VALS PARA HORMIGAS / OPINIÓN

A bordo del Aquarius

13/06/2018 - 

Tiene uno la gramínea sensación de que buena parte de nuestro futuro inmediato pasa hambre, frío y angustia a bordo del Aquarius, como los más de seiscientos migrantes embutidos en salvavidas rojos que viajan en él. No solo porque su odisea nos recuerda que sería mucho más aconsejable –y productivo, para aquellos que solo saben resolver el crucigrama de su vida con términos procedentes del ámbito de la economía- frenar su salida con ayudas al desarrollo de los países de origen, antes que gastar presupuestos estériles en rescates y verjas con concertinas. El principal toque de atención que nos da la travesía de este buque consiste en que no nos podemos permitir que en Europa haya mandatarios que se alegren de la desgracia de todo un colectivo. Ni siquiera por medio de Twitter. Distinguir entre lo que nos ocurre a nosotros y lo que les sucede a los demás ya nos salió mal hace casi un siglo. Que el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, celebre haber cerrado las puertas de Italia a un puñado de negros ya ha pasado. De otra forma, con otros personajes, en distintas ubicaciones, pero ya ha pasado. Los europeos deberíamos estar mucho más atentos a lo que sucede en el Mediterráneo, porque es el conglomerado que mantiene unida la hélice de nuestro código genético desde antes de la guerra de Troya.

Somos humanos y nos mueve el rencor. Y en la orilla norte no estamos ayudando precisamente a estrechar lazos con la orilla sur. Y, al final, el sentimiento colectivo es mucho más poderoso que el individual, porque es inmune al alzheimer de los siglos. La gente pasa, pero los odios permanecen. Al menos, hasta que alguien los mitiga con una negociación ventajosa. Que es, probablemente, lo que ha sucedido durante estos días en Singapur. Porque también podríamos pensar que buena parte de nuestro futuro se juega en el tablero en el que Kim Jong-Un ha dispuesto sus peones y con el que Donald Trump se entretiene haciendo dibujitos en los escaques blancos. Y probablemente sea así. Trump es la falla sísmica que está separando a los Estados Unidos de Europa. Hacia el otro lado solo tiene a Rusia y Oriente. Y a nadie se le escapa que el dinero, único dios verdadero en la mayoría de tribus rubias, ahora mismo se geolocaliza en China. Quizá podríamos estar ante un nuevo orden mundial. Pero Trump pasará. Y el rencor, otra vez el rencor, es mucho más profundo en el Pacífico que en el Atlántico. Llegará otro presidente al Despacho Oval que lo tenga más en cuenta.

Sucede que las claves del encuentro de Singapur se basan en intenciones económicas y estratégicas, tan efímeras y volubles como nosotros mismos. Pero la catástrofe migratoria mediterránea es el tipo de situación de la que se arrepentirán nuestros descendientes cuando el único remedio para evitarlo sea arrancar la página de un libro de Historia. El flujo de víctimas de hambrunas, guerras y desastres naturales no va a parar. Y la única solución posible es evitar el desamparo y abordar las causas de sus emergencias, que nunca son de las que pueden esperar tres años a que Europa tome una decisión, como ocurre ahora.Porque mientras solo seamos capaces de llenar las costas de puertas para detener las oleadas, no nos daremos cuenta de que siempre nos puede llegar el momento de que nos toque naufragar a nosotros y no encontremos la llave para salir. Y también ha pasado ya.

@Faroimpostor

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