El film de María Ripoll, que se estrena este viernes, reúne las grandes preocupaciones de padres y madres que son hijos e hijas
VALÈNCIA. El viernes se estrena Vivir dos veces, el nuevo film de María Ripoll, que a todas luces, ha sido uno de los grandes rodajes de los últimos meses en València. La película, en realidad, se contextualiza en su práctica totalidad en la ciudad, pudiendo reconocer graffitis, calles, esquinas, especialmente en el Barrio del Carmen. Todo esto ha sido posible, entre otras cosas, por el guion de María Mínguez, valenciana y que debuta en la gran pantalla tras haber participado en otros proyectos como La Forastera en À Punt. Ayer en Kinépolis se presentó la película a la prensa en el marco de Los Preestrenos del Festival de Cine Antonio Ferrandis.
El film cuenta la historia de Emilio (Óscar Martínez), un profesor de universidad jubilado al que le diagnostican alzheimer. Será entonces cuando decida emprender un viaje para conocer al amor de su vida, que perdió tras su infancia. Lo hará de la mano de su propia hija, su nieta y su yerno (interpretados, respectivamente, por Inma Cuesta, Mafalda Carbonell y Nacho López).
La película se ubica claramente enunciando especialmente para un público adulto, de unos 40 años. Esa generación que ya son padres o madres y que también tienen padres o madres. El personaje de Inma Cuesta, Julia, tiene que lidiar con una precoz hija absorbida por las redes sociales y el teléfono móvil, una infidelidad que desmonta sus aspiraciones vitales de construcción de una familia, y también con la enfermedad de su padre, que le provoca ese miedo a perderlo, a dejarle en una residencia, a que no vuelva nunca a ser como ha sido. En definitiva, problemas muy presentes en nuestra sociedad actual pero que preocupan principalmente a un segmento muy concreto.
De esta manera, a pesar de que la cámara sigue principalmente a Óscar Martínez y a Mafalda Carbonell, el personaje principal es el de Inma Cuesta, ya que es a la que va dirigida la historia, la enunciación directa. "La idea surgió de una conversación con una amiga sobre el alzheimer. Me di cuenta de que había muchas películas, como El hijo de la novia o Amour, que lo trataba, pero nunca movía la historia el enfermo, siempre quién lo cuidaba. Busqué acercarme más al tono de -por ejemplo- Pequeña Miss Sunshine", comenta la guionista, María Mínguez. Vivir dos veces se posiciona así como un film generacional, un concepto que se suele referir a las películas que responden a las preocupaciones de los treintañeros o de los más jóvenes cuando se habla de las primeras frustraciones vitales o del despertar amoroso en un mundo hostil. Nada de esto, esta película es generacional para esa generación a la que no se le tiene tan en cuenta.
Dicho esto, segmentar tanto el discurso también le ha venido bien al equipo liderado por María Ripoll para construir una película que responde perfectamente a uno de los eslóganes de promoción: "una comedia emocionante". Vivir dos veces es exactamente eso, ni más ni menos: es un film cómico, con gags más o menos acertados, pero que díficilmente arrancaba menos de tres o cuatro risas en el público, y sobre todo, es una bomba emocional que no para de crecer en la medida en la que va avanzando el metraje. "Me gusta la idea de tratar temas tan trágicos desde la comedia, y esa combinación acaba llevando de manera natural al tonos muy emocionales. Es la forma de que la gente vea la película de una manera más esperanzadora y no tan dramática", explica Mínguez.
Cada elemento no es casualidad, sino es un ingrediente para esta bomba, que apunta directamente y sin miramientos al lagrimal. La trama, pero también la música, las referencias, el trabajo actoral, el tono del film, incluso el aura nupcial que inunda el film (de una manera más explícita, localizando una secuencia en una boda, o de una menos explícita, con algunas transiciones y planos que pueden recordar perfectamente a un vídeo profesional de boda). Todo este artefacto consigue su objetivo, el preestreno se saldó con varias personas diciendo aquello de "hay que verla preparado".
Ahora falta saber cómo funcionará en pantalla. Sin duda, el film, a pesar de su pretendida y desbordante normalidad narrativa y fílmica, no se estanca en esa tendencia de comedia alocada (y normalmente vacía) que funciona muy bien en taquilla. Vivir dos veces tiene un objetivo tan claro que no lo necesita. Si no lo consigue en las salas de cine, lo hará por su carisma popular en su segunda vida en Netflix, que ya ha adquirido sus derechos.