Los profesionales del sector comentan sus trucos para empapar de acento mediterráneo a ídolos de Hollywood o dibujos japoneses
Un puñado de días atrás, la selva de Internet bramaba ante la penúltima controversia semanal ¿Un conflicto político de escala internacional? ¿Alguien había sacado a la luz las turbiedades de algún icono intelectual? ¿Quizás el foco estaba puesto en los chanchullos de las altas esferas deportivas? No, el asunto era mucho más grave que todo eso: en el nuevo tráiler en castellano de Toy Story 4, a Woody, el fiel muñeco cowboy, le ponía voz un nuevo doblador. El acabose. Los fans no podían soportar tal ultraje. Y es que, cuestiones que a menudo pasan tan desapercibidas como una inflexión sonora, un matiz en la pronunciación o un timbre rítmico constituyen en realidad piezas clave para reconocer (y amar) a los personajes que pueblan el imaginario colectivo. No en vano, pocas conexiones logran un anclaje tan íntimo como aquellas que se producen con los sonidos que interiorizamos en nuestro entorno. Voces que son sinónimo de hogar, aunque se trate de un hogar audiovisual. Hemos pedido a unos cuantos actores de doblaje con sede en tierras valencianas que nos hablen de un oficio poco conocido y, a menudo, menospreciado. El resultado, a continuación.
Rubén Felis llegó a esta industria casi por accidente, en realidad, él pensaba estudiar Física. Pero los caminos de la vida son inescrutables y en 2009 descubrió que Youtube estaba plagado de vídeos “con canciones de Disney cantadas por otras personas, covers. Eso me llamó mucho la atención, pensé si yo también podría hacerlo y, buscando por Internet, acabé en un foro de doblaje”. Una década después, compagina sus labores de doblador con las de docente de la materia en AC Estudis. En el zurrón de tareas cumplidas, haberse puesto los ropajes de Simon, de la serie Nación Z, y de Taki, figura del celebérrimo anime japonés Your Name.
“Tuve suerte porque cuando llegué al sector necesitaban incorporar voces nuevas, así que me dieron bastantes oportunidades”, resume Jorge Tejedor sobre sus inicios. Su hoja de servicios incluye haber dado vida a Shaggy, amigo inseparable de Scobby-Doo. Sin embargo, reconoce que actualmente a no ser que seas una de las grandes estrellas del doblaje “resulta imposible vivir en exclusiva de eso”. Como sucede en tantos otros trabajos creativos, la precariedad también exige aquí su propio micrófono: “estamos trabajando con tarifas de los años 90”. Para Eva Andrés, lo mejor de su trabajo es que cada día “puedes ser una persona diferente, cambias continuamente de voces y actitudes”. Cada jornada laboral suma una nueva existencia vivida a través de la dicción. Recientemente ha participado en una de las últimas entregas de los Power Rangers que emite Neox. También se vistió con la mirada de Kirsten Stweart en Camp X-Ray, cinta estadounidense sobre la cárcel de Guantánamo.
Los periodistas David Silvestre y Laura Ribes atracaron en el doblaje gracias a su amor por la radio. “Yo había trabajado antes con la voz: rapeaba, recitaba poesía…Así que me parecía un camino más para dedicarme a la locución”, explica Silvestre, que se formó en Alboraia Art Estudio. “Me apunté a esas clases en un momento en el que no trabajaba y echaba de menos estar frente a un micro y en un estudio. Me topé con un mundo genial, aprendí muchos trucos, me explicaron cómo sacar la mejor voz que uno lleva dentro”, señala Ribes.
¿Qué características debe cumplir un doblaje de calidad? Como en tantas otras preguntas típicas y tópicas, aquí también entra en escena una frase trilladísima, pero no por ello menos cierta: “el buen doblaje es el que no se nota, el que pasa desapercibido”. Eva Andrés emite sentencia: “si te preguntas quién ha doblado la película es que el trabajo está mal hecho”. Felis va más allá: “lo esencial para ser actor de doblaje es ser actor. La voz al final es mucho menos importante que la capacidad para dar vida a un papel. Los profesores hablamos de técnica vocal, pero también profundizamos en la interpretación y hacemos reflexionar sobre cómo transmitir enfado o alegría, por ejemplo”. Llegados a este punto, Tejedor introduce otro factor fundamental para un desempeño exitoso: “que en la pantalla haya alguien con una interpretación cuidada”. “A veces no puedes ceñirte al trabajo del artista original porque lo ha hecho muy mal, debes poner de tu cosecha para que las escenas no queden deslucidas”, confiesa.
En la canción L'home que dobla en Bruce Willis, Els amics de les arts relatan las peripecias del responsable de ponerle acento mediterráneo al protagonista de Jungla de Cristal. De él, dicen que “viu aventures només amb la veu”. ¿Cómo se logra emular la épica fílmica y construir un personaje verosímil a través únicamente de los sonidos que hilvana nuestra garganta? “Algo tan sencillo como ‘Hola’ se puede decir de mil maneras diferentes”, recuerda Tejedor. Para Eva Andrés resulta imprescindible “fijarse en los ojos del actor al que doblas. La mirada es muy importante. También la forma de mover las manos, sus impulsos…”. No se trata simplemente de leer un texto. Según Silvestre, se trabaja “con matices. Tienes que pegarte al personaje, imitar su respiración, sus tonos...”. “Y su piscología”, añade Ribes.
A la hora de ser elegido para un papel influye, y mucho, la edad que aparente tu voz: “yo tengo un perfil con un rango muy amplio: desde un chaval de 20 años hasta un señor de 50, eso me permite tener mayor versatilidad y trabajar más. De hecho, en producciones de animación, a veces me piden que haga a varios personajes modificando un poco el registro”, apunta Daniel González, quien acaba de meterse en la piel de Jack Black con Bernie, película que podrá verse en breve en À Punt. En este sentido, reivindica que el doblaje “tiene su propio código, como la ópera, el ballet o el teatro. En la calle nadie habla así, pero estamos acostumbrados a ese estilo. Tienes que jugar mucho con la energía en la voz y meterle mucho aire. No puedes moverte, así que debes canalizar toda la acción física a través del sonido, eso resulta muy complejo”. Para Ribes, la clave está en lograr ese equilibrio entre “ofrecer una voz adecuada para un producto cinematográfico y darle una pátina de realismo”.
Eso sí, Tejedor critica que, a menudo, el sector cabalga a unos ritmos tan frenéticos que resulta muy complicado construir un personaje sonoro de calidad: “todo va muy deprisa, todo es para ya”. La magia del séptimo arte adquiere aquí los tintes prosaicos del trabajo cotidiano: “llegas a la película, y el mismo día en que vas a empezar a grabar te hacen una breve sinopsis del argumento y de tu papel”, sostiene. A partir de ahí, se trata de ir viendo las escenas que te corresponden y crear una personalidad vocal sobre la marcha: “como espectadores, vamos interiorizando el lenguaje corporal del personaje, la intencionalidad con la que expresa sus frases, qué palabras recalca más, su carácter…”.
Corría el año 2003 cuando un escalofrío recorrió las butacas de todos los cines de España, ¿el motivo? El muy cuestionado (e incomprensible) doblaje de Dani Martín (entonces líder de El canto del loco), en la película Escuela de Rock. Si quieren más de hora y media de incomodidad y desasosiego para sus oídos, pónganse la versión en castellano. Su caso fue especialmente estrepitoso, pero tan solo se trataba del enésimo famoso al que fichaban para prestar su voz en una película sin haber recibido formación previa en la materia. Y es que, unas cuerdas vocales de timbres archiconocidos sirven a menudo como cebo para atraer espectadores a las salas. Melendi en Cómo entrenar a tu dragón 3, es uno de los casos recientes de este controvertido fenómeno. Felis es tajante al respecto: “el intrusismo no puede ser una opción. A mí no me llaman para jugar el final de la Liga, del mismo modo, Iniesta no puede doblar una película porque no está preparado para ello”. “Me encantaría que todo el que trabajase en este campo tuviese una formación y fuese elegido por su calidad, pero al final prima el aspecto comercial y se buscan nombres que vendan”, destaca Silvestre.
Por cuestiones culturales e históricas, el visionado de contenidos doblados está mucho más instalado en tierras españolas de lo que sucede en otras latitudes. Sin embargo, para Felis el cambio en esta tendencia es una cuestión generacional “muchos millennials prefieren consumir series y películas directamente en inglés porque conocen el idioma”. Sin embargo, su trabajo todavía mantiene una vigencia plena: “gente de la edad de mis padres ni contemplan la versión original como posibilidad. Si desapareciera el doblaje, mucha gente mayor dejaría de ver la televisión porque no se plantean leer subtítulos”. Ay, los subtítulos, hileras textuales que, según apunta Felis “también modifican las escenas y el resultado final de la experiencia fílmica”. La misma idea es compartida por Tejedor: “la pieza se concibe en un idioma y para adaptarse al ritmo de las escenas, a menudo es necesario comprimir y resumir los subtítulos, así que ahí también estás alterando la obra original y perdiendo información”.
“La verdad es que yo siempre he sido consumidora de V.O.S.E., sentía que la experiencia era más real, pero al ir formándome como dobladora perdí muchos prejuicios. Creo que son diferentes maneras de disfrutar del cine”, explica Ribes. “Mucha gente no valora lo suficiente nuestro trabajo, pero luego ven una película de Anthony Hopkins, les parece que la interpretación es maravillosa y no se dan cuenta de que parte del mérito es del doblador”, subraya Eva Andrés, quien considera que su oficio constituye una herramienta para transmitir “emociones y sensaciones”. En la misma línea, Felis defiende el efecto que tiene en las entrañas del espectador poder escuchar los diálogos en su lengua materna: “por mucho inglés que sepas, nunca te llega igual ‘I love you’ que ‘Te quiero’; mi piel no lo recibe igual”. Frente al idioma aprendido en los libros de texto, la lengua propia reina en el inconsciente y permite que los mensajes te acaricien “sin filtros. Van directamente al corazón igual que una flecha”.
El cierre de Canal Nou supuso una hecatombe de proporciones bíblicas para todo el tejido audiovisual valenciano. Y, en sentido contrario, la llegada de À Punt ha contribuido a reanimar al sector. El doblaje no iba a quedarse al margen, claro. “Con la apertura de la cadena estamos remontando y se nota bastante, hay más movimiento”, relata Eva Andrés. La cuestión lingüística juega aquí un rol fundamental: “casi todo el trabajo que estamos haciendo ahora es en valenciano. Además, te piden que la pronunciación sea mucho más correcta y normativa que antes, que el doblaje tenga más calidad”, explica la intérprete. Aun así, Silvestre advierte del peligro de volver a caer en vicios antiguos: “la industria se había centrado tanto en la televisión pública que, al desaparecer, se encontraron con que no había casi trabajo. Entonces empezaron a pelear para que les llegaran encargos de producciones que se hacían en Madrid o Barcelona. Y lo lograron. En estos momentos nos estamos volviendo a focalizar en la cadena autonómica y sería una pena que se olvidara y se perdiera todo lo conseguido en los últimos años”.
De la furia a la dulzura, del pánico al entusiasmo. Todo cabe en una voz.