Stuyvesat High School es un instituto que estaba a cuatro calles de las Torres Gemelas. El 11S sus alumnos pudieron ver por las ventanas de clase cómo los aviones se estrellaban contra las torres del WTC. Tuvieron que evacuar y salir huyendo del lugar corriendo porque la segunda torre casi se les cae encima. Ahora, un documental recuerda sus testimonios 18 años después, pero oculta que 20 de ellos han sufrido leucemia y otros cánceres, y muerto, por volver a clase caminando sobre los escombros una semana después
VALÈNCIA. En la historia del cine documental siempre habrá un epígrafe para los hermanos Jules y Gédéon Naudet. Eran los bomberos que el 11 de septiembre de 2001 estaban rodando un vídeo sobre un día de trabajo en la vida del cuerpo de bomberos de Nueva York. Tenían la cámara encendida justo cuando un avión se estrelló contra las Torres Gemelas. Lo que siguió es historia, se trató del mejor documental involuntario de todos los tiempos.
La cámara siguió al jefe de bomberos mientras se metía en una de las torres, veía que no tenía nada que hacer, se le caía una torre estando dentro, y al salir por poco no le sepultaba la otra al derrumbarse también. Ni todo el dinero del mundo con todo el tiempo posible garantizarán a nadie volver a recoger unas imágenes como esas, ni siquiera ahora en la época en la que las cámaras son un apéndice más de cada persona. Este documental fue emitido por Telecinco un año después del atentado. Fue una fecha memorable, porque la competición entre las principales televisiones se produjo a la hora de ofrecer una información en perspectiva sobre un suceso con importantes consecuencias políticas. Se cuentan con los dedos de la mano de un click de Famobil las veces que ha sucedido algo así.
A estas alturas, difícilmente podremos volver a alcanzar un subidón de adrenalina audiovisual como aquél, pero a raíz de aquel reportaje son bienvenidas las piezas que siguen completando el puzzle de cómo se vivió el que fue el mayor atentado de todos los tiempos. Este año, por ejemplo, HBO ha estrenado uno en el aniversario del suceso que cuenta la versión de unos testigos poco convencionales: los alumnos de un instituto que estaba a cuatro manzanas del World Trade Center. Su título: In the shadow of the towers, dirigido por Amy Schatz, ganadora de siete premios Emmy.
El documental no es trepidante, tampoco demasiado emocionante y encima tiene altas dosis de americanitis, pero en el pecado lleva la penitencia. Los ex alumnos cuentan que ese día era el tercero o cuarto de clase y que todo cambió para siempre ese día, pero no se especifica con detalle el porqué. En este colegio, tal y como es Manhattan, había un mestizaje absoluto. Negros de Brooklyn y el Bronx, descendientes de irlandeses católicos, hijos de ucranianos que emigraron desde Kiev en 1991 y, por supuesto, descendientes de musulmanes, que son los que pasaron la peor parte en los día sucesivos. Tenían entre 13 y 18 años.
Vieron desde la ventana de clase que un avión se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. Discutieron si había sido un misil o un avión, extremo del que se dieron cuenta porque uno aseguraba que le había visto la cola. Una chica descendiente de coreanos, Catherine Chow, cuenta que cuando se estrelló el segundo avión sonó como cuando el camión de la basura agita los contenedores para echar la basura dentro del depósito. En ese momento no se lo podían creer ¿un accidente de dos aviones, uno contra cada torre, en pocos minutos?.
Mirando por la ventana alucinados, los alumnos se dieron cuenta de lo peor. Se veía que caían cosas desde las torres mientras ardían. Podían ser muebles, objetos de cualquier tipo, pero fijándose bien se dieron cuenta de que los puntos negros que descendían tenían extremidades. Eran personas. Uno que tenía un familiar trabajando ahí dentro se puso histérico. Nunca volvió a verlo. Cuando evacuaron el instituto, se cayó la segunda torre. Corrieron despavoridos sin ningún orden en sentido contrario. Les seguía "una montaña de humo". Por el camino, un obrero insultó a una alumna que llevaba hiyab. Le dijo "vuélvete por donde has venido" y ellos pensaron: "efectivamente, vamos directos a Queens", relatan.
Era solo un aviso, en los días siguientes se desataron asaltos y ataques a musulmanes. Una oleada de palizas, negocios arrasados y despidos. Los alumnos musulmanes recuerdan aquellos días con horror. Sus padres no les dejaban salir de casa. Estuvieron varios días encerrados, en un caso que se cuenta la familia tuvo que poner en el coche pegatinas de Proud to be American. Al alumno le dio vergüenza tener que demostrar así que ellos también eran estadounidenses. Al volver al instituto, tenían que enseñarle su carné de identidad a la policía para poder entrar a clase. Estaban aterrorizados con solo escuchar el sonido de un avión, pero el asesino ahora era silencioso. Durante la reanudación de las clases caminaron a diario sobre los escombros.
La autora, Schatz, cree que su documental va más allá del mero testimonio dieciocho años después. Sirve, simbólicamente, para mostrar lo que es el país. Según ha declarado a Variety: “Estos estudiantes han terminado siendo, para mí, una buena representación de Estados Unidos: personas de diversos orígenes, estadounidenses de primera y segunda generación, hijos de inmigrantes, inmigrantes mismos. Para mí, es una imagen de lo que es Estados Unidos". Sin embargo, como en una meta-narración perfecta, es el impacto que ha causado este documental el que nos deja una imagen simbólica de lo que es Estados Unidos mucho más nítida. La autora, finalmente, resulta que dejó fuera de la narración los problemas de salud que sufrieron los alumnos como consecuencia de la exposición a los escombros. Uno de ellos, Catherine Chou, que es de los que más habla, falleció este mismo año por un cáncer de estómago.
En el New York Daily News, Lila Nordstrom, ex alumna explicó que no tratar este grave problema en el documental es una "irresponsabilidad". Aunque no hay estadísticas oficiales sobre el impacto en la salud entre los alumnos del instituto porque se perdía la pista de muchos cada año, ya que se iban a universidades de todo el país, Nordstrom asegura que conoce casos de unas dos decenas de ellos que han sufrido leucemia. En el caso de la muerte de Choy, ni siquiera se señala en los créditos, donde se dice que vive en Nueva Jersey y trabaja en salud pública de inmigrantes. Al ver este detalle, o mejor dicho, al no verlo, Nordstrom dijo que se sintió "consternada". Una historia patriótica contada a medias, con tan graves lagunas, sí que es muy americana.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas