REFLEXIONANDO EN FRÍO / OPINIÓN

Un grito a la esperanza

27/12/2020 - 

Leo la prensa por la mañana y me topo con el artículo de Agustín Valladolid en VozPópuli titulado El peor año de nuestras vidas. Minutos después, cuando me sumerjo en El diario.es, me deleita Elisa Beni con una columna titulada No es una Navidad feliz. Menuda forma de empezar el día, vaya manera de afrontar las fechas aparentemente más felices del año… Si todos pensásemos así nos habríamos eutanasiado en masa.

Precisamente horas antes de encontrarme con aquellos titulares desequilibrantes, hablaba con mi pareja sobre la gran responsabilidad que tenemos las personas con vocación de comunicar. Ese poder que ostentamos por la suerte de escribir en un medio de comunicación no debemos desaprovecharlo o utilizarlo para echar más leña al fuego de la crispación, de la tristeza que vivimos en estos tiempos pandémicos, sino dentro de lo posible marcar puntos de optimismo y esperanza a la ciudadanía. Las cosas ya están lo suficiente mal como para que un grupo de cuñados ajenos a nuestros allegados pedantes nos mine la moral.

Está claro que estamos peor que hace un año, eso no se puede negar, no se puede rechazar lo impepinable aunque se tenga una tasa de positividad existencial elevada. Pero debemos dar esperanza, un anhelo distinto a todo tipo de utopía alejada de la realidad. El otro día asistía, como de forma habitual, a la misa dominical y el sacerdote deslizó en la homilía unas palabras que me hicieron meditar: "Los católicos debemos de ser fuente de esperanza", dijo con un semblante optimista y sosegado. Tras aquella afirmación mi subconsciente se cuestionó a sí mismo si un servidor estaba haciendo bien las cosas en su labor como articulista y cronista de la realidad.

Si alguien que procesa una creencia basada en la fe no es capaz de expresar eso que cree reflejándolo en una actitud vitalista de la vida, mal vamos. No digo que vaya a dejar de poner los puntos sobre las íes cuando sea necesario, sino que me refiero a que en un momento como este, en el que estamos terminando el año y debemos afrontar el nuevo con aires renovados, no haría ningún bien si no utilizara esta ventana para regar a los lectores con cierta esperanza aliviadora.

Todo está en la actitud, cada día lo tengo más claro. Me viene a la cabeza un tweet publicado por el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, en el que decía: "Si odias la Navidad, los lunes, los domingos por la tarde, los días monótonos, los días en los que se celebra alguna fiesta, levantarte por la mañana, tener que irte a dormir, a lo mejor, quizá, es que lo que odias es otra cosa". Muchos se creen que su vida volverá a ser feliz cuando esto termine, cuando vuelva a salir de botellón con los amigos, cuando pueda perderse en el lugar más inhóspito de la España vacía, cuando… Añada su cuando particular.

Todos tenemos un condicionante por el que ser felices, desgraciadamente. El que tiene una actitud de mierda, como dice siempre Víctor Kuppers, tendrá una vida de mierda. Así son las cosas. Los que eran felices con su vida antes del confinamiento lo fueron también enclaustrados entre las cuatro paredes de su doméstica trinchera infinita. Teníamos de todo, podíamos permitirnos cualquiera de los lujos pese a estar encerrados, pero, aun así, no éramos felices. Puede que porque añorásemos las cosas sencillas, los placeres simples de cada día como una gran conversación, un abrazo, una sonrisa de quien queremos… Echábamos en falta todo aquello y ahora volvemos a cometer las imprudencias capitalistas que nos condenaron: fiestas descontroladas, reuniones masivas, gilipolleces inmaduras… Acabamos de pasar uno de los momentos más duros de nuestras vidas y parece que estamos volviendo a repetirlos. Algunos deben ver el confinamiento como una especie de escape room particular.

Está claro que no son las navidades soñadas; es evidente que todos vamos a echar en falta a alguien en estas fechas, pero hay espacio para el optimismo. Para muchos -créanme que me vienen a la cabeza varios nombres- este año no ha sido tan nefasto. Los hay que han perdido a gente, pero, al mismo tiempo, han ganado a otra persona. Hablo de las parejas que han surgido durante la pandemia, de los bebés nacidos en este tiempo, de las amistades recuperadas, de las familias que se han vuelto a unir… Y otras cuantas historias más que hacen que este año no haya sido tan malo, porque todo es cuestión de perspectiva, un prisma real lleno de contrastes existenciales. Ni todo es blanco ni todo es negro; tú eliges la forma en la que quieres vivir tu 2021.