ALFAZ DEL PI. El 22 de julio de 2011, sobre Noruega se escribió un día de luto. Dos atentados, uno en Oslo y otro en la isla de Utoya (lugares separados por unos 40 kilómetros), despertaron el pánico entre la sociedad y arrebataron la vida a 77 personas, dejando a otras más de cien heridas. Lejos de tratarse del ataque de un grupo terrorista, la dama de la guadaña tenía nombre de hombre, de un único artífice: la matanza llevaba la firma de Anders Behring Breivik. Han pasado ocho años -sin el ya, porque nunca transcurre suficiente tiempo para recuperarse de tal catástrofe- desde que el campamento juvenil del Partido Laborista que se celebraba en Utoya en esa fecha se convirtiera en un improvisado cementerio con cada disparo. ¿Quién hay detrás del frío asesino? ¿Qué motivaciones recorren su cerebro? "Breivik era una persona muy inteligente y con muchísimo conocimiento sobre geografía e historia, pero también era muy ideológico, con algunos puntos principales en su ideología: estaba muy a favor de la India, aunque su simpatía principal era Noruega. Era masón y tenía un fuerte sentimiento de romanticismo nacional cristiano", lo describe Johan Galtung, sociólogo y matemático noruego, para quien trabajó el terrorista como asistente en el Profesorado para Estudios de Conflicto y Paz.
La historia de estos atentados se cuenta en Utoya. 22 de julio, la película dirigida por Erik Pope que se preestrenó el jueves, 11 de julio, en el Festival de Cine de l'Alfàs del Pi, un municipio con una fuerte vinculación con el país por la creciente cantidad de comunidad noruega que alberga. Con los datos de 2018, l'Alfàs del Pi cuenta con 20.053 residentes, de los cuales 9.874 son de origen español mientras que los otros 10.179 son extranjeros. Es decir, poco más de la mitad de los empadronados en el municipio provienen de otros países. De esos 10.179 empadronados, más de 2.500 son de origen noruego, una cifra que sitúa a l'Alfàs como la segunda ciudad con mayor número de población noruega -por detrás de Londres- fuera del propio país de origen. Aunque los datos de empadronamiento de esta comunidad son elevados, se estima una cifra todavía por encima de población real procedente de Noruega, entre 5.000 y 8.000.
Un municipio, el de l'Alfàs, que alberga desde hace 50 años el Club Noruego y colegios y comercios noruegos. Es por ello que el preestreno que narra la masacre del pueblo noruego no resulta casual, sino que "cuando vimos la posibilidad, por cercanía, de intentar gestionar un pase especial dentro del Festival, no lo dudamos ni un instante", comenta Luis Larrodera, el nombrado recientemente nuevo director del Festival. "El atentado fue un golpe durísimo para la comunidad noruega en nuestro municipio y ese es el motivo por el que, desde ese mismo año, la localidad y el Ayuntamiento conmemoren el aniversario con diversos actos", explica el alcalde de l'Alfàs, Vicente Arques, quien añade que el preestreno de la película se suma al "homenaje de este año para los fallecidos en Utoya y para la comunidad noruega en l'Alfàs del Pi".
En cuanto a la propia población noruega del municipio, existen opiniones diversas sobre este largometraje: "Gente que sí que va a acudir al preestreno, residentes que ya la han visto y luego tenemos a la otra población, la que rechaza el poder verlo, porque no se encuentran con fuerzas", traslada Elisabeth Marandi, asesora de alcaldía y residente noruega. Y, además, tilda el estreno de "especial, sensible y conmovedor" y califica la tragedia como la "más grande que le ha podido pasar a Noruega, un país pacífico que jamás ha vivido un ataque terrorista. Con este pensamiento pacifista noruego también está de acuerdo la periodista noruega Ann-Louise Gulstad, quien relata que cuando su jefe del periódico le preguntó por los hechos, ella todavía no estaba al tanto de la situación, pero los negaba aferrándose a una posible confusión: "Lo primero que pensé es que se trataba de una equivocación, que era totalmente imposible. Cuando empecé a ver las imágenes sentía que estaba dentro de una película. Me acuerdo de que la conclusión de mi artículo era que él lo había hecho solo, pero mi redactor decía que no podía ser, que debía de tratarse de un grupo de terroristas que habían trabajado junto para conseguir eso, porque una persona no era posible. Pero yo insistía en que había sido un solo autor, porque no se encuentran más personas así en Noruega. Resultó ser esta la verdad", sentencia.
Sin embargo, la periodista considera que este panorama en pro de la paz ha cambiado desde entonces, provocado por el auge de la ultraderecha que está conquistando Europa: "El odio ha crecido. Ahora pasan cosas, sobre todo en las redes sociales, que realmente no existían antes. Es preocupante, porque yo creo que esa era la meta del terrorista", menciona con alerta Gulstad, quien recuerda bien "entrevistar a las víctimas para los artículos y nada más pensar en eso, me duele". Y es que las heridas todavía no están cicatrizadas, porque nunca se supera una situación así, sino que se aprende a vivir con ella. "Noruega es un país pequeño y no hay ni un solo residente del municipio de l'Alfàs que no tenga ninguna vinculación con las víctimas de este ataque terrorista, bien sea porque conocen a alguno que haya fallecido o a familiares", explica la asesora. Y reconoce que se le "ponen los pelos de punta" al hablar de esta matanza, la que "cada año se conmemora en l'Alfàs con un acto en memoria de las víctimas".
Este acto definió una manera de terrorismo nueva, que ya no se trataba de un colectivo, sino de una persona individual. Un Breivik "muy diferente al que conocía", expresa el sociólogo. "Para mí se presenta como un caso psiquiátrico; algo pasó con él. Y ese algo se llama muchas veces megalomanía. De toda esta situación, él sacó un enemigo principal: el Partido Laborista, quien abría todas las puertas para la entrada de muchísimos musulmanes; había musulmanes en posiciones muy altas en Noruega y Breivik adoptó odio total contra el Partido Laborista, pero no solamente contra el gobierno, sino también contra los jóvenes laboristas. Pensó como piensa mucha gente: hay que comenzar por los más jóvenes", relata Galtung. Y declara que, como hombre de paz, se lamenta por esta situación que puso -y sigue poniendo- el luto en Noruega, rechazando esta "violencia tan extrema en un solo día, empezando por el edificio del Gobierno y, después, en Utoya, matando, matando y matando".