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Veinte minutos con Limonov, "cada vez más malvado"

Descifrar el personaje a través de su obra más personal, El libro de las aguas, sigue resultando un reto complicado: en las distancias cortas sigue siendo excéntrico, incongruente y militante... 

10/06/2019 - 

VALÈNCIA. Eduard Limonov decidió en 1972 que allá dónde fuera, buscaría donde bañarse. Con la publicación por parte la editorial Fulgencio Pimentel de sus memorias, El libro de las aguas, aprovecharon que el autor ruso visitaba España para presentar su obra en la Feria del Libro de Madrid y le llevaron a bañarse a la playa de El Saler. De paso, reservaron también tiempo para que unos pocos medios le entrevistaran.

Realizar la entrevista a Limonov era todo un reto. Primero, porque estaba pautado que durara alrededor de unos quince minutos y porque, después de tantos años en Moscú, había perdido fluidez con el inglés y tenía que hacerse con la ayuda de una traductora. Pero segundo, porque posiblemente, todo el personaje que conocemos Limonov se confirma en sus respuestas: descifrarle resulta una tarea prácticamente imposible porque se gusta contradictorio mientras se niega provocador.

El libro de las aguas llega a España años después de la obra que lo descubrió al público nacional: la biografía que escribió sobre él Emmanuele Carrère, del que el propio Limonov reniega, en el que dibuja toda una vida asombrosa de militancia y excentricidades. Fue todo un éxito editorial y acabó engullendo incluso, en muchos países, la obra publicada por el autor ruso. El libro de las aguas, aunque fue escrito hace dieciocho años (es decir, siendo anterior a la obra de Carrère) sirve como una especie de contestación a la biografía escrita por el francés. Fue escrita mientras Limonov estaba en la cárcel, de la que se veía durante mucho tiempo. Sentía que había perdido aquella vida que le faltaba por vivir, así que decidió poner en valor lo que había hecho para llegar hasta allí. Si hay alguien que puede descifrar a Limonov, solo será él mismo, posiblemente en estas memorias que se publican.

Foto: ESTRELLA JOVER

Están trazadas con el hilo conductor de las aguas en las que se ha bañado, y con dos temáticas, según afirma él: la guerra y las mujeres con las que se ha acostado. De lo primero, se puede contar que ha participado en varias contiendas a través de su proyecto político, el Partido Nacional Bolchevique, que tiene como bandera una versión de la nazi pero sustituyendo la cruz gamada por la hoz y el martillo. De la segunda, se puede contar que el escritor ruso relata sus amores con la sensibilidad romántica que se puede ver desde una cárcel pero a través del filtro Limonov, que contamina todo aquello que cuenta. Al final, El libro de las aguas es una suerte de acercamiento a la vida y obra de una de las voces narrativas más importantes de la literatura rusa de las últimas décadas a través de su persona. No es autoficción, aunque lo parezca.

Con todo esto, el cuestionario de Culturplaza tenía como objetivo principal descodificar al excéntrico personaje dibujado por Carrère, del que Paweł Pawlikowski quiso hacer una adaptación cinematográfica (el proyecto no ha salido adelante). Si en sus escritos se puede entrever una profundidad mucho mayor de la que le han querido dibujar, en la entrevista, el autor -siempre desde la cercanía y la simpatía- acaba construyendo sus respuestas dentro de un muro de contención, en que relativiza prácticamente todo.

Veinte minutos desordenados con Limonov

- En Europa le conocemos más por su militancia política que por su obra literaria, ¿qué le parece?
- Pues qué se le va a hacer… Antes tenía un agente literario mucho mejor, desgraciadamente falleció. Desde 2012 tengo otro que es mucho peor.

Foto: ESTRELLA JOVER

- Pues intentemos resolver esa carencia con esta entrevista, ¿cuál es la importancia de la literatura en su vida?
- No tuve otra opción, la literatura era mi única opción de vida. Uno no podía dedicarse a la política. La literatura me da mucha satisfacción. Soy periodista y trato de ser el primero en reflejar cuestiones de actualidad. Los rusos, como los españoles, somos perezosos, pero yo me levanto todos los días a las 6 de la mañana para trabajar.

La “carrera profesional” de Limonov pasa, en efecto por varios sectores: desde la delincuencia juvenil hasta ser mayordomo, pasando por la mendicidad y acabando sabiéndose como uno de los literatos más relevantes de nuestra época. Sin embargo, el prefiere relativizar todo aquello: “Yo no soy responsable de los rumores sobre mi personalidad. Al igual que nunca he escrito seriamente, solo he seguido los impulsos que tenía. Por ejemplo, una vez vi por la televisión a un coronel explicando cómo había bombardeado un puente croata. A los dos días ya estaba allí con el mismo coronel”.

La biografía de Limonov está manchada por su participación en varias contiendas. Tal vez la más polémica es aquella escena, grabada por Pawlikowski para la BBC en la que actuó como francotirador en las filas de Radovan Karadzic, acusado después de crímenes contra la humanidad.

Foto: ESTRELLA JOVER

- Estas memorias, esta vista atrás, ¿están hechas desde el arrepentimiento o desde el ensalzamiento?
- No he tenido muchas oportunidades en la vida. Hay cosas que me hubiera gustado hacer y no he podido, pero todo aquello que sí he hecho, lo veo con orgullo.

- El concepto de socialismo es fuerza diferente en diferentes lugares del mundo. En América Latina es una utopía, pero en los países de la antigua Unión Soviética -por el contrario- es una pesadilla dictatorial. ¿Sirve esta obra para entender esa visión rusa de la política?
- El libro de las aguas quiere hablar más de las personas, de los vivos y de los muertos, de las mujeres y de los soldados.
 - Pero hay mucha militancia política reflejada en este libro…
- Creo que la gente lo que no quiere es la monotonía. Quiere experiencias, vivir cosas diferentes. La mejor revolución, la más popular, es la que va en contra de la monotonía. Estuve en abril en Karabakh, el territorio en el que están en conflicto Armenia y Azerbaijan. En el segundo país había naturaleza y tranquilidad, mientras que Armenia solo era un bazar.
 - La vida de los vivos y de los muertos de los que habla dependía de una ideología política… Usted mismo se reafirma como ser político.
- Y sin embargo, escribí estas memorias cuando estaba encarcelado y pesaban sobre mí quince años de condena. Pensaba que mi vida se acababa allí, y me puse a reflexionar sobre todo aquello que había vivido, y sobre las personas que más había querido.

A pesar de eso, y tal y como el propio Limonov admite, “un proceso no sirve dos veces”, y el tono utilizado ya no lo ha recuperado en sus obras posteriores. Ahora pesa más su sentido periodístico, su militancia política y la excentricidad que lo ha elevado de voz literata a personaje literario: “cada vez soy más malvado, no lo puedo evitar”, dice entre risas.

Foto: ESTRELLA JOVER

Sobre su proyecto político, el Partido Nacional Bolchevique, se ha hablado mucho, aunque ya se haya extinguido. Ferviente opositor a Vladimir Putin, creó el partido con el objetivo de “reconstruir la Unión Soviética pero bajo la ideología del nacionalismo bolchevique”, según cuentan las crónicas.

- ¿Cómo explica su concepto de nacionalismo desde su partido, siendo usted una persona que nunca se había establecido en un país (su biografía pasa por Estados Unidos, Francia, Unión Soviética y todos los frentes en los que combatió)?
- Mi nacionalismo no es tradicional, sino todo lo contrario, contemporáneo y moderno. Muchas veces, seguimos las tradiciones de nuestros antepasados y eso es lo que nos mata como pueblo.

- ¿Realmente tiene las ideas tan asentadas como parece?
- No hay nada intencionado con mi obra y nunca he intentado provocar. Mis obras son productos temporales del temperamento y las ideas de un artista.

- ¿Con qué tendencia política se encuentra más cómodo ahora mismo?
- Viajé a Francia para conocer a los líderes de los chalecos amarillos. No sé hacia dónde caminará el movimiento, pero reconocí en ellos al proletariado, a la gente sencilla. Siempre estoy en favor de los movimientos populares contra la burguesía, los tengo en mi corazón. A la gente le gusta saquear tiendas y hay que darles esa posibilidad. En julio del 77, estuve en Nueva York cuando se fue la luz y saquearon cientos de tiendas: no eran negros trabajadores, sino viejas burguesas sacando cajas y cajas de ropa. Todo el mundo, y sobre todo la clase media, roba y saquea encantada, y eso es de las cosas que más disfruto.

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