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UN ESTUDIO HISTÓRICO DESMONTA MITOS

Toda la verdad sobre el búnker de El Saler y los cañones que nunca estuvieron

23/06/2019 - 

VALÈNCIA. No hubo nunca cañones en el búnker de El Saler. El búnker, más allá de su aspecto físico, jamás estuvo operativo: no fue artillado. Los descubrimientos que están haciendo los arqueólogos al desenterrar la famosa construcción defensiva de la playa de València no están sorprendiendo a dos historiadores, Fernando Sanz y César Guardeño, que están asistiendo con interés a los trabajos. Interés y satisfacción porque los hechos están ahora demostrando lo que ellos siempre habían intuido: que nunca hubo armamento de gran calibre en El Saler. El búnker de El Saler nunca estuvo terminado. En El Saler nunca estuvieron los cañones de Navarone; fue una leyenda urbana.  

Para sostener esa tesis, Sanz y Guardeño, lógicamente, no se fiaron sólo de su instinto. En un estudio sobre la construcción titulado El búnker de la playa de El Saler. València 1937-2019 estos dos historiadores desmontan los mitos adquiridos y nunca analizados, y ponen en contexto la verdadera historia de la construcción defensiva matizando los detalles clave. Existir, existió intención de levantarla. Junto a la torre de artillería en el Faro de Canet, el búnker de la playa de El Saler debería haber contado con dos cañones del Acorazado Jaime I que se había hundido en la base naval de Cartagena el 17 de junio de 1937, a las tres y media de la tarde, por una explosión interna de origen desconocido.

El acorazado contaba con cuatro torres dobles con cañones de 305 mm de diámetro. Mire sus manos. Sepárelas el tamaño de un folio. Un poco más. Ese era el tamaño de la boca de cada cañón. Cada torre doble pesaba 492 toneladas y el cañón sólo 65.646 kg. La largaria también era considerable. Con una longitud de 15,25 metros, disparaba proyectiles de 386 kilos. Un Ford Fiesta de los años setenta pesaba el doble que una de esas balas. Los cañones de El Saler iban a disparar esas piezas. El radio de acción estaba a la altura de esas gigantescas dimensiones. Podía acertar hasta 12 kilómetros, aproximarse hasta 18 kilómetros, y superaba los 20 kilómetros radio de alcance. Si hubieran querido, podrían haber llegado hasta Silla.

Hay una cifra que les llamó la atención, especialmente a Fernando Sanz, especializado en la Guerra Civil en València, y fue el peso de los cañones. Eso le hizo plantearse la “abrumadora realidad de la dificultad y complejidad que iba a suponer montar una torre doble de 492 toneladas en la Torre-Barbeta de El Saler”. Cotejando con la historia, se fijó en el proyecto de artillado del estrecho de Gibraltar que se puso en marcha en otoño de 1940, tras finalizar la guerra Civil y al poco de iniciarse la II Guerra Mundial. El gobierno del dictador Franco decidió instalar al norte de Tarifa una torre doble del Acorazado Jaime I en la llamada batería El Vigía. Tardaron un año. La primera prueba de disparo se efectuó el 14 de agosto de 1941. 

Foto: CÍRCULO CULTURA

Teniendo en cuenta que se tardaba ese tiempo en construir una torre así con todos los medios disponibles, y que las obras del de El Saler comenzaron a principios de enero de 1938, los cañones deberían haber estado instalados en enero de 1939, solo a tres meses de terminar la guerra. Pero Sanz y Guardeño creen que no es que llegaran tarde, es que ni llegaron. Según ellos la falta de materias primas para la industria metalúrgica tras la caída de Bilbao en junio de 1937, unido a la construcción de la línea defensiva XYZ a principios de mayo de 1938 que absorbió muchos recursos, explicarían una dilación que se devino en fatal.

Un documento avala esta teoría. Se trata de un informe confidencial, fechado el 7 de noviembre de 1937, de la Defensa de Costas-Jefatura de Artillería de la Agrupación Sur. En él se detalla el estado de las obras de fortificación de la costa entre Castellón y Santa Pola. El informe confidencial describe la situación en la 3ª Batería de artillería del Faro de Canet, explica lo avanzado que están los trabajos, y da fe del retraso en València. En concreto el informe señala que el asentamiento de Torre-Barbeta, con municionamiento horizontal para los cañones del Acorazado Jaime I, está en estudio por los ingenieros y a la falta de presupuesto. El búnker de El Saler fue lento.

Foto: CÍRCULO CULTURA

Hay otro indicio que corrobora su tesis y que ellos ya preveían. Los cañones del Jaime I necesitaban una cantidad de energía enorme para disparar y prueba de ello es que en la batería de El Vigía la sala de máquinas tenía dos grupos electrógenos diésel para corriente alterna de 220 voltios y un grupo electrógeno diésel para corriente continua de 24 voltios, además de un transformador de corriente en alta de 12.000 voltios. A día de hoy, los arqueólogos que están excavando el Búnker de El Saler no han encontrado ningún rastro ni pista concluyente que permita intuir la presencia de la instalación eléctrica necesaria para esos cañones Vickers de 305 mm. ¿Iban a moverlos a mano?

No sólo eso. Al finalizar la guerra el 1 de abril de 1939, se encontró en la base naval de Cartagena al Acorazado Jaime I, reflotado pero sin su artillería. El barco había vuelto de entre los muertos, pero sin holandés errante en él. En el arsenal de la base se localizaron seis de los ocho cañones de 305 mm. Faltaban dos. ¿Habían estado en València? No; cerca, pero no. Se encontraron en Canet esperando a ser montados en su torre. Es decir, jamás se trajeron los cañones para El Saler. Ninguno de los documentos oficiales del Ejército Republicano o fotografías de la época conocidos certificaban la presencia de los grandes cañones en València. “Hay muchos indicios de peso para pensar que los cañones del Acorazado Jaime I nunca estuvieron en Valencia”, sostienen ambos.

Lo único que hubo en València en la zona de playa de El Saler y Pinedo fueron dos cañones de 150 mm de diámetro Vickers. Coja sus manos. ¿Recuerda la imagen anterior, cuando el folio? La mitad. Uno de estos dos cañones, sospechan Sanz y Guardeño, se hallaban a unos 400 metros de la torre del búnker de El Saler, en dirección hacia el norte, hacia Pinedo. Sanz ha analizado una foto área de 1945 del Ejército Español, en la que se intuye lo que podría ser el asentamiento donde se instaló este mini cañón de Navarone. En el Puerto de Sagunto se conservan dos asentamientos similares que ayudan a hacerse una idea de cómo era la instalación de València. Estos cañones que sí funcionaron pertenecían a la sexta batería de artillería republicana y eran también considerables. Es un modelo de armamento idéntico al que emplearon los nazis durante el desembarco de Normandía, para repeler a los aliados. 

Esto explicaría porque se creó la idea en el imaginario colectivo de que llegó a haber un búnker operativo de El Saler. Un error que cabría atribuirlo también al silencio que envolvió a la postguerra. “Sabemos que hubo soldados haciendo la mili en el búnker hasta 1943. Al ver los cañones de 150, estos reclutas fueron extendiendo la imagen de los cañones de El Saler”, comenta. Mirando al mar tenemos un búnker inconcluso a la derecha, unos cañones a la izquierda, los juntamos, los mezclamos con el silencio de una dictadura, y el resultado es una invención. “Las fantasías se crean así”, explica Sanz. En estos momentos los arqueólogos han parado las excavaciones. Los dos túneles están cegados. Uno de ellos debe conducir a la sala de máquinas, que da energía a todo el conjunto, y el otro a la sala de municiones. Sanz cree que lo normal es que ambos departamentos estuvieran vacíos y los arqueólogos confirmarán que el gran búnker de El Saler nunca funcionó, acabando así con ochenta años de vida de un mito. La historia lo cuestionó y la arqueología lo está analizando; el resultado será la verdad sobre el búnker de El Saler. La solución, en unos meses.

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