Estos días hemos conocido un caso de acosos escolar muy grave que se ha producido en un instituto de Elche. Dos chicas menores, 15 años, propinaron una paliza a otra de la misma edad. La agresión fue grabada, vitoreada e incluso algunos compañeros se unieron a los golpes llegando a participar otras estudiantes de otro centro cercano.
La niña no quiere volver al instituto, normal. La agresora principal ha dicho en varias televisiones nacionales que “se lo merecía”. El suceso está denunciado en comisaría pero resulta que hay lagunas legales y desajustes que en muchos casos convierten a los agresores en inimputables. A los pocos días se produjo otro caso parecido, también en Elche y de nuevo con turba de chavales animando la gresca y grabaciones en redes.
España es el tercer país del mundo con más casos de acosos escolar, solo por detrás de Méjico y Estados Unidos. De este ranking no se presume, pero este “top tres” da mucha vergüenza.
Sin embargo, esconder las vergüenzas solo sirve para agravar el problema. En cuanto se destapó el caso de la paliza recibida por una chica esta semana en Elche, comenzaron a salir otras familias denunciando hechos similares. Estaban amedrentadas por los acosadores que en muchos casos, no solo siguen impunes, sino que además son apoyados por los adultos de su entorno y las direcciones de los institutos miran para otro lado. Una directora llegó a decir, (eso si en privado), que estas noticias “nos dan mala fama”.
No sabía que los institutos tenían que tener “buena fama”. Creía que se dedicaban a otra cosa. ¡Qué decepción!
El acoso escolar es en España la primera causa de suicidio en la infancia y la adolescencia. El silencio o mirar para otro lado tiene un coste muy caro.
Cuando la agresión es directamente una paliza, como el caso ocurrido estos días en Elche, es obvio que ha habido un delito y aunque primero se intentó disimular, el instituto tiene encima un problemón porque intervino la policía, hay grabaciones que han circulado por los teléfonos móviles de algunos menores y hay detrás una familia que ha decidido que no va a amedrentarse. Ya están pagando las consecuencias de dar la cara y pedir justicia.
Sin embargo me preocupa mucho también ese acoso psicológico y difícil de demostrar. Esos menores que van al colegio o al instituto con miedo a ser ridiculizados y son objeto de empujones, robos o mofas. Esos que no lo cuentan a nadie y disimulan. Ese Bullying es muy grave, tanto como el que llega a la paliza, pero es muy difícil de probar y ahí es necesario implicar a los docentes.
¡Ojo¡ que no les hago responsables, las causas son otras y están desde luego en la familia que debe educar y proporcionar valores y herramientas a sus miembros para desenvolverse por la vida y resolver conflictos sin recurrir a la violencia verbal, física o psicológica. Pero los docentes pasan muchas horas al día con nuestros hijos e hijas. Los conocen a veces más que nosotros, sobre todo en esas etapas de la vida como la adolescencia donde la separación de tus padres es la manera de reafirmar su camino a la adultez de muchos jóvenes.
Aunque estemos alerta no les vemos en su entorno y es ahí donde los profesores pueden observar y descubrir a los acosadores y a los acosados, o al menos lanzar una primera alerta.
Por favor, no hagan caso de eso de que da mala fama. Avisen. Y a las autoridades competentes, formen a los docentes en esta y otras materias. Educación es todo. No es solo volcar conocimiento en los adolescentes que en la mayoría de casos quizá vomiten en un examen y poco más.
Me da mucha rabia y pena que el trabajo de miles de docentes vocacionales, amantes de su profesión y que se esfuerzan cada día por hacer bien su trabajo se empañe por unos cuantos que van a pasar las horas y a cumplir con los expedientes. No les culpo desde luego del acoso escolar pero si les pido que hagan lo que esté en su mano por detectarlo y pararlo, especialmente a los equipos directivos. La gran solución desde luego es que el suicidio deje de ser tabú, que se forme sobre el Bullying a todo el mundo, que la ley y el código penal se adapte a este tipo de conducta delictiva prolongada en el tiempo y con tan graves consecuencias y que se establezcan leyes, reglamentos y normas que implanten protocolos de prevención detección y actuación en todos y cada uno de los centros educativos. Y seguro que mucho más pero o esto nos lo tomamos en serio de verdad o lideraremos rankings vergonzosos por mucho tiempo.