En el catálogo de Acantilado se encuentra esta obra extraordinaria previa a descubrimientos como el bosón de Higgs, que sin embargo no ha perdido vigencia en su titánica tarea de entender.
VALÈNCIA. Arriba, abajo, izquierda, derecha, adelante, atrás. No es un brindis: es nuestro universo. Nuestro universo tridimensional. El tiempo en este caso va implícito en la fórmula, cuya elaboración ha llevado unos segundos en las teclas, y además no es una dimensión espacial —que sepamos—, pero es que en materia de dimensiones, lo que sabemos es realmente poco, y de lo que sabemos, sospechamos. Somos animales 3D es una jaula 3D: por debajo de nuestra percepción del cosmos podrían existir los seres bidimensionales de Flatland [Planilandia] que imaginó Edwin Abbott Abbott —bajo el seudónimo A Square en su ingeniosa historia—, y por debajo de ellos, criaturas primitivas condenadas a existir únicamente en una única y escasa dimensión: todo el día a un lado y a otro en un mismo eje. Por encima de nuestra percepción, y cuando decimos encima lo decimos para referirnos a fuera de nuestro alcance, podría estar sucediendo todo, pero no podemos siquiera imaginarlo con un mínimo de nitidez, porque a medida que se aproxima a un pensamiento extradimensional, nuestra mente 3D revela sin pudor sus costuras, se calienta, vibra, emite interferencias, y nos devuelve a la jaula. No hay manera. ¿Por qué tanta dificultad, si al fin y al cabo una dimensión no es otra cosa que una magnitud que nos sirve para definir algo, como un fenómeno? Hay que reconocerle a Interstellar su arrojo al aventurarse a mostrar, primero, un agujero negro —algo que consigue, en apariencia y en base a lo que ahora sabemos, bastante bien—, y después, un paseo por la quinta dimensión, que aquí, y de un modo muy emotivo, es la dimensión del amor en forma de teseracto. Esta escena sirve para ilustrar lo complejo que es mostrar lo que no podemos no ya ver, sino imaginar. ¿Frustrante? Esto recién empieza.
Para los teóricos de la teoría de cuerdas, el universo podría estar constituido por muchas más dimensiones espaciales que tres. Por seis más, de hecho. ¿Qué forma podrían tener esas dimensiones? Aproximarlo es una tarea compleja, pero no del todo imposible. Al menos no para la brillante Lisa Randall, catedrática de Física de la Universidad de Harvard, quien un buen día decidió ponerse manos a la obra, se arremangó, y emprendió la escritura de Universos ocultos. Un viaje a las dimensiones extras del cosmos, seiscientas cincuenta y siete página de emoción intensa que publica Acantilado con traducción de Eugenio Jesús Gómez Ayala; un librazo que todo el mundo debería tener en su mesita de noche y que, aunque en él se hable en futuro de la construcción del LHC —el Gran Colisionador de Hadrones—, sigue siendo una referencia absoluta para toda aquella persona knowledgehound que se dedique a rastrear día sí y día también el conocimiento humano en busca de respuestas rigurosas, por muy limitadas e insatisfactorias que sean. Al misterio de la existencia se llega per aspera, no hay atajo que valga, por desgracia. Salvo sorpresa de última hora, el ser humano se extinguirá sin tener ni idea de casi nada, y hasta donde hayamos llegado entonces, ya será mucho para un mamífero terrícola. Escalofriante, sí, pero realista. Pero tiene truco esperanzador: quizás consigamos dar el relevo a un ser transhumano, o mejor todavía, poshumano, que liberado de la prisión de la carne, se proyectará hacia el universo en un haz de luz, despreocupado de la caducidad y por tanto, sin el lastre del miedo que a tantas creencias y supercherías da pie. ¿Cuántas dimensiones habitaremos entonces? Explica Randall que algunas de las dimensiones que sugieren teorías como la teoría de cuerdas, podrían ser asombrosamente pequeñas y estar plegadas sobre sí mismas: al ser tan pequeñas, no seríamos todavía capaces de dar con ellas, y nos estaría ocurriendo como cuando vemos formas tridimensionales desde cierta distancia: una manguera puede convertirse en una línea. La experiencia humana en esas minidimensiones sería poco relevante.
Otro de los conceptos que agitan el cerebro en Universos ocultos es el de brana: en la teoría de cuerdas —que todo sea dicho, hasta el momento, en tanto en cuenta busca atar todos los cabos sueltos, es una sofisticada y ambiciosa especulación, pero poco más— las branas serían algo así como rebanadas del universo en menos dimensiones que el resto de universo —el bulk— que las rodea, o al que contienen como las tapas de un pan de molde. Opina Randall que no sería descabellado que nuestro universo estuviese encerrado dentro de una de estas branas insertas en un universo de dimensión superior. La teoría de cuerdas, cuyas ideas esenciales comenta Randall en el libro, contempla que un universo pueda contener todo tipo de branas, que pueden funcionar en nuestras dimensiones, o en otras, o en parte de las nuestras y parte de las que no conocemos. La comunicación entre branas, o de los seres enclaustrados en las branas con el resto del universo, sería muy complicada, porque a nivel de fuerzas estas serían permeables solo a la gravedad, muy débil, y por tanto no muy útil. Algunas partículas, quizás, podrían desplazarse en todas las dimensiones, siendo así la encarnación de la libertad en el cosmos, una imagen bella, sugerente, y tremendamente poética.
Por supuesto, es fácil que nada de esto sea cierto, o que incluso acercándose con suerte de algún modo a la verdad, nunca lleguemos a saberlo, por la complejidad y la escala de lo que intenta explicar esta teoría unificadora. Defiende Randall, eso sí, que la ciencia requiere de lo empírico y de lo teórico, que por mucho que el ser humano busque afiliarse a equipos para poder pelearse con el vecino, lo cierto es que la historia de la ciencia ha avanzado gracias a la experimentación y a la construcción de modelos y teorías: ha resultado correcta la predicción de la existencia de las ondas gravitacionales, solo que Einstein no ha llegado a verlo, porque lo predijo hace un siglo. Buscamos y encontramos partículas en los aceleradores porque sobre el papel hemos llegado a la conclusión de que deben existir, y efectivamente, ahí estaban. Se pregunta Randall: ¿pueden las dimensiones existir en intervalos? ¿Cómo acaba una dimensión? ¿Qué pasa si llegas a su hipotético final? ¿Te “caes” fuera de ella, rebotas? ¿Esconden estas dimensiones extra las claves para las mayores de nuestras preguntas? Una intuición susurra entre los ojos cuando a oscuras, en la cama, conseguimos enfocar un atisbo de revelación.
Toma nota porque a continuación vas a encontrar una lista de muy buenos libros para leer, o como es menester a estas alturas del calendario, regalar