El músico de Puerto de Sagunto celebrará en 2018 una década de carrera en solitario con un EP junto a Tórtel y su quinto disco, 'La Catedral Sumergida'
VALÈNCIA. “Yo vengo de Puerto de Sagunto (València),tenía mi banda allí y, con el cambio de domicilio -me vine a vivir a Barcelona hace cuatro años-, ya tenía un disco en solitario, pero me dediqué totalmente ala carrera en solitario”. Hace sólo cuatro años, en plena promoción de Puerto Príncipe, su tercer disco en solitario, Alberto Montero todavía explicaba tras una actuación delante de La Sagrada Familia todo aquello de ir por su cuenta con pedagogía iniciática. “Era la intención hacer la carrera en solitario porque siempre he hecho canciones yo solo, las canciones del grupo eran mías, y yo creo que el camino iba por ahí, ya se veía”, concluía justo antes de verse a obligado a mostrar a cámara su vinilo -con la fantástica portada de Laia Delgado-, como si fuera necesario hacer tangible la realidad de un lustro y tres referencias discográficas.
Todo ha pasado tan rápido y tan lento, al mismo tiempo, que, con el año nuevo que se cierne sobre nuestras cabezas, se cumplirá una década desde el arranque en solitario de Alberto Montero. Diez años desde que el músico, que entonces lideraba Shake,grabara su primer disco, homónimo, con uno de los principales adalides de la psicodelia en València: Juan Pedro Parras Jarque y su sello Greyhead Records. La nueva temporada traerá dos obsequios discográficos en forma de conmemoración involuntaria, un EP de cuatro canciones junto a Tórtel y su quinta colección de canciones, La Catedral Sumergida.
Antes de que acabe el año, mañana viernes 22 concretamente, Alberto Montero participará en la recta final de los Aperitiver del Tulsa tocando de nuevo su primer disco en solitario.
Por mucho que la oscura tentación de lanzarse a la autoflagelación regional invite a recordar que el crecimiento individual de Alberto Montero -como músico- se ha producido allende las fronteras valencianas, es razonable detener el flagelo en el último instante. Tampoco es, precisamente, que, harto de no recibir la respuesta o los estímulos necesarios, huyera. De hecho, aquel disco genesíaco con el que todo empezó todavía se grabó en València. Las canciones del debut de Montero en 2008surgieron precisamente de la propuesta de Juan Pedro Greyhead: grabar un disco con las canciones acústicas que no tenían forma de ver la luz en Shake, la banda con la que arrancó el siglo XXI.
Aquel disco, efectivamente de corte acústico, tenía joyas emo como ‘I Don’t Know Enough’ y asomaba lo que estaba por venir en canciones como ‘Alejandra’, ‘Garden’ (ojo al piano), ‘Ocean Waves’ o ’Bees & Butterflies’ -ya con la naturaleza como principal fuente de inspiración-. Sin embargo, aquel trabajo, todavía con las letras en inglés como herencia de su anterior etapa, necesitaba una continuación que enjundiara una carrera en solitario que todavía estaba en ropa interior. Su segundo disco, Claroscuro (2011), ya establecido en Barcelona, supuso el paso adelante en crédito para el músico dePuerto de Sagunto: lo de Montero en solitario iba en serio.
Entre Robert Wyatt y una versión adaptada del Tim Buckley más inspirado y menos comprendido, su segunda referencia en solitario empezaba a convertirlo, como bien escribió Carlos Barreiro en Rockdelux durante 2012, en“el artista más infravalorado de su generación”. Claroscuro no deja de ser un precioso diario de un cambio. Y los cambios, con cambios se afrontan: abandonando el inglés por el castellano, Montero abrazó por primera vez referencias que, como Luis Alberto Spinetta y Almendra, VioletaParra o Víctor Jara, monopolizarán la exuberante evolución de su música -y su forma de cantar- en sus siguientes referencias.
Tras buscar denodadamente paraguas para su colaboración con Jesse Sparhawk en el mini álbum Montero de Halcones, Claroscuro fue con toda probabilidad la prueba tangible que le granjeó su fichaje -Marcos Junquera mediante- por BCore. Y llegamos al inicio de este artículo: Puerto Príncipe.Titulado bajo el nombre de la calle en la que vivía en Barcelona, su tercer disco en solitario redoblaba la apuesta de sus dos anteriores. Folk y psicodelia, y también mucho más: raíz jazz, trompetas -a cargo de Pau Rodríguez, de Za!-,coros oníricos, más Sudamérica. Un fusor de influencias imposibles de separar.Montero demostraba así tener una habilidad fascinante para, aparentemente,conseguir juntarlo todo, cada elemento en su estado original, y que el producto final no suene a pastiche esnob e imposible de disfrutar.
Lo de Puerto Príncipe fue tan ubérrimo en su dimensión que lo del “artista más infravalorado de sugeneración” empezaba a pasarse de moda. Mucha gente quería su pedazo de AlbertoMontero. Incluso el difunto Mapa Sonoro -que cometía el error de obviar sus dosprimeros discos y hablar de “su primer trabajo en solitario”- le dedicaba unapieza desde un refugio antiaéreo bajo Montjuïc. En él hablaba de una de lasseñas de identidad de su etapa en solitario, cada vez más acentuada:
cantar desde el lado incómodo. “Encontrar una forma de cantar personal no es algo que me obsesione, pero sí que es verdad que a veces canto en tesituras que no son cómodas para mi voz”, explicaba en el programa de Televisión Española: “yo creo que la razón es porque estoy más preocupado por la melodía que me pueda salir en un momento determinado o más por lo que rodea una canción que por la comodidad que tenga yo a la hora decantarla”.
Montero sublimaba ese concepto en Arco Mediterráneo, publicado hace apenas un par de años; corporeizado especialmente en lo que todos convinieron en vestir de hit inmediato: ‘Madera Muerta’. Todo por la melodía. Ese disco, que sumergía un poco más al porteño en la psicodelia y el folk-pop de la añeja Costa Oeste norteamericana, le permitió abandonar definitivamente la etiqueta de secreto a voces al llevar su disco, entre otros lugares, hasta la edición del Primavera Sound en 2016.
“No hay suficientes palabras para describirlo que me ha hecho sentir. Es una obra maestra. Algo mas allá de la música; es un regalo a este mundo, y será una de las obras más importantes de este siglo. No exagero”. El músico Dorian Wood ya ha escuchado La Catedral Sumergida, el próximo disco de Alberto Montero que verá la luz en 2018, y ese fue su veredicto público en Facebook. El curso que se viene verán la luz, que sepamos, dos referencias que conmemorarán de forma espontánea los primeros diez años de su discografía en solitario. Con un piano y un cuarteto de cuerdas en primer plano, el quinto disco en solitario de Alberto Montero se grabó en verano de2017 entre el estudio Río Bravo, en Xirivella y el Casal Jove de Puerto de Sagunto.
También en Río Bravo se ha grabado otro de los obsequios de Montero en 2018, esta vez en tándem con Tórtel. Está previsto que las cuatro canciones del EP, del que se desprenderá una en formato adelanto digital en breve, vean la luz en un vinilo que debería ser una pieza cotizada en el mercado de la música moderna. Tributo al pop barroco y preciosista con reminiscencias de los Byrds, la referencia reúne lo mejor de ambos mundos con la excusa integradora de la psicodelia: el folk angelino de Montero y el pop atlántico de Tórtel. Arriba desde el principio con la cautivadora ‘La puerta dibujada’, candidata a canción del año (que viene).