atracón de pantallas

Vladimir Putin, el chico que quería ser James Bond y se convirtió en presidente

La miniserie documental Putin: de espía a presidente, disponible en Movistar+, repasa la biografía del joven agente de la KGB que supo medrar hasta hacerse con el poder y no soltarlo

11/12/2020 - 

VALÈNCIA. Corrupción, asesinatos por la espalda, envenenamientos, terrorismo de Estado, amaños electorales… Son los actos que nos vienen a la mente cuando se menciona a Vladimir Putin. El presidente de la Federación Rusa aprendió en la calle a defenderse del enemigo; en la KGB profundizó sobre las técnicas más eficaces para afianzar su carrera política: las mentiras, la manipulación y la represión iban a ser sus mejores aliados. Y con la televisión soñó por primera vez con ser un ídolo de masas.

Al joven Vladimir se le daba bien el judo. Lo ficharon para atleta. Después, a mediados de los 70, con sólo 23 años, entró en la KGB como agente. Se trataba del trabajo con más glamour que podía existir en esa época para un joven como él. Por entonces la televisión pública emitía una serie sobre un espía ruso, tipo James Bond, llamado Stierlitz. La serie más popular de la historia soviética se titulaba Diecisiete instantes de una primavera. Y ahí estaba su alter ego, en la pantalla, protagonizando el mejor thriller de espionaje soviético. 

No cabe duda de que a Putin le gustaban las cámaras y el personaje. Con los años ha mostrado reiterados momentos de vanidad, ya fuera como judoca, subido a un caballo a pecho descubierto o acariciando a un tigre. “Hasta los osos le temen”, dijo su jefe de prensa en una ocasión. En el documental le vemos protagonizar un cortometraje a mediados de los 90. Es su primera vez ante las cámaras. Tras la caída del muro de Berlín, la antigua KGB había pasado a llamarse FSB. El objetivo del reportaje era explicar cómo era el trabajo de un agente en una época convulsa, repleta de crímenes. Como no se podía contar mucho, la narración consistía en un simple trayecto en coche, con él conduciendo. La música que sonaba en el transistor era la banda sonora de Diecisiete instantes de una primavera, mientras que en off se jactaba de que dormía con un arma. Fue su primera aproximación a la propaganda política.

Pero aquel trabajo de justiciero de la patria no le duró mucho. Por suerte, los perros fieros pero leales de la KGB estaban muy bien vistos en la nueva Rusia, así que se transformó inmediatamente en asesor del alcalde de San Petersburgo. Comenzaba su carrera política. 

La primera lección sobre democracia que aprendió es que no se podía confiar en ella. Que unos ciudadanos cualesquiera se atrevieran a quitarle el poder… ¡ni hablar! En 1996, su jefe, el alcalde de San Petesburgo, había perdido las elecciones. Primera y última vez que Putin se dejaría ganar. Aunque le acusasen de amaño electoral, los referéndums iban a ser, a partir de entonces, un mero trámite. 

Tras aquel patinazo se fue a Moscú. Y por arte de birlibirloque se situó a la derecha del presidente Boris Yelstin, cuando este apenas podía caminar en línea recta. Presenciamos uno de los mejores momentos del documental: cuando Yelstin, que le había propuesto como sucesor, esperaba la llamada de su delfín tras confirmarse su victoria electoral. Nos lo cuenta su propia hija, Tatyana Yumasheva. El expresidente había invitado a un equipo de filmación a presenciar el momento (material inédito incluido). Pero Putin no le devolvió la llamada. Su ausencia sonó lo suficientemente amenazante para que, después de esperar unas horas, la familia Yelstin despidiera al equipo de rodaje sin más explicación.

Muertes, muertes y más muertes

Su popularidad se vio empañada pronto por el primer escándalo: el naufragio del submarino Kursk. Era agosto. Putin estaba de vacaciones y no quería que le molestaran. Tardó siete días en mostrar interés públicamente. Lección número dos: no dejes que la prensa te estropee tu relato del héroe. Y, por supuesto, no dejes títere con cabeza al que intente cambiártelo. Una de sus víctimas, precisamente, fue la periodista Anna Politkovskaya, crítica con Putin en el conflicto checheno, que fue asesinada el día del cumpleaños del presidente. Les menciono la fecha de su cumpleaños porque, según algunas teorías, tiene su razón de ser. “Dudo que él diera la orden”, dice el redactor de la emisora Echo de Moscú, Alexei Venediktov, al hablar de algunos de los asesinatos de sus críticos o enemigos. “Yo siempre pongo el ejemplo de la muerte de Tomas Becket. Enrique II dijo: ¿No me librará nadie de este sacerdote? Y cuatro hombres fueron a Canterbury y asesinaron brutalmente a Tomas Becket… ¿Fue eso una orden?”.

Marina, esposa del exoficial de la KGB Aleksandr Litvinenko está presente en el documental. Conocemos de primera mano su enfrentamiento con Putin, su huida a Gran Bretaña y su posterior envenenamiento con polonio. También las muertes de otros oponentes políticos. El viejo tirano, ahora relleno de Botox, no soporta la traición (ni envejecer). Cuentan que puso a prueba a su esposa antes de casarse. Pidió a sus amigos que intentaran ligar con ella y así probar su lealtad. La chica pasó la prueba y se casaron. Que él luego le traicionara a ella no es importante para la construcción del héroe porque, ya saben, es un macho man. Y un homófobo. Un oportunista. Un gángster callejero. Un peligro para la humanidad. 

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