Vivimos unos complejos tiempos en los que no pasa una sola semana sin tener algún sobresalto que nos de una lección magistral de estrategia Internacional
Cuando Ronald Reagan hizo frente a lo que él denomino “el Imperio del Mal” (el régimen comunista soviético) en 1983, por medio del proyecto de Iniciativa de Defensa Estratégica, popularmente conocido como “Guerra de las Galaxias”, inició una escalada en la carrera de armamentos, que a modo de guerra económica fue uno de los elementos que ayudaron a poner fin al desafío soviético, que desde mediados de los 70s estaba en plena expansión, recordemos Afganistán, Nicaragua, Angola, Mozambique, los misiles SS-20 en Europa, etc., haciendo retroceder las áreas de influencia USA en el mundo.
En la actualidad, y tras un proceso de retirada estratégica en el entorno global (sobre todo en el que nos afecta a Europa) impulsado por Barack Hussein Obama II, parece que el presidente más vapuleado por la prensa de su propio país, Donald Trump, tampoco va a permitir que los USA pierdan más liderazgo mundial, y una de las armas, o consecuencias, puede ser la guerra económica, siendo Turquía uno de los países que parece estar sufriéndolo, porque a pesar de lo que aparentemente dijo en su día Bill Clinton hay más cosas ademas de la Economía, y que cuanto menos son complementarias, como es la Geopolítica y la Estrategia.
Uno de esos elementos supraeconómicos son los pactos y acuerdos internacionales, en los que últimamente Turquía está haciendo muchos deméritos en su alianza con Occidente-USA. Ya lo hemos comentado en estas líneas, el régimen que está creando (con todos los cambios constitucionales y legales) Recep Tayyip Erdogan, parece alejarse de la república instaurada por Kemal Atatürk, y se ha ido dirigiendo hacia la creación de un nuevo sistema neotomano en el Oriente Medio que en diferentes ocasiones ha chocado con los intereses USA, y eso no sale gratis.
Citemos dos de los últimos casos (síntomas mas bien), uno la adquisición de misiles rusos S-400, que van más allá de unos simples misiles antiaéreos, tienen un importante carácter estratégico por sus “capacidades anti acceso y de negación de área”, y que utilizados por un mismo operador de sistemas occidentales, como es el caso de Turquía puede romper algún que otro equilibrio armamentista (de hecho el presidente USA acaba de prohibir por el momento la venta de los cazas F-35 a este país si recibe finalmente los S-400); el otro caso es el del pastor evangélico estadounidense Andrew Brunson, preso en cárceles turcas desde octubre de 2016 como consecuencia de la gran cantidad de detenciones realizadas con motivo del golpe de Estado de julio de aquel mismo año, acusándole de espionaje e intento de derrocar al gobierno.
Así fue como la última semana de este mes de julio el presidente Trump amenazo con "enormes sanciones" a los turcos si no liberaban a ese “gran cristiano, hombre de familia y maravilloso ser humano", que era el reverendo Brunson, poniendo en marcha la escalada que derivaría en el viernes 10 de agosto con la subida de los aranceles al aluminio y acero turcos por parte de los USA que provoco la caída de la Lira turca, que lleva respecto el dólar una depreciación del 40% desde enero, a pesar de la inyección de 6.000 millones de dólares de su Banco Central, y que sólo el apoyo del Emirato Arabe de Qatar con otros 15.000 millones de dólares ha evitado (por el momento) que Erdogan acuda al Fondo Monetario Internacional pidiendo ayuda, de la mano de su yerno Berat Albayrak el ministro de Finanzas y del Tesoro (curioso caso de nepotismo).
En un mundo globalizado esta crisis nos ha afectado rápidamente, ya han visto la caída de las bolsas, IBEX incluido, pues la exposición de la banca internacional en Turquía ronda los casi 225.000 millones de dólares, de los cuales 80.898 millones de dólares, el 36%, son de la banca española, el BBVA el más afectado (aunque también al francés BNP Paribas o la italiana Unicredit). Pero no solo las entidades financieras están afectadas, el sector textil lo esta dado que INDITEX tiene algo más de 200 tiendas en el país otomano y 100 la cadena MANGO, o por ejemplo el sector alimenticio pues Turquía es gran productor/comercializador de frutos secos y múltiples empresas, entre ellas valencianas como “Agroimport” están esperando que los turcos fijen el precio de las almendras, tan importante a su vez para productos navideños alicantinos, como los de Xixona.
El presidente Erdogan ante esta situación salió pidiendo ayuda a sus conciudadanos y encomendándose a Ala, en lugar de negociar y desescalar la crisis, y ha respondido incrementando nuevamente los aranceles a múltiples productos de 22 categorías diferentes desde los tecnológicos (Apple) a los vehículos, el tabaco, el alcohol, carbón etc.. Aunque esta crisis económica venia anunciada desde hace tiempo por diversos analistas, así por ejemplo, Andreas Becker escribía en Deutsche Welle, emisora internacional de Alemania un interesante artículo titulado “La bomba de tiempo de la economía turca” de fecha 22 de mayo de este año, y parece que algunas grandes empresas estaban tan ciegas o entrampadas en aquel país que no han podido salir a tiempo.
Algunos, los mas agoreros, hablan de oscuros nubarrones en las economías emergentes, y de un otoño aún más caliente que el verano, esperemos que en este caso Erdogan recapacite, negocie (por su bien y el de sus compatriotas) y no ponga en duda su pertenencia al club al que su país pertenece desde la época de Kemal Atatürk.