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“FALOS Y FALACIAS” DE ADRIANA ROYO, UNA MIRADA AL NARCISISMO CONTEMPORÁNEO

Adriana Royo: “Parece que exponerse en redes, parecer sexualmente predispuesto, te convierte en alguien moderno”

Fingimos orgasmos, follamos por fardar, soñamos con los tríos que vemos en el porno, nos acomplejan nuestras pollas y nuestras tetas… Y sin embargo nunca hemos hecho tanto alarde de nuestra libertad y de nuestro placer. ¿Sómos tan modernos? 

22/04/2019 - 

ALICANTE. La sexóloga y terapeuta Adriana Royo (Barcelona, 1989), especialista en estrés y neuroeducación, toma distancia con su tiempo y analiza el mito de Narciso y el fingimiento, los dos grandes leitmotivs de las relaciones interpersonales en la actualidad, en su ensayo Falos y falacias, publicado por la barcelonesa Arpa Editores. “Qué imagen damos al mundo, qué imagen queremos que los demás vean de nosotros y qué imagen queremos sepultar en el olvido. [...] en vez de vernos a nosotros mismos, vemos lo que queremos que los demás vean de nosotros”.

-¿El sexo está sobrevalorado o infravalorado? El sexo también es comunicación, ¿cómo lo ha transformado la sociedad actual de individuos burbuja, donde la incomunicación subyace al diálogo vacío?

Para empezar, lo más apropiado sería llamar a las cosas por su nombre, y no sé si la palabra sexo sería la más correcta. El uso que hacemos del lenguaje incide en sus formas de representación y acabamos deformando su significado y usándolo inapropiadamente. La palabra sexo proviene del latín sexus, del verbo secare, cortar, es decir, división del género: masculino y femenino. Sexo se refiere al hecho de ser macho o hembra. La palabra cópula o coito en cambio, significa unión, conjunción, juntarse. Entiendo que son palabras que ya no se usan y parecen anticuadas, ayer copulé con mi marido no es algo que se oiga a menudo, pero es importante que nos demos cuenta cómo cambia nuestra percepción, nuestras emociones y cómo cambia nuestra manera de sociabilizar ante el mundo en función del lenguaje que utilicemos. Precisamente en nuestro imaginario cuando decimos sexo, sabemos que nos referimos a tener relaciones sexuales, pero el tema es el cómo. Lo que llamamos sexo se ha desvirtuado y desfigurado hasta algo insustancial y hueco. Artificioso. Lo hemos reducido meramente a un plano físico y genital y a eso le hemos dado una importancia suprema –será que estamos muy domesticados y soltarnos al instinto nos hace parecer más libres, más evolucionados?–.

 Por un lado sobrevaloramos el sexo dándole esa importancia casi de novela, de peliculón de Hollywood, casi pornográfico, como si eso representara lo exitoso. Lo hemos pervertido en su imagen. Es como si hubiéramos aspirado el verdadero contenido y valor del coito, lo hubiéramos vaciado, porque en el fondo nos aterra, y lo hubiéramos manoseado tanto su forma que lo que ahora consideramos sexo es una especie de imagen decadente, gastada y maltratada. Se ha mercantilizado el símbolo.

Además, con la hiperexposición de las redes sociales, la hipersexualización de la sociedad y hasta de nuestros afectos, el tabú parece que ya no es la sexualidad en sí misma sino la verdadera intimidad. Parece que exponerse en redes, parecer sexualmente predispuesto te convierte en alguien moderno, que ha superado sus complejos y que se ha empoderado, cuando realmente esa imagen aparentemente poderosa y sexual está vacía de contenido. Vivimos en esta época decadente, donde la imagen viene de una representación del símbolo sin contenidos, dejando el valor a un lado.

Alguien narcisista no se ve a sí mismo, sino que vive de su imagen. Narciso muere cuando se ve reflejado en el agua. El narciso sobrevive porque no se ve a sí mismo. No puede haber sexualidad sin intimidad y la intimidad se ha vuelto púbica, es más, la intimidad nos aterra. Exponerse significa verdaderamente abrirse ante otro., con tus defectos, con tus miedos más profundos y desconocidos hasta para ti mismo. Que los vean y te amen. Confundimos la exposición con la exhibición.

¿Qué tipo de sexualidad tiene alguien que no se ve a sí mismo pero que no deja de exhibirse? Pues no la del coito, ni la de la cópula. Así no puede existir la conjunción real. Lo real existe por voluntad del signo, según Baudrillard. Por lo que la realidad será el mejor de los antídotos para tiempos como los que estamos viviendo.

Por otro lado, lo infravaloramos completamente cuando creemos que el sexo se trata solamente de un culo, de un trofeo, de una meta, o de una forma de paliar la ansiedad, el vacío o la soledad. Lo infravaloramos cuando no desarrollamos la empatía, cuando lo vemos desde un punto de vista muy egoico. Restamos el valor que tiene cuando dos seres humanos se miran y se ven más allá de la imagen que se quiere sostener, se comparten y se vinculan. Lo infravaloramos cuando lo reducimos a algo físico y superficial –ojo, no juzgo lo superficial, juzgo la falta de responsabilidad a la hora de profundizar en ti mismo y en otro, de conocerte y querer conocer al otro– y nos estamos perdiendo la riqueza que hay cuando dos seres humanos se vinculan. No cuando se relacionan solamente sino cuando se vinculan. Cuando dos personas se vinculan dejan de ser seres individuales y cambian. Estar expuesto a cambiar y perder tu estupendo ego y tu estupenda personalidad nos aterra. Preferimos agarrarnos a veinte uñas a lo que consideramos nuestro carácter y que se adapten a él, bajo ningún concepto vamos a cambiar como consecuencia de abrirte a otro y vincularte. Ahí nos estamos perdiendo el verdadero placer y o hemos sustituido por un placer neurótico y ansioso de la imagen, que además, debo decir que no se disfruta, ya que como está vacío de contenido, siempre se va a necesitar consumir para mantenerlo.

Con el nivel de narcisismo e identificación con la imagen que queremos mostrar al exterior hemos creado un monstruo hambriento y lujurioso que aparenta sexo, sí, pero no lo tiene.

-¿Hay una excesiva banalización del sexo en el discurso público que hace que cualquiera se sienta experto y pueda soltar barbaridades como las de Cayetana Álvarez de Toledo y su “vosotras siempre decís “sí, sí, sí” hasta el final”?

- Bueno, en este caso al final es un paripé político. Tienen que mantener una creencia y una opinión y lucharla hasta el final. No se trata de que representen los valores humanos, es una lucha por tener la razón. Lo veo como un espectáculo de entretenimiento, tipo pan y circo para el pueblo. En realidad no están diciendo nada, solamente se lanzan frases titulares. Dime, el rato que están hablando sobre algo tan importante como es el consentimiento, ¿qué han aportado realmente en esta conversación?

-En educación sexual para niños y adolescentes, ¿hemos pasado de la represión perversa a la infoxicación? ¿Cómo vive y analiza esto una sexóloga que casi se ha educado ya en tiempos de infoxicación?

- Muy interesante, adoro el término infoxicación. Lo primero es tener cierta actitud crítica y no creerte todo lo que crees. Preguntarte bien cómo ha llegado esa información ahí, desaprender, desarticular, identificar qué es un constructo social, moral o religioso, qué es algo verdaderamente mío. ¿Es una opinión que tengo por presión social, es por miedo o por vergüenza que opino esto? Deconstruir y decapar las creencias para por lo menos, poder filtrar la realidad desde un lugar lo menos contaminado posible, dentro de los límites que existen claro. Creo que tanto la represión como la infoxicación son perversas en cuanto al nivel de moldear nuestros cerebros y no estar con contacto con nosotros mismos, por exceso o por defecto.

Es básico preguntarse por qué y para qué uno cree lo que cree, tirar del hilo, ir hacia dentro nuestro y responsabilizarnos. Desde ahí educar a los más pequeños a gestionar sus emociones primero, anatomía educación sexual, y después lo más importante: enseñarles y guiarlos para que aprendan las herramientas necesarias, que puedan establecer un diálogo consigo mismos y puedan conocerse desde su singularidad, no desde lo que debería ser la sexualidad. No se trata de enseñarle al otro cómo hacer o sentir la sexualidad, sino que aprenda desde sí mismo hacia sí mismo.

 -Leyendo “Falos y falacias” da la sensación de que la mayoría de las psicopatologías sexuales tienen por origen la falta de comunicación, tanto en el sexo casual, como en las relaciones que se alargan en el tiempo. ¿Qué es más efectivo, hablar de sexo de manera explícita, o mantener ciertos códigos privados de complicidad? 

- Hay falta de comunicación con los demás porque no la tenemos con nosotros mismos. No miramos hacia dentro, por lo que nos costará mirar dentro de otros. En realidad no se trata de qué es lo más efectivo para comunicarte mejor, si no del tipo de comunicación y el tipo de diálogo que estableces primero contigo mismo y después con el otro.

Si hay comunicación, hay la complicidad para que con una mirada dos personas ya se entiendan y sepan qué quieren. También hay personas que les puede excitar más bordear la sexualidad y hacerla más implícita, ser más sutiles, y esa es su forma de comunicarse con el otro. No se trata tanto de qué fórmula es la mejor para comunicarnos, sino de aprender comunicarnos como forma de expresión con el otro. No se trata de una forma más eficaz para entendernos sino preguntarnos desde dónde estamos dialogando con el otro. Si necesitas una fórmula es porque en realidad no ves al otro y no hay comunicación real.

-¿Nos ponemos una máscara para practicar sexo?

- La máscara la llevamos puesta todo el día, la palabra persona significa máscara, es inevitable. Tenemos una máscara, una coraza caracterológica, un ego, un mecanismo de defensa, llámalo como quieras, el tema es cuánto nos identificamos con eso. Hoy en día dejamos que nos posea y ha generado un ente aparte, la máscara, desconectada totalmente de la emoción real de la persona. Lo enfermizo de hoy en día es no saber distinguir el uno del otro, y vivir a partir de lo que crees que deberías ser para sentirte amado por los demás, más que por lo que eres.

¡Imagínate a nivel sexual! Queremos demostrar que somos espectaculares y así el otro nos admirará, básicamente porque la máscara necesita cierto orgullo de imagen, pero sobretodo, que lo admiren. Preferimos sentirnos admirados a ser amados. La máscara nos protege del amor porque el amor nos aterra. Que te amen significa que te vean. Y si los demás te ven, te ven también con tus miserias. Los humanos nos rechazamos a nosotros mismos por nuestras miserias, nos juzgamos e intentamos que no se note nuestros defectos o nuestros mayores miedos. Si lo hacemos con nosotros mismos nos costará expresarnos con ellos porque creemos que el otro reaccionará igual que nosotros, así que sí, practicamos sexo con máscaras en general. Eso, sumado a que nos conocemos muy poco sexualmente debido a la falta de educación, y a que los medios, la publicidad, las películas o la series que vemos se han ocupado de rellenar nuestras identidades con imágenes de lo que debería ser, y nos creemos que ese, es la sexualidad que deberíamos tener.

La máscara nos protege básicamente de nosotros mismos, a la vez que nos distancia del otro y nos aísla.

- “Todos queremos saber lo que el resto de la gente hace de verdad en sus casas cuando folla, porque en realidad nadie lo sabe. Parece que el porno asume ese papel y nos creemos que ese sexo es el que deberíamos tener”. ¿De verdad todos estamos interesados en saber cómo follan nuestros vecinos?

- Como humanos, estamos interesados en lo que hace “el vecino” en general. Podemos ser curiosos, pero a veces nos pasamos de morbosos, de envidiosos y celosos. Es lo que tiene la inseguridad.

- ¿Cuánto de sexo hay en el amor y cuánto de amor en el sexo?

- Eduard, cuando escribí Falos y Falacias lo tenía muy claro, te hubiera contestado con claridad apabullante, pero a día de hoy, después de todo lo que he continuado aprendiendo me han surgido más preguntas y te contesto con total honestidad y es que no lo sé. ¿Me hablas de amor bioquímico, amor como derecho humano, como amor ideal y romántico? ¿Me hablas de sexo como sexo sin vínculo emocional, con vínculo emocional? ¿Sexo es lo mismo que cópula? Tengo que investigar al respecto. Gracias por hacerme esta pregunta, ¡lo reflexionaré!

En una dimensión social, el sexo siempre es consentido o no estamos hablando de sexo, sino de agresión, violencia, delito. El lenguaje es importante, ¿no utilizar el término sexo en estos contextos, ni en el lenguaje jurídico-administrativo, ni el periodístico, ayudaría?

- Me parece de las entrevistas más interesantes que me han hecho, ¡gracias por hacerme pensar! La verdad es que es un tema complicado ya que abarca diferentes capas que deberíamos concretar. En mi opinión creo que no aporta mucho el término sexual cuando hablamos de abuso o de agresión. Al final el sexo es un tema que incita al morbo, aunque no debería ser así cuando hablamos de agresión o abuso. Cuando lees los periódicos y ves esos titulares, la palabra sexo es la que se destaca por encima del resto. El sistema que hemos construido banaliza con el sensacionalismo, y eso creo que no nos ayuda, pero claro, en realidad deberíamos hablar e investigar, sobretodo, el porqué de las bases de dichas instituciones.

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