VALÈNCIA. Cuatro años han bastado para que Ana Penyas (València, 1987) haya pasado de firmar sus primeros dibujos de la mano de movimientos sociales a ganar el Premio Nacional de Cómic. Sin embargo, no se equivoquen, ni una cosa es el punto de partida ni la otra el final. La trayectoria de la valenciana nada entre sus inquietudes políticas y su historia de vida, unos caminos que se cruzan, se separan y entrelazan. Entretanto, ya saben, un buen puñado de premios. Ahora hace un punto y seguido en la galería Pepita Lumier con una exposición que recopila una selección de dibujos originales de sus novelas gráficas Estamos todas bien y En Transición así como la ilustración que inspiró el mural que realizó para el IVAM o demás colaboraciones. La muestra sirve, además, como punto de inflexión entre lo conquistado en estos pocos pero intensos años y, casi, como inicio de una nueva etapa que tiene en el horizonte su nuevo cómic, en el que reflexionará sobre el turismo. Por supuesto, esta división sigue siendo líquida. Fue en febrero de 2017 cuando, tras ganar el premio Novela Gráfica Fnac·Salamandra Graphic, este diario titulaba la primera entrevista con la autora así: El año de Ana Penyas. Y los que luego vinieron. Con todo esto en cuenta, no hay otra pregunta con la que podamos iniciar esta conversación:
-¿Cómo estás?
-Pues estoy bien [Ríe] Me siento muy afortunada. Es verdad que me he atragantado un poco, han pasado las cosas muy rápido y yo también he hecho cambios en mi vida, me he mudado a Madrid. Ahora estoy mucho más tranquila, mi vida no gira en torno a esto, intento estar un poco lejos del mundillo.
-Recuperas muchas de las piezas que forman En Transición o Estamos todas bien en la exposición Exposición individual, que vaya nombre...
-[Ríe] Es el resumen de mi carrera como ilustradora hasta el momento. En 2015 empecé y, de ahí, hasta que me profesionalicé. No es solo Estamos todas bien, aunque tiene mucho protagonismo porque es el proyecto que ha abarcado casi todos estos años, también ilustraciones en torno a la ciudad, sobre feminismo...
-Ana Penyas 2015-2019
-¡Exacto!
-Tu carrera comienza vinculada a movimientos sociales como el 15M, que ilustraban carteles con tus dibujos, ¿en qué punto se conecta con tu labor actual?
-Creo que se conectan en las temáticas. De hecho, no he dejado de hacer cosas por amor al arte o por militancia. Ahora, en Madrid, estoy en el colectivo Carabancheleando, en el que hago talleres, donde a través del collage se habla del barrio. Para mí es muy importante seguir ahí. Mi mundo sigue siendo el mismo, aunque no mi tiempo.
-¿Qué fue primero el activismo o la ilustración?
-Viene a la vez. Cuando empecé en Bellas Artes es también cuando empecé a militar. Iba muy junto. La imagen tiene importancia y yo me ofrecía a hacer una camiseta, un cartel, una chapa... Por otro lado, desde Bellas Artes, siempre he reflexionado sobre cuestiones sociales y políticas, de ahí surgen también mis referentes. Para mí no hay un cambio, hay un aprendizaje.
-En este abanico temporal nos enfrentamos a dos momentos muy distintos: el de 2015 del que hablamos y el de un 2019 marcado por las conquistas del movimiento feminista y por el auge de la extrema derecha. ¿Esto te ha llevado a hacer alguna relectura de tu propia obra?
-Cuando empecé Estamos todas bien no creía que iba a ir a ningún lado, pensaba que era un tema muy marginal. Se publicó en el momento justo, en el que la sociedad estaba en ese punto. No habría sido igual de haberse publicado antes. Al final es un sentir colectivo que, aunque no salga a la palestra, está en las conversaciones. Llega un momento en el que ese discurso minoritario y marginado sale al espacio público. A veces me sorprende la aceptación, porque creo que en otro momento no habría sido así. Hubo un momento donde el arte politizado no tenía ninguna cabida en este país o era una cosa muy marginal. Ahora no, ahora se habla de la memoria histórica con la boca más abierta.
Con respecto al movimiento feminista, aunque en 2016 ya estaba bullendo, ahora ha subido el nivel de decibelios. Ahí noto muchísimos cambios. Desde el Premio Nacional [es la primera mujer en recibirlo] hasta todos los mails que he recibido de cara al 8M para participar en mil movidas [ríe] Todas las instituciones y ayuntamientos querían incluir a mujeres en su programación. También te preguntas, ¿hasta que punto es un lavado de cara? Depende de donde venga la propuesta.
-¿Qué análisis haces de este movimiento en el sector de la ilustración?
-Creo que el cambio está calando, lo notas en las conversaciones, incluso en las familiares. Se está convirtiendo en algo cotidiano, entre gente que no tiene por qué leer a Simone de Beauvoir. Desde el punto de vista cultural, ha calado, pero también hay un boom. Cuando baje veremos cuál es el poso. Necesita que las cosas se calmen un poco, ha habido una inflación de este tema, en el sentido de que no es realista con lo que realmente son las instituciones. En muchos casos intentan aparentar cosas que no son. Hay que cambiar en la estructura, no solo en lo que se proyecta. La gestión cultural sigue siendo muy machista. Si eso no cambia, ya pueden hacer 20.000 exposiciones sobre el feminismo.
-Cambiando de tercio, de tus proyectos fuera del mundo del cómic, ¿qué nueva vía de trabajo te está resultando más estimulante?
-Creo que el teatro. Yo suelo ser más documentalista y me ha permitido jugar con el surrealismo, jugar más con la metáfora. Hice la cartelería de la obra Classe, de Guillermo Calderón, y he descubierto que me gusta mucho, tanto de teatro como de cine. Me encantaría explorar este campo.
-En estos pocos años de carrera ahora, además, has entrado en espacios como el IVAM, ¿qué supone para ti?
-El IVAM me dio libertad total. Es un orgullo poder entrar en una institución como esta, hay una legitimidad en esto, te da una visibilidad mayor. No vi ningún pero a su propuesta.
-En la exposición recuperas obras que para ti son muy personales, que cobran una nueva vida con el lector, ¿qué te han devuelto estos cómics una vez publicados?
-Siempre que tengo una firma o una charla hay alguien que me dice que lloró al leerlo, que le recordó a su abuela, a su madre... la parte emotiva está siempre presente con Estamos todas bien. Recuerdo que hice una presentación a niños y adolescentes en el Salón del Cómic de Barcelona y vi cómo estaban dando vueltas a las historias de sus abuelos y abuelas, cómo los empezaban a ver de manera diferente y querían preguntarles cosas que no les habían preguntado antes. Disparar eso me parece brutal.
-En tu obra siempre viajas a la periferia de las ciudades, ¿qué te inspira de estos barrios?
-No se suele hablar de ellos y, cuando se hace, es con un cierto estigma. En los barrios de periferia, igual que en el centro, hay muchas experiencias diferentes. En estos espacios las redes vecinales son muy importantes, se ve la precariedad con más fuerza, es lo que se quiere esconder. Todas las ciudades quieren 'limpiar' el centro y esas bolsas de pobreza se van a la periferia.
-Se trata por una parte de poner el foco, pero también de darles dignidad.
-Exacto. Sin paternalismo ni condescendencia. Hay muchos más relatos de la clase urbana media del centro y no otros retratos. Es como la tele, parece que todos vivimos en una vivienda unifamiliar.
-¿Qué temática te interesa ahora?
-Ahora estoy indagando mucho en la época de los 90 y los 2000. Me interesa mucho cómo voy a retratar en mi nuevo cómic una época de la que yo tengo recuerdos, mirándola desde la distancia. Ese es mi reto. Exploraré gráficamente el boom urbanístico, ese perfil de chaval que se fue a trabajar a la obra... El eje de esta nueva obra es el turismo, con el territorio como protagonista.
-En esa entrevista de 2017 a la que nos remitíamos al inicio de la charla ya decías que querías un tiempo sin encargos para no perder la “espontaneidad”, ¿lo has logrado?
-Todavía no me he bloqueado dibujando, sigo disfrutando. Ahora voy a intentar salir más de mí. Aquí [En Estamos todas bien] hay mucho de mí, mis abuelas... de algo micro pasaré a algo macro. La ficción estará más presente en mi nuevo cómic. Los retos futuros tienen más que ver con los temas y con la manera de contar que con lo plástico, donde me siento más segura. Aunque estoy explorando nuevas cosas, es un terreno que no me asusta.