento, como en las comparecencias de los políticos en los medios de comunicación, se abordan estos temas y en no pocas ocasiones cuando se hacen, no es más que para repetir ciertos mantras ya sabidos. Una acción exterior que debe contar con el consenso de todos y que aquí, salvo excepciones, brilla por lo contrario.
Siempre, pero ahora más que nunca, la política exterior es política interior y de modo muy especial hemos de predicarlo entre nosotros, pues tener una mirada amplia hacia el exterior nos hará conocer mejor la realidad de nuestro propio país, a la vez que el cooperar con los países que de modo especial lo necesitan ante situaciones tan dramáticas, nos ayuda a descubrir que el sentido de cooperación es esencial en la vida política y no el estar alentando las diferencias que nos dividen.